hubo detenidos por la ola de asaltos

Vecinos aterrados y otros armados

Dos sospechosos fueron apresados por el último golpe. El auto de la víctima fue abandonado en General Paz y Callejón Roca. Crece la preocupación entre los vecinos de la zona costera.

José Luis Pagés

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Después del cuarto golpe tipo comando perpetrado por la banda de la costa, los agentes de la URI apresaron a dos sospechosos y secuestraron elementos que podrían involucralos en el asalto a la casa de la familia De Santis, episodio criminal denunciado ayer a la mañana en Villa California.

Desde el 18 de mayo a la fecha la banda irrumpió violentamente en cuatro viviendas. En todos los casos los delincuentes actuaron con brutalidad y se fueron con el botín conquistado a bordo de los automóviles de las víctimas, vehículos que en todos los casos fueron hallados en nuestra ciudad, al este de la planta urbana.

El Volkswagen Gol HJT 751 del denunciante Luis de Santis (65) apareció abandonado ayer en General Paz y Callejón Roca. Los vehículos de los asaltados anteriormente habían aparecido en Castellanos y Vélez Sarsfield, Castellanos y Avellaneda y en las calles del barrio El Pozo.

Luego, en el marco de la investigación a cargo de los agentes de la URI fueron llevados a sede policial un hombre de 27 años, un tal Sergio, que tendría domicilio en Santo Tomé, más precisamente en la calle Rodríguez al 6400 del barrio Costa Azul.

Igual suerte corrió José María P., un joven de 18 años que tiene domicilio en Constituyentes y Pasaje Público.

La policía encontró algunos teléfonos celulares presuntamente sustraídos en la casa de Villa California, pero las fuentes consultadas no refirieron el hallazgo de bienes sustraídos en otros domicilios.

La denuncia de ayer

Luis De Santis contó a la policía que a la 1.20 de ayer -en su casa de Calle del Sol y terraplén-, irrumpieron cinco encapuchados que lo redujeron y bajo amenazas de muerte con armas de fuego lo ataron de pies y manos, suerte que habría de tocar seguidamente a sus esposa e hijos, los que también fueron encerrados en el baño.

De Santis, comerciante y dirigente deportivo, enumeró los bienes sustraídos ante el sumariante de la Comisaría 14a. de San José del Rincón y otros, muchos policías que ayer lo visitaron en su casa. Los delincuentes se llevaron con ellos un horno microondas, un equipo de música, una aspiradora, una cámara fotográfica, ropas de vestir y calzado, además de 180 pesos en efectivo y el automóvil.

El golpe denunciado por De Santis no es un hecho aislado sino un eslabón más de la cadena de robos y asaltos que alarma y llena de zozobra a los vecinos de la costa que residen entre Colastiné y Arroyo Leyes. Lo ocurrido en la Calle del Sol, como informamos en la edición de ayer, reconoce como antecedentes los violentos golpes perpetrados en los domicilios de José Luis Morini, Rubén Rappaportt y Juan Romero, entre el Leyes y Rincón Norte.

Situación aterradora

En la banda de la costa parecen formar individuos que temen ser reconocidos por sus víctimas, con lo que se puede imaginar que en los lugares donde actúan no son ilustres desconocidos. Luego, en los cuatro casos referidos, los más resonantes por sus violentas características, se presentaron con un estilo que los distingue y diferencia netamente de cualquier improvisado en el mundo del delito.

Estos encapuchados tienen el perfil de quienes acostumbran a cubrir sus rostros y derribar puertas a patadas. También tienen el perfil de quienes atropellan de madrugada, preguntan y golpean, cualquiera sea la respuesta. El perfil de quienes acostumbran a colocar esposas, o pueden improvisarlas rápidamente con un par de lazos corredizos.

La escalada criminal que se desarrolla en los poblados costeros es de tal magnitud que hace temer males mayores porque ante ella los vecinos reaccionan en forma dispar. Están los pacíficos, los que esperan que el Estado proteja sus vidas y la libertad, los que confían en aquellos que están habilitados para combatir el delito y preservar la paz y el orden amenazado.

Pero también están los que se arman y esperan con ansiedad, sentimiento que no logran disimular, el momento de cobrar venganza. Conversaciones sostenidas con los pobladores de la costa permiten conjeturar que una sensación de desprotección es común a todos ellos. “Esto no es vida” o “Hay que dormir con un ojo abierto”, lamentan ahora.

El caso del arquitecto Jorge Nazer, quien prestó su domicilio para que vecinos y autoridades policiales se reunieran con intención de superar entre todos el clima de inseguridad reinante, cuya casa fue tiroteada un día después, incrementa “la sensación de inseguridad” que ya resulta insoportable.

Así las cosas algunos compran armas, otros las limpian y aceitan con entusiasmo, mientras otros ya practican con ellas como si de pronto los siempre apacibles parajes costeros se hubieran convertido en amenazados pueblitos del Far West.

Mañana los vecinos de Arroyo Leyes-Rincón Norte se reunirán por segunda vez en el Club de la Policía Federal en busca de respuesta oficial ante la problemática que los abruma y aflige.

Vecinos aterrados y otros armados

La policía rodeó la casa de la Calle del Sol apenas De Santis denunció la nueva incursión delictiva en la zona costera.

Foto: Danilo Chiapello