La humanización por el arte

La humanización por el arte

Escena de “Pa-ra-da”, ópera prima de Marco Pontecorvo, que tiene como protagonistas a chicos de la calle de Bucarest.

Foto: Agencia Télam

Laura Osti

El director de fotografía italiano Marco Pontecorvo, hijo de Gillo Pontecorvo, debuta en la realización con el largometraje “Pa-ra-da”, una conmovedora película basada en hechos reales ocurridos en Rumania, luego de la caída del dictador Ceausescu, alrededor de 1992.

Cuenta Marco que se inspiró en un artículo periodístico que narraba el caso de Milaud, un payaso callejero que había logrado rescatar a chicos de la calle con una ingeniosa propuesta, que luego fue reconocida e imitada en otros lugares del mundo.

Milaud, un joven de 20 años, de nacionalidad francesa y sensible al dolor ajeno, comenzó realizando funciones en asilos de ancianos, hasta que se sintió llamado a hacer algo por los chicos de la calle de Bucarest, adonde algunas ONGs intentaban con mucho esfuerzo contener a chicos huérfanos o abandonados que dormían en las cloacas o alcantarillas y que sobrevivían mediante la prostitución y la limosna.

Una realidad muy parecida a la que se puede observar en cualquier ciudad, no solamente europea, aquí no más. Chicos que se la pasan aspirando pegamento, que mendigan u ofrecen sexo a cambio de comida o una moneda. Sometidos a cualquier tipo de maltrato, perseguidos y a veces hasta abusados por la policía, y cuyo destino es la muerte o un orfanato, adonde ninguno quiere ir.

Milaud es un joven sensible, con deseos de ayudar, aunque no sabe muy bien cómo. Apelando a su gracia de payaso intenta llegar a los chicos mediante otro camino, obviando las instituciones, aun cuando tiene en un principio cierto apoyo de algunas ONGs humanitarias. El joven se propone lograr la confianza de los menores y así se introduce en su mundo, conviviendo incluso en sus taperas para conocer desde adentro ese universo subterráneo signado por el dolor y el desamparo.

Poco a poco consigue establecer algunas reglas de convivencia, ausentes en esas vidas alejadas de toda educación y orientadas más que nada a la satisfacción de instintos y necesidades básicas. Milaud insiste hasta inculcarles la idea del respeto, del esfuerzo, del trabajo, de la autoestima, de la solidaridad y también lucha para alejarlos del consumo de drogas. Una tarea casi titánica en medio de una sociedad hostil, que le pone muchas trabas e incluso lo persigue en algún momento.

El joven payaso no baja los brazos y pese a todas las dificultades y pérdidas puede dar forma a su proyecto creando la compañía circense callejera llamada “Pa-ra-da”, un emprendimiento que aún hoy subsiste y que ha logrado rescatar a miles de chicos de la indigencia.

Una verdad incómoda

Si bien es una ficción, la propuesta de Pontecorvo se asemeja a un documental, ya que el guión tiene un fuerte tono de improvisación y los actores son chicos no profesionales, provenientes de ese mismo mundo que el film pretende mostrar.

La película tiene altibajos, cierta desprolijidad a veces, propia de la situación, del tema, de la historia y de las condiciones en que se filmó. Ya que los rumanos tampoco se mostraron tan amables con el director italiano que se metió en su ciudad a contar cosas que a nadie le gusta mostrar.

Y el valor de esta realización es justamente ése, el de ser testimonio de una verdad incómoda en el seno de la comunidad europea, a fines del siglo XX. Y lo hace con frescura, a pesar de cierto realismo descarnado, preocupándose por dejar un soplo de esperanza al reforzar esa alternativa asumida por Milaud: la humanización por el arte.