EDITORIAL

El viaje del Papa a Medio Oriente

Dos objetivos estuvieron presentes en el discurso del Papa Benedicto XVI en su reciente visita a Amman: expresar su respeto a la religión musulmana y reivindicar la libertad religiosa. El Papa fue muy preciso con estos conceptos, a los que sumó el reclamo por la paz en Medio Oriente, una alusión directa al conflicto que desde hace décadas mantiene Israel con los palestinos.

Esta es la primera visita que Ratzinger hace a un país musulmán en su condición de Sumo Pontífice. El dato merece destacarse porque aún están frescas las controversias violentas que generaron sus palabras en la Universidad de Ratisbona. En ese tradicional centro del saber, el Papa hizo algunas precisiones históricas respecto del Islam y su tendencia a imponer su credo a través de la violencia.

La reacción de los musulmanes en aquel momento fue inmediata y se expresó en quemas de iglesias, manifestaciones callejeras y el asesinato de una monja. Sin dudas, el sentido de la proporción en los integristas musulmanes es débil o está distorsionado. Dos frases, tal vez desafortunadas o no explicitadas correctamente, originan incendios, destrucción y muerte. Pues bien, esta visita permite disipar por la vía de la diplomacia aquellos malentendidos entre el Vaticano y la inmensa mayoría del mundo musulmán.

La gira del Papa incluye una visita a Israel. Además de las excepcionales medidas de seguridad que se están organizando para asegurar que todo se desarrolle sin sobresaltos, la presencia del líder máximo de los católicos ha generado una gran expectativa reflejada por los medios de comunicación y los comentarios de políticos intelectuales y funcionarios.

En principio interesa conocer la opinión del Papa sobre el tema de la guerra y la paz y, muy en particular, el conflicto con los palestinos. Si bien no se esperan anuncios espectaculares o palabras diferentes de las que sobre este tema ha sostenido la Iglesia Católica, siempre la visita de la cabeza de la cristiandad genera fundadas expectativas.

Por lo pronto la visita parece ser una respuesta simbólica al tema que agitó las relaciones entre judíos y católicos en las últimas semanas. Nos referimos a la polémica decisión por parte del Vaticano de iniciar la integración al seno del catolicismo del grupo cismático liderado en su momento por monseñor Lefebvre. El efecto colateral de esta iniciativa -efecto seguramente no deseado- fueron las declaraciones del obispo Williamson negando el Holocausto. Si bien el Papa se ocupó personalmente de deslindar toda responsabilidad respecto de las declaraciones del obispo inglés -integrista y cismático-, el malestar quedó flotando en el aire.

El incidente mencionado se conecta inevitablemente con algunas iniciativas sobre los rituales de la misa que según los judíos representan un retroceso con relación a las decisiones adoptadas en su momento por Pablo VI y Juan Pablo II en esa materia. Por último, la probable canonización del papa Pío XII , acusado por un sector importante del judaísmo de haber sido cómplice de los nazis, cierra un cuadro de resquemores y malestar que esta visita seguramente empiece a mitigar o a enmendar.