EDITORIAL

Una protesta que derivó en descontrol

La explanada del edificio de la Municipalidad de Santa Fe se convirtió durante los últimos días en el escenario de un reclamo estudiantil que terminó con vidrios rotos, puertas destruidas, bombas de estruendo en el hall de ingreso y numerosas personas sorprendidas o aterradas por lo que estaban observando.

Un relato superficial de lo ocurrido diría que alumnos de algunos establecimientos secundarios de la ciudad y estudiantes universitarios se mezclaron para reclamar una rebaja en el precio del boleto escolar, y esta manifestación derivó inesperadamente en un estado de agresión y descontrol.

Sin embargo, lo sucedido permite sacar conclusiones que van mucho más allá de la conducta de los chicos -algunos, de apenas entre 13 y 15 años- o del costo del boleto de colectivos.

En primer lugar, vale la pena analizar la actitud asumida por las autoridades escolares. Públicamente, la vicedirectora de uno de los colegios involucrados reconoció que los chicos salieron del establecimiento en horario de clases, pero dijo que fue con autorización firmada por los padres.

Los alumnos no estuvieron acompañados por profesores, ni responsables de las escuelas. ¿Qué habría pasado si algún estudiante hubiera resultado herido?, ¿quién se habría hecho responsable? ¿Alcanza un papel firmado por los padres como para que los colegios se vean exentos de toda responsabilidad por lo que ocurre con el alumnado durante el horario de clases?

Aparentemente, las autoridades escolares acordaron con los centros de estudiantes que no habría acompañamiento de docentes en la protesta.

La primera explicación que se dio desde los colegios secundarios ante estos desmanes fue que sus alumnos fueron sorprendidos en su buena fe por universitarios que representan a diferentes sectores político-partidarios.

Pero todos sabían previamente que la marcha iba a estar protagonizada por estudiantes de ambos niveles. ¿Acaso a nadie se le ocurrió pensar que resulta por lo menos riesgoso mezclar a chicos de 13 ó 14 años, con universitarios que casi los duplican en edad? Queda claro que se trata de etapas caracterizadas por intereses, objetivos y capacidades de discernimiento diferentes.

Lo sucedido también permite realizar algunas preguntas sobre la postura asumida por los padres que autorizaron la salida de sus hijos de la escuela durante el horario de clases: ¿sabían que en la marcha habría estudiantes universitarios? ¿Se preguntaron si algún docente acompañaría a los chicos en la protesta? ¿Se interesaron por conocer en detalle en qué consistiría la manifestación?

En general, al boleto de colectivos de los estudiantes escolares lo pagan los padres. ¿No deben ser ellos los que asuman la responsabilidad del reclamo, en lugar de exponer a chicos, que en algunos casos apenas están ingresando a la adolescencia?

Es cierto que los adolescentes deben aprender a ejercer el derecho a protestar frente a lo que consideran injusto. Sin embargo, sería importante analizar la actitud de los mayores ante esta delicada tarea de educar en un marco de libertad y democracia.