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Un esfuerzo solidario en el paisaje costero

Motivado por la ayuda que podía conseguir para los 30 chicos que asisten a la escuela Nº 1177 “Armada Argentina” de San Javier, Sebastián Lovera planeó una “travesía náutica solidaria”.

Este establecimiento educativo funcionó durante años en la isla Las Palmas, pero como el arroyo que permitía su acceso quedó intransitable, se trasladó a la ciudad de San Javier. Por este motivo, muchos de los chicos que concurrían -casi todos isleños- tuvieron que dejar de hacerlo o tienen que viajar seis horas en canoa para llegar a clases.

Antes de emprender la travesía -a la que llamó “Una sonrisa para Las Palmas”-, Sebastián aseguró que el objetivo solidario es lo que le daba fuerzas para remar 270 km. en cuatro días. “Tenía la idea de ayudar y a través del canotaje encontré una vía. Ya sé que también hay necesidades en nuestra ciudad, pero a esos rincones olvidados de nuestra provincia no llega nadie. Si no es a través del río, es imposible conocerlos”, dijo antes de partir.

Luego de la exitosa travesía, en la que estuvo acompañado por sus amigos José Olivera Rivas,

Melisa Mazza y Ernesto “Chepe” Diez, Sebastián escribió un diario en el que contó los momentos más importantes de esos cuatro días llenos de experiencias y compañerismo.

Diario de viaje: miércoles 1 de abril

Llegamos a San Javier al mediodía. En el edificio escolar nos esperaban los chicos con un cálido recibimiento. Con sus guardapolvos relucientes, apenas podían contenerse al ver que comenzamos descargando los botes. Cuando Chepe les pasó de “cabecita” cuatro pelotas de fútbol, ahí se soltaron y dieron saltos de alegría por los regalitos tan esperados.

Con su ayuda descargamos todo lo donado: útiles escolares, mochilas, alimentos, libros, ropa y calzados, juegos de mesa, sábanas, toallones, etc. Los chicos se deslumbraron cuando comencé a repartirles bolitas de vidrio. “¡¡Bolillas!!”, exclamaron, sin saber que era el tesoro más preciado de sus juegos. Eran 2.500 bolitas de vidrio que donaron desde San Jorge, donde funciona la única fábrica de Sudamérica.

Al haber tantas donaciones, el director de la escuela, Nelson Pinget, y el Padre Sergio decidieron administrar una parte para la copa de leche, a la que asisten 25 chicos de San Javier.

Jueves 2 de abril

Con el cielo algo nublado, comenzamos la primera jornada de remo y así a desandar el largo camino que nos separaba de Santa Fe. Con la bendición del Padre Sergio, acompañados de autoridades, vecinos y del director Nelson, iniciamos la travesía, previo aviso a Prefectura.

José en su Asiak amarillo, Melisa y Chepe en un kayak doble de Astilleros Delfín y yo, en mi kayak “Patria mía” del mismo astillero rosarino. A las 8:40 ingresamos al Verón, por el cual navegaríamos toda la jornada. Nos sorprendió la belleza de este arroyo, de cientos de vueltas parecidas a un laberinto de vegetación. Contamos con la colaboración de José y Amilcar, dos efectivos de la Guardia Rural Los Pumas, que con su lancha nos acompañaron en los tramos más dificultosos.

Dejamos al Verón y remamos por el riacho Las Palmitas y cerca de las 18 ingresamos al gigante de los ríos, frente a la localidad entrerriana de La Paz. Mientras surcábamos por el medio del cauce, realizamos la primera comunicación radial y saludamos a nuestros familiares al aire.

A 5 km. aguas abajo desembarcamos en el Destacamento Isla de Los Pumas, donde José y Amilcar nos habían invitado a cenar y pernoctar. Me dispuse a cocinar un espectacular guisito: con pollo, “chori” colorado, lentejas y fideos, el resultado fue una bomba. Un rato de charla, truquito de por medio y a dormir.

Viernes 3 de abril

Seis de la mañana y todos despiertos, amplio desayuno y a despedirnos de estos personajes que con real afecto nos acompañaron.

Por el kilómetro 755 y con el cielo algo nublado, nos dirigimos a Santa Elena. Alrededor de las 10 pisamos suelo entrerriano, donde nos atendió el Prefecto Claus.

Siguiendo nuestro derrotero en busca de la famosa Piedra Mora, por la cual todavía discutimos si es real o sólo una leyenda, llegamos hasta el riacho Alcaraz. Su vegetación abundante, con árboles realmente grandes, nada tiene que ver con nuestras costas. En la confluencia con el arroyo Feliciano, donde las aguas de distintas tonalidades formaban un extraño paisaje, hicimos un alto para almorzar y estirar las piernas.

Luego, otra vez al agua. Llegando casi al final, las nubes que teníamos a nuestras espaldas se habían transformado en una amenazante tormenta.

En la misma desembocadura al Paraná, a margen izquierda, se alzaban las barrancas de Piedras Blancas, donde desembarcamos y se acercaron unos hermanos entrerrianos. Expreso un total agradecimiento a “los desconocidos”, personas amigas de la naturaleza que en todo el trayecto colaboraron con nosotros.

Junto a nuestros nuevos amigos, subimos la barranca hasta el camping Pirayú. Se desató la tormenta, pero no impidió que disfrutáramos de un rico asado y de unos buenos tintos que mi amigo “el pecador” José había traído desde Santa Fe.

Sábado 4 de abril

La tormenta comenzaba a disiparse, apuramos el desarme del campamento y a las 14 comenzamos a navegar río abajo. A sólo 30 minutos, observamos desde el medio del río la ciudad de Hernandarias. Luego, Pueblo Brugo, y después de un peñón, por fin nuestro destino: Puerto Curtiembre.

Un excelente camping comunal y un pueblito por demás de pintoresco ayudaron a relajarnos de una dura jornada, en la cual navegamos los kilómetros estimados en casi la mitad de tiempo. Tuve un llamado a mi celular desde una radio de Córdoba. Salí al aire y escuché a mi hijo que me saludaba y exclamaba el orgullo que sentía por la obra realizada. Fue sencillamente increíble.

Domingo 5 de abril

Despedimos Puerto Curtiembre amasando unas ricas tortas fritas que acompañaron tan bien al mate. Cerca de las 9:30 y con el sol a pleno, desandamos el camino hasta la costa de Cerrito, que sería el final de nuestro paisaje de barrancas. A partir de ese momento nos dirigimos a la costa santafesina, muy cerca de la isla El Chapetón.

Un tramo del viejo Colastiné, luego el San Javier y al rato ingresamos al arroyo Leyes, pero eran tal nuestras ganas de recorrer otros territorios, que descubrimos unas entradas a la isla y nos encontramos en el medio de la laguna La Leona. Luego de pasar debajo del Puente del Leyes, descansamos un rato debajo de una linda arboleda.

Cerca de las 15:30 comenzamos el último tramo. Estos eran los kilómetros que faltaban del Leyes, la Zanja Brava, algo de los Canales de Rincón y saliendo a la Laguna Setúbal, divisamos la Basílica de Guadalupe. Un rato más de remo y comenzamos a escuchar el bullicio de nuestros familiares y amigos que nos esperaban en la costa del Club Manuel Belgrano, en medio de los Espigones santafesinos. Gorros, banderas y vinchas con nuestros nombres... una calurosa bienvenida, fotos, lágrimas y un simple “gracias” de mi parte a todas las personas que nos recibieron.

Un esfuerzo solidario en el paisaje costero

Sebastián Lovera tiene un hobby: conocer nuevos paisajes en su kayak. Y es solidario. Unió estas dos inquietudes y realizó una “travesía solidaria” desde la costa de San Javier hasta Santa Fe para conseguir donaciones destinadas a una escuela isleña.TEXTOS. REVISTA NOSOTROS Y SEBASTIÁN LOVERA. FOTOS. S.L.

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SEBASTIÁN LOvERA remó 270 km para recolectar donaciones que permitan dar una mano a la comunidad educativa de la escuela isleña.

Un esfuerzo solidario en el paisaje costero

Desde San Javier a Santa Fe remó Sebastián Lovera para ayudar a la escuela 1177.

Antes de emprender la travesía -a la que llamó “Una sonrisa para Las Palmas”-, Sebastián aseguró que el objetivo solidario es lo que le daba fuerzas para remar 270 km. en cuatro días.

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