Un camino hacia la Santa Fe profunda

Un camino hacia la Santa Fe profunda

Dos edificios emblemáticos y uno de los mayores espacios verdes de la ciudad en proyecto de ser devueltos al uso público. TEXTOS. NANCY BALZA. FOTOS. MIN. DE INNOVACIÓN Y CULTURA Y OBRAS PÚBLICAS, Y EL LITORAL.

actualidad

Cualquier persona que se llegue hasta la esquina de bulevar Gálvez y Pedro Vittori se va a encontrar con el imponente -aunque ocioso- edificio del ex Molino Franchino. Haciendo un rodeo podrá seguir caminando hacia el norte y recorrer los sucesivos espacios verdes que conducen hasta esa enorme extensión que compone el Parque Federal y al que sólo identifica como tal una ciclovía, un sector de juegos tradicionales y una incipiente arboleda. Al llegar a Salvador del Carril es posible que se enfrente a una construcción devastada, prácticamente saqueada que, sin embargo, fue un emblema de la actividad ferroviaria de la ciudad y la región: La Redonda.

¿Se imagina hacer ese trayecto sin interrupciones, atravesando a su paso áreas de producción cultural, recreación, exhibiciones artísticas, y un gran parque, bien forestado, con juegos y actividades para todas las edades?

Una serie de proyectos, en distintas etapas de desarrollo, aspira a hacer posible este trayecto sin mayores rodeos que el que imponga el propio placer por participar de todas las propuestas.

Un “tajo urbanístico”

“No es un proyecto más”, asegura la ministra de Innovación y Cultura de la provincia María de los Ángeles González, mientras cuenta cómo se fue gestando la idea de abrir en esta parte de la ciudad un “tajo urbanístico” que permita conectar una de las arterias más bellas de la ciudad, como es el bulevar, con “la Santa Fe profunda que llega hasta los barrios”, enlazando en ese recorrido dos edificios emblemáticos a través de ese enorme pulmón en que puede convertirse el Parque Federal. El proyecto está en distintas etapas de desarrollo, pero ella lo tiene ya en su cabeza y lo describe con tanto detalle que parece que lo estuviera viendo.

Pero antes de todo eso, “lo primero que hubo -relata en diálogo con Nosotros- fue la mirada urbanística de algunos arquitectos: ¿era posible abrir el bulevar Gálvez sin desconocer su historia y la historia del trabajo del Molino y a la vez encontrar un camino que conecte y se abra hacia los barrios?” “Creo que los grandes tajos que se abren, comunican con cosas que son propias; ahí se toca la innovación pura con la memoria y el patrimonio, no solo el pasado y el futuro sino -en el fondo- una articulación de las dos cosas”.

Entonces, lo primero fue preguntarse por qué no seguir desde bulevar Gálvez y por qué está desconectado el Parque Federal, cuya asociación ya se había reunido con la ministra y motivó una visita al lugar. Una vez allí, junto a un grupo de arquitectos, “apareció La Redonda que es subyugante, no sólo por su historia y sus formas; también por el estado degradado que tiene”.

UNA FÁBRICA CULTURAL

Después de pensar en la intervención urbana, se visualizó lo que sería la transformación del ex Molino. “Cuando entramos, vimos que en algunos casos estaba sin techo porque faltaban las vigas, pero mostraba una altura impresionante para una especie de teatro isabelino visto desde todas las ventanas de los pisos superiores. Había escaleras y escaleras. Y en rojo un cartel que decía “Apto para todo fuego’, y uno de los arquitectos dijo: “bueno, también para todo juego’. Y nosotros creemos que la creación es un juego en el sentido serio y maravilloso de combinar, seleccionar, probar... Desde el principio que lo vimos sabíamos que iba a ser un lugar cultural”, pero entendida la cultura como todo lo que es: no la vida de la gente sino las expresiones de la vida de la gente. “Y estas expresiones están en libros, en cantos, comidas, juegos, en maneras de volar cuando el cuerpo está entrenado, en medidas de sanar el cuerpo”.

El objetivo que se planteó fue entonces poner en el molino una fábrica cultural, literal y metafóricamente; “un lugar donde se fabriquen objetos y procesos corporales; objetos audiovisuales, software, juguetes de madera, se haga restauración de cuadros, tintura en telas a la antigua o la más alta forma de impresión actual, diseño de indumentaria y libros, y el proceso de cómo se hace un libro y cómo se hacía en la antigüedad”.

“El Molino te dicta las cosas”, asegura González. “Primero tiene una gran utopía que es la utopía del trabajo” que cobra un sentido más profundo en medio de la actual crisis. Además “es un molino donde hay cadenas, espacios de cemento y por más que haya una intervención contemporánea, queda esa marca”. Entonces, hay que hacer que el edificio diga su canción que es una canción de trabajo y que los niños, jóvenes y toda la familia comprendan que la creación de todo objeto requiere trabajo, necesita tallarse la madera, precisa fábricas y hornos el vidrio, soldaduras para las esculturas, que hay disciplina para ser un malabarista”.

El otro concepto que rige todo el proyecto es el de la molienda. “Ésto de llevar un elemento natural a molerlo en pequeñas partes también es el proceso de la creación, y la creación muele todo para volver a acomodarlo”.

Por último, el trabajo con la harina no es cualquier trabajo. “Tiene que ver con el pan, en este caso el pan de la cultura, la construcción del sentido. Todo lo que se hace con harina es lo simple venido de lo complejo y es parecido al proceso de creación, con algo que es sumamente liviano y tiene tantos usos esenciales”.

TODO POR HACER

Distintas modalidades van a convivir en el mismo espacio. Los feriados, sábados y domingos -y de acuerdo al programa de seguridad- todo el público va a poder hacer todo o ver cómo se hace el vidrio, cómo se dibuja un vaso o usar computadoras. Y quizá, una chica va a estar haciendo acrobacia, va a descubrir que le gusta y va a venir durante la semana a aprender. También habrá una “cultura al paso”, donde cada uno se quede en el stand que quiera, el tiempo que desee. Y habrá cooperativas “especialmente de chicos que dejaron la escuela y van a ser invitados a volver en contraturno. o señoras mayores que quieran trabajar en esta modalidad”.

Se van a poder ver espectáculos de teatro, cine o danza, pero sobre todo los procesos de ensayos abiertos y de montaje. Porque “interesa más el proceso de construcción de los bienes culturales que salas de exposición permanentes”.

EN EL OTRO EXTREMO

Detrás del Molino sigue una cadena de galpones para los que también existen proyectos, como una medioteca para niños, pero, además, está el Parque Federal, al que integrantes de la Asociación imaginan recuperado y para el uso público.

Atravesando ese espacio verde se llega a La Redonda, cuyo proyecto González no puede contar con tanto detalle -está en etapa de consenso con los vecinos- pero sí hablar de la licitación que está en marcha para frenar el deterioro. Con una inversión prevista en algo más de 7,4 millones de pesos, se prevé reponer cierres externos, y refaccionar y restaurar techos y paredes, reparar puertas y ventanas, limpiar los interiores de las naves, de los locales existentes y exteriores del edificio, y despejar el área de basura y escombros. “Allí se va a instalar la obra de Favareto Forner y de López Claro, y además existe un galpón maravilloso para la experimentación de los más jóvenes”.

Afuera de La Redonda se prevé construir un anfiteatro para miles de personas, “no ostentoso, sino en el pasto donde pueda haber grandes recitales”.

En una ciudad de corto invierno, “uno podría hacer el paseo caminando y llegar de El Molino al otro lado porque todo va a ser público”. Y para quienes no puedan hacer el trayecto a pie, habrá un vehículo que conecte, “un pequeñito tren que haga una travesía de un lado a otro”.

UNA DEFINICIÓN NECESARIA

“La apropiación del espacio público es lo único que define si esa obra es para la gente o es un gran mamífero muerto, como muchas veces veo en centros culturales europeos o argentinos”, asegura González.

“El espacio púbico es lo que la gente paga en impuestos, lo que le dio al gobierno para administrar -por eso es de la gente-; es lo que me hace hacer a mi en la gestión pública. La cultura es la apropiación de todos los espacios públicos, sean los parques, la memoria, el patrimonio, la innovación absoluta. Es la apropiación de lo que es de todos: nadie te puede robar a Mozart, a García Lorca, Atahualpa Yupanqui, Pedro Aznar, Spinetta o Fito Páez. No todo se compra y se vende. Más allá de que se vendan discos, el Estado tiene que regular y tener una opción para que eso le llegue a todo el mundo de una manera accesible”.

En una definición más catedrática, “el espacio público es -primero- un territorio real donde uno puede jugar, encontrarse, besarse, amarse. Es además un patrimonio, la memoria de nosotros. El espacio es servicio: depende de cómo esté el baño, si hay cambiadores de bebés, si está limpio es como te tratan como ciudadano. Además, es la norma legal, saber que hay límites, cosas que se pueden y cosas que no se pueden. Es medio ambiente: lugares sanos espiritual y físicamente que de alguna manera sepamos que vale la pena transitar”.

Y en definitiva, “es el lugar donde todos pueden crear, estar con los suyos y disfrutar de la naturaleza y la cultura”.

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El proyecto definitivo para La Redonda está en etapa de consenso. Allí se van a instalar obras de artistas santafesinos.

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UN GRAN PULMÓN VERDE

Nacida de la efervescencia ciudadana que acompañó la crisis de 2001 y alumbró un intenso movimiento asambleario, la Asociación Parque Federal -constituida como tal en noviembre de 2002- mantiene el foco en la recuperación, para el uso de toda la comunidad, de ese enorme espacio verde de 21.5 hectáreas que se extiende entre Pedro Zenteno (al sur), Salvador del Carril (al norte), Pedro Vittori (al oeste) y bulevar Belgrano y pasaje Diego de Leiva (al este).

El anuncio en el que coincidieron el año pasado provincia y municipio, para construir el parque en conmemoración del Bicentenario de Mayo renovó expectativas para que el proyecto se concrete luego de varios años de insistencia. Sin embargo, “todavía no se materializa”, expuso Alejandro Álvarez, vicepresidente de la asociación que lidera Emanuel Chiabo. “Lo que se hizo hasta ahora -y es importante porque lleva tiempo- fue plantar unos 200 árboles de los que han sobrevivido -calcula- un 70 %. Y algunas demoliciones en el sector norte, sobre todo a partir de hechos delictivos”.

“Siempre concebimos al parque como parte de una red verde, y así está en la propuesta de la Escuela de Paisajismo que colaboró con nosotros”, explicó el dirigente.

“No planteamos una obra faraónica ni mucho menos, sino un lugar que esté completamente limpio de chatarras, ruinas, recuperados los edificios que se puedan para refuncionalizarlos en áreas recreativas y deportivas, con sectores de contemplación e incluso gastronómica pero en armonía con el lugar”, explica. En definitiva, “un parque con mucha vida social y natural, con una buena forestación que permita soportar el verano, actividad deportiva en forma continuada -sin concesiones exclusivas por sectores- y decisiones tomadas en consenso”. Precisamente, plantea un modelo de planificación participativa y gestión asociada tal como se aplica -con éxito- en el Parque Avellaneda, de la ciudad de Buenos Aires desde hace 20 años.

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En bulevar y Pedro Vittori se erige el edificio del ex Molino Franchino, donde ahora se proyecta Una fábrica cultural.

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el molino

El proyecto para el Molino Franchino involucra la manzana comprendida entre calles Castellanos, República de Siria, Bv. Gálvez y Pedro Vittori. Plantea el desarrollo de actividades didácticas y expositivas vinculadas al diseño industrial y el diseño aplicado; un multiespacio destinado a escuela de artes y a la exhibición, tanto del producto terminado como de sus procesos de fabricación y diseño.

Entre los cuerpos edilicios principales se propone la construcción de una calle interior de 25 metros de ancho, que atraviese la manzana con dirección norte-sur, apta para la práctica de actividades masivas y con un rol protagónico por su condición de gran espacio público.