EDITORIAL

Otra vez la coerción de los piquetes

El último miércoles no fue un día sencillo para los santafesinos. Desde temprano por la mañana, un puñado de pescadores cumplió con sus amenazas y cortó el acceso a la ciudad a través de la Ruta 168, a la altura de la Fuente de la Cordialidad. No era la primera vez que adoptaban esta actitud y todo indica que no será la última.

Ni siquiera queda claro si todos los que realizaron ese piquete se dedican a la pesca. Tampoco se sabe qué grado de representatividad tienen. Sin embargo, una veintena de personas parece ser capaz, una y otra vez, de interrumpir el tránsito en este corredor internacional.

Al mismo tiempo que desde la Jefatura de Policía de la provincia se anunciaba que efectivos de las Tropas de Operaciones Especiales y de la Guardia Rural Los Pumas llegaban a la ciudad de Santa Fe para reforzar la seguridad, decenas de uniformados eran obligados a permanecer inactivos a la vera de la Ruta 168, casi como espectadores de lujo del piquete y del malestar de quienes intentaban infructuosamente transitar por la zona.

Los manifestantes reclamaban al gobierno que declare la emergencia ictícola y que les pague, en concepto de subsidios, sumas de dinero que superan el salario que muchos argentinos cobran luego de trabajar a lo largo de todo un mes. El gobierno respondió una y otra vez que no existen posibilidades de satisfacer tales pedidos.

Como si este caos no fuera suficiente, durante la tarde del mismo miércoles alrededor de cincuenta personas -muchos eran niños- cortaron el acceso a la ciudad por la autopista Santa Fe-Rosario. Durante varias horas el tránsito debió ser derivado por el puente Carretero que une a la capital con Santo Tomé.

En este caso se trataba de beneficiarios del programa Planes de Empleo Comunitario (PEC) que aseguran haber dejado de cobrar este beneficio. El sistema funciona de la siguiente manera: los beneficiarios deben realizar algún tipo de tarea específica durante una hora al día (cinco horas semanales) y, a cambio de dicha prestación, reciben 150 pesos mensuales que llegan desde la Nación.

Desde la Municipalidad de Santa Fe se informó que estos piqueteros no estaban cumpliendo con las tareas que se les otorgaron y que, además, insisten en manejarse a través de “representantes” (punteros) barriales, en lugar de hacerlo en forma personal con las autoridades de la ciudad.

La nefasta metodología de cortar calles y rutas está instalada en la Argentina desde mediados de la década de los noventa. Aquello que nació como un justo y desesperado reclamo de grupos que no lograban ser escuchados, se transformó en un arma de coerción utilizada por sectores de todo tipo de clases sociales o económicas. Incluso, el poder político aprovecha las circunstancias y sostiene la existencia de piqueteros mercenarios.

Hace tiempo que la argentina se ha convertido en una sociedad dispuesta a conspirar contra sí misma. Envuelto en una espiral decadente y autodestructiva, difícilmente el país logrará por este camino construir las bases de un futuro promisorio.