Conducción y navegación en condiciones extremas

Tren a las Nubes 2007

Junto a Nicolás Castro, a bordo de una Toyota Hilux, fuimos el único equipo representante de nuestra provincia en el “Camel Trophy criollo”, como se denominó a esta prueba concretada en la provincia de Salta, que reunió a doce vehículos todo terreno.

Marcelo Maese

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La propuesta era tentadora, y consistía en reunir a pilotos de todas las provincias del país, quienes a bordo de doce vehículos 4x4 especialmente preparados desandarían paisajes increíbles en durísimas condiciones de marcha.

El desafío era grande y no podíamos fallar. Solidaridad, espíritu de grupo, manejo off road, pruebas de orientación y rescates conformarían diez días inolvidables.

En Villa Gesell se llevó a cabo la clasificación. La organización encabezada por ex participantes del Camel Trophy, con la asistencia de militares ex cascos azules, tuvieron el duro trabajo de determinar las doce tripulaciones que viajarían a Salta, entre los mil quinientos inscriptos.

La experiencia, el empeño y mucha calma para afrontar las pruebas que nos propusieron, hicieron que nos ubiquemos en el tercer puesto, siendo el único equipo de la provincia.

El sueño cobra realismo

Un lunes de junio nos encontró a las tripulaciones al pié del monumento a Güemes en plena ciudad de Salta, con una temperatura de dos grados bajo cero. La realidad, al igual que el frío, penetraba nuestros cuerpos y nos ponía frente a un evento de nivel internacional.

El primer día de competencia se desarrollaría en el mismo río Toro, muy cerca de la localidad de Campo Quijano, donde nos dejó en claro la organización que esta competencia no era para principiantes. Nos costó acostumbrarnos a que continuamente nos estén observando comisarios deportivos, medios periodísticos nacionales e internacionales que cubrieron la competencia. Era difícil mantener la concentración.

En casi todas las pruebas el agua estuvo presente. No era fácil decidir vadear un río sabiendo que nos íbamos a mojar, la comunicación entre el piloto y el copiloto se mostró como el elemento fundamental a la hora de sortear los obstáculos que la organización había pergeñado para nosotros.

Finalizaba el primer día y la luz del fogón en medio de la nada nos mostraba que las caras desconocidas de la mañana se habían transformado en rostros amigables y expectantes de lo que vendría.

La segunda jornada

A las cuatro de la mañana estábamos desarmando la carpa cuando encontramos hielo depositado sobre la misma; el termómetro del vehículo mostraba unos once grados bajo cero.

Alrededor de las cinco y antes que el sol salte sobre las cimas, ya estábamos en camino transitando la RN 51 hasta Puerta Tastil, recorriendo lechos de ríos, salares, ciénagas, trepadas y descensos abruptos y mares de cactus cuyas espinas parecían de acero, que pusieron a prueba a nuestros neumáticos.

A la hora prefijada llegamos a las Salinas Grandes, justo al atardecer. Con la caída del sol también lo hizo la temperatura, descendiendo preciados nueve grados en dos horas.

Esa noche la pasamos en el aula de una la escuela de la localidad de Susques, una de las más altas de nuestro país (3.896 msnm); por suerte el cansancio venció a la incomodidad producida por la puna y especialmente a los ronquidos de los demás competidores.

En plena puna

La mañana siguiente, el río Pastos Chicos sería el epicentro de cantidad de pruebas que se realizaron en plena puna, lo que nuestros cuerpos se encargaron de resaltar muy tempranamente. Aunque mucha gente piense que esto del 4x4 consiste en pasar acelerando a lo loco por cualquier lugar, la realidad es absolutamente opuesta: se necesita de mucho trabajo físico para sortear obstáculos de cinco metros de altura o zanjas de dos metros de profundidad.

En el enlace hasta nuestro destino nocturno pasamos por el impresionante viaducto La Polvorilla, San Antonio de los Cobres y el Abra del Acay, este último el punto más alto de nuestro viaje con 5.061 msnm, según nuestro GPS (recordemos que los vuelos comerciales viajan a aproximadamente esta altura).

La noche nos encontró en Cachi, localidad pintoresca si las hay; pareciera que el tiempo se detuvo a los pies del Nevado del Cachi (6.380 msnm).

La segunda mitad

Al cuarto día nos tocó unir esta localidad con Cafayate, recorriendo 119 de los 158 kms que separan ambas localidades por el mismísimo río Calchaquí. Lejos, el mejor día de la competencia, sin cámaras y con los comisarios deportivos solo siguiendo nuestro derrotero con largavistas desde las cimas aledañas.

En el quinto, las dunas de Cafayate se esmeraron en tragar literalmente nuestros vehículos. A esta altura habíamos recorrido todos los terrenos posibles: piedra, barro, tierra, nieve y ahora mucha, pero mucha arena.

Al anochecer arribamos al dique de Cabra Corral donde al día siguiente pondríamos a prueba los pocos nervios que nos quedaban.

Pruebas de rapel, ascenso, rafting y canopy (esta actividad consistió en lanzarse colgado de un cable que unía la cima de dos montañas, separadas con una distancia de 1000 m, a unos 600 m de altura); el miedo y la risa se mezclan cuando el cuerpo no sabe como expresar tantas emociones.

Recompensa inesperada

Esa misma noche en un importante hotel internacional de Salta se procedió a la premiación, donde para nuestra sorpresa fuimos la segunda tripulación más votada con mejor “espíritu de equipo”. Qué más pedir que ser seleccionados entre una multitud de contendientes y que la organización y nuestros mismos pares encuentren en nosotros ese espíritu que muestra que no siempre se toma verdadera dimensión de las capacidades que se tienen para sortear los problemas y que la garra, el ser buenas personas aún en plena competencia, siempre paga.

Tren a las Nubes 2007

Los santafesinos integraron el lote de equipos experimentados en el manejo off road donde no faltó emoción ni adrenalina.

Foto: gentileza infoauto.com.ar