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Milenaria historia del chicle

Lydia Gil

EFE

La arqueóloga y antropóloga Jennifer Matthews, de la Universidad Trinity de San Antonio (EE.UU.), aborda en su último trabajo la historia del chicle, cuyos orígenes se remontan a más de 11.000 años en la península de Yucatán.

Los primeros capítulos de “Chicle: la goma de mascar de las Américas”, editado por la Universidad de Arizona, se enfocan en la región de México, Guatemala y Belice, de donde se origina el árbol de zapotilla o chicozapote, del cual se extrae el chicle.

Según Matthews, la mayoría de estos árboles se encuentra en el Estado mexicano de Quintana Roo, lo cual atribuye a la propagación aún activa de cultivos de los mayas.

“Cuando se corta la corteza del árbol de zapotilla, o es atacada por insectos, el árbol produce una sustancia lechosa que forma una capa protectora sobre el área del corte,” explica.

Esa savia inodora es lo que se conoce como chicle, lo cual en muchas partes de Iberoamérica aun hoy se utiliza como sinónimo de goma de mascar.

Matthews se basa en las crónicas de Fray Bernardino de Sahagún para ilustrar algunas de las costumbres precolombinas de mascar chicle que hoy tendemos a asociar a reglas sociales modernas. “En la sociedad azteca sólo se les permitía mascar chicle en público a las mujeres solteras y a los niños pequeños”, explica la autora.

Matthews explica que las restricciones sociales se debían en parte a que el sonido de la goma de mascar, que Sahagún asemejaba al de castañuelas, era una de las cosas que identificaba a las prostitutas aztecas.

“El simple hecho de mascar chicle en público identificaba a una mujer casada o viuda como prostituta y a un hombre como homosexual”, continúa.

A pesar de estas connotaciones negativas, según Matthews, el chicle tenía otros usos en la era antigua, algunos de ellos rituales, como la producción de incienso, y también artesanales, en su uso como adhesivo y capa protectora.

La goma de mascar moderna, explica Matthews, data de la década de 1870 y nace del encuentro casual del presidente mexicano Antonio López de Santa Anna y el industrial estadounidense Thomas Adams, el cual buscaba en el chicle un sustituto del costoso caucho.

El proyecto resultó infructuoso y, según Matthews, Adams estaba listo para dejarlo atrás cuando, por casualidad, vio a una niña comprar goma de parafina para mascar en una farmacia.

Adams recordó entonces que mascar chicle era una actividad popular entre las poblaciones indígenas de México y cambió el rumbo de su proyecto.

En 1859, Thomas Adams padre y sus hijos comenzaron a trabajar en lo que se convertiría en la primera goma de mascar moderna a base de chicle.

La nueva goma de mascar se hizo muy popular, sobre todo, durante la Segunda Guerra Mundial. Como la industria chiclera no pudo abastecer la demanda, las compañías estadounidenses optaron por manufacturar el producto con materiales sintéticos.

En su apogeo, llegó a ser símbolo de la juventud estadounidense. En sus pasajes más amenos, el libro explora los vínculos del chicle con la cultura popular estadounidense y, al otro lado de la frontera, la imagen del chiclero en la cultura popular de Yucatán.