etcétera. toco y me voy

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Cuidado con el dosificador

Se ha generalizado el uso de jabones líquidos con sus correspondientes dosificadores, que reemplazan al jabón tradicional. Yo todavía estudio si me cae o no simpático el nuevo sistema. Lo que se dice: una sólida nota que espero salga fluida.

TEXTO. NÉSTOR FENOGLIO. DIBUJO. LUIS DLUGOSZEWSKI.

Todo sistema, por más que lo vendan como superador del anterior, tiene desventajas incluidas y disimuladas bajo la aplanadora publicitaria de las grandes firmas. Primero estos jabones y geles líquidos se impusieron en los baños públicos, apuntando a una cuestión de costos: supuestamente eran más baratos y prácticos que esos jabones ovalados enroscados en un brazo móvil de metal.

De entrada, se ponían en la pared con un dosificador que por el uso y abuso de tantas anónimas manos se descomponía y empezaba a andar mal. Y ya anticipaban uno de sus inconvenientes: el sistemático chorreado. Siempre una o varias gotas de esa pegajosa miel cae en el piso o exactamente sobre tus zapatos nuevos.

Pensás de inmediato que el otro jabón, el tradicional, era resbaloso pero menos falluto. Se puede caer al piso y abrir todas las especulaciones respecto de su búsqueda súbita o cúbita, pero era localizable, puteable, alcanzable, arrojable y otras posibilidades concretas que la concreta corporización del objeto posee. El jabón líquido, no: es lábil, viscoso, apátrida, jodido.

La otra desventaja inmediata es la despareja “dosificación”: por ahí te sale una gotita esmirriada y cualunque y por ahí el aparato te estornuda como para enjabonarte de pies a cabeza, una suerte de esputo (sin ninguna alusión de ningún tipo) desagradable que no podés manejar.

Luego, comenzaron las líneas hogareñas también asociadas al tamaño (el tamaño importa, finalmente) y a la idea de ahorro. Surgieron simpáticos contenedores que llevan el impreciso y vago nombre de dosificadores (bueno: un gotero también es un dosificador, ¿no?) y, dentro, esos jabones líquidos de llamativos colores. Esta vez el sistema de presión o “dosificador” está arriba, como si se tratara de un sifón, con un pico vertedor lo suficientemente largo como para no hacer chanchadas, tantas chanchadas al menos...

Los jabones de tocador tradicionales tienen la desventaja de que ensucian la jabonera y le dejan residuos. Este sistema no, pero es altamente riesgoso cuando tenés niñitos, gráciles criaturas que siempre quieren jugar. Y es un juego fantástico reemplazar pistolas de juguete o lanza agua por estos artículos que escupen “balas” líquidas, encima limpiadoras.

Munidos cada uno de ellos con el dosificador que supieron conseguir (en los hogares ahora hay más de uno, pues es un artículo que ya te regalan con normalidad), se andan persiguiendo y gatillando con el maldito dosificador que se transforma en realidad en un redecorador de interiores. El juego de tus niños culmina de alguna de estas formas, de la combinación de ellas o de todas, según se detalla:

a) por dosis líquida o balazo en el ojo. El jabón, incluso el jabón líquido y creo que incluso más el jabón líquido, pica.

b) por resbalón y caída de alguno de los contendientes al pisar los “casquillos” o restos de bala en el piso: el jabón, incluso el jabón líquido y creo que incluso más el jabón líquido, es resbaladizo.

c) por aparición súbita de un progenitor. Los progenitores son jodidos, sobre todo cuando las paredes del baño, el antebaño, la cocina y el living están entusiastamente manchadas con el producto pensado para limpiar.

Cuando vieron la veta, los fabricantes le comenzaron a agregar glamour al objeto, si es que puede hacerse tal cosa. Tomaron el sistema las grandes marcas de cosméticos, le mejoraron el packaging y quizás también el producto, con aromas y colores de lo más vistosos y lo posicionaron para baños de inmersión y demás. El jabón tradicional se te escapaba, y vos tenías que hacer malabares para encontrarlo, rescatarlo y volverlo a usar racionalmente para lo que fue creado. Este sistema, en cambio, te exime de andar a las zambullidas y te hace espuma lo mismo.

Y siempre dan un pasito más estos guachos, los fabricantes. Ahora te dan alcoholes en gel con su práctico dosificador, cremas con dosificador, champúes con dosificador. En el espectro de los productos que están en el baño, los dosificadores ahora compiten de igual a igual con spray, tapas a roscas u otras formas. Y aquí estamos, con una dosis de fortuna llegamos al final con alguna que otra lógica patinada. Cualquier cosa, abarajame en la bañera.