Con cuatro funciones en el Teatro Municipal
La traición está en Otelo
Pepe Cibrián Campoy retorna a la ciudad para ofrecer a los santafesinos la historia y el lujo visual de su última criatura, “Otelo”, protagonizada por Juan Rodó.
De la redacción de El Litoral
Dialogar con Pepe Cibrián Campoy es sumamente agradable. No escatima elogios cuando se refiere al público santafesino, que “siempre acompañó todas mis propuestas escénicas con su presencia, pero también con su entrañable afecto. Venir a Santa Fe es para mí y mi gente un real placer. Aquí nos encontramos ya con amigos que hemos ido ganando a lo largo de todos estos años de trabajo”. Ahora, el próximo fin de semana en tres funciones previstas para el viernes 29 a las 21; sábado 30, a las 20 y 23, y el domingo 31, a las 20, Pepe llega a la ciudad con toda su compañía para dar a conocer “Otelo”, su última producción firmada, como hace 26 ininterrumpidos años, junto a Angel Mahler.
Para este incansable creador, “Otelo” es una obra que “tiene mucha luz porque coincide con una depresión espantosa que casi me cuesta la vida”, destaca con un dejo de tristeza. El estereotipo que el público tiene respecto del personaje habla de esta obra como una tragedia sobre los celos. Sin embargo, Cibrián quiso darle otro matiz y ubicó el foco en la traición en una versión libre sobre la obra de William Shakespeare. En dos actos y 150 minutos de pura música, sin intervenciones habladas, la traición es el tema principal. “Yago es un hijo que se siente traicionado cuando su padre, Otelo, lo abandona por Casio. Así surge una especie de Caín y Abel”, explica Pepe sobre aquel personaje que la crítica considera el verdadero titiritero de los hilos de la trama.
En esta versión, el protagonista es una vez más Juan Rodó, el actor que celebra con este estreno diez años y seis obras junto con Cibrián y Mahler. El barítono recordó en declaraciones previas al estreno que fue grande el desafío actoral que le impuso componer este personaje, porque Otelo tiene dos caras y se transformó de guerrero afable a una víctima de los peligros de confiar en el otro.
La obra funciona con opuestos de modo reiterado, como la ira y la armonía; la pureza y el pecado; la traición y la confianza. Fue justamente la última virtud de esta dicotomía la que Cibrián y Mahler depositaron sobre Rodó. Cibrián dice entonces la importancia que tiene contar una buena historia en esta época en la que abundan los musicales. Sostiene que lo importante es que se aúnen todos los elementos que constituyen un espectáculo de gran calidad. “Podrá haber muy buenas luces y brillante música, pero si no hay talento para usarlas es lo mismo que nada”.
Sobre la dignidad del hombre
Cuando le preguntamos qué es “Otelo” el creador indiscutido de los mejores musicales argentinos nos dice que su montaje “habla de pasiones, de traiciones, de cegueras. Habla también de la brutal decisión de obtener algo en donde todos los medios justifican ese fin. Ese es Yago: vil, bajo, servil, rencoroso. Esa es Bianca, nuevo personaje de la tragedia: ambiciosa, corrupta, suicida, perversa, bella”.
Su pasión no se detiene. “Es que también hablamos de la dignidad del hombre, de su entrega absoluta a sus convicciones, al total desinterés, al compromiso asumido. Al que cree, al sordo, al ciego. Ese es Otelo, incorruptible y ardiente, guerrero y padre, tierno y brutal, impecable e intocable, influenciable e inseguro. Celoso hasta perder sus límites. Otelo también habla del honor. Y habla de Casio, caballero andante, fiel amigo, incomprensible víctima, heroico, silencioso testigo. Pero, también, Otelo habla de pureza, de decisión, de blancura pero no de ingenuidad, de entereza, de firmeza, de belleza y de femineidad.
“Otelo es una tragedia romántico musical; una concepción estética diferente en donde los espacios se llenan con telas mágicas, proyecciones y películas y luces encandiladoras con una suerte de juegos de artificio. Con un elenco de lujo encabezado por Juan Rodó y voces impresionantes. Y, finalmente, un vestuario de lujo de René Diviú, protagonista con sus telas monocromáticas y texturas sedosas, con máscaras de grandiosos carnavales venecianos y visiones bizantinas”.
El espectáculo tuvo en Buenos Aires excelentes críticas y el apoyo del público. Cibrián se despide deseando que los santafesinos lo acompañen una vez más, para disfrutar de su nueva criatura.
