Las últimas frases de Cristo

Nidya Mondino de Forni

Si existe un ejemplo histórico de música comprometida e imbuida de la esencia musical religiosa, con un interés sacro que va más allá del mero encargo, es el de Joseph Haydn (1732-1809).

Lejos del esplendor de composiciones que evocan la ostentación de un credo que impone a otros, en lo que a manifestación artística se refiere, Haydn infunde en sus composiciones sacras un misticismo casi personal, sin pretender grandes evocaciones divinas. Así, ha dado al Oratorio y a la Cantata un impulso nuevo donde la profundidad del sentimiento religioso se fusiona sin dificultad con los elementos descriptivos del lenguaje musical, afirmando la presencia del Creador.

Buen ejemplo de ello es su obra “Las siete palabras” o “Las siete últimas palabras de Nuestro Salvador en la Cruz”, en cuyo prefacio de la primera edición se lee:

“Hace unos quince años, un canónigo de Cádiz me solicitó que compusiera música instrumental sobre las siete últimas palabras de Cristo en la Cruz. En esa época, se acostumbraba hacer un Oratorio cada año, durante la Cuaresma (...). Las paredes, ventanas y columnas del templo estaban cubiertas con telas magras y una lámpara colgada en el centro proporcionaba luz en esta santa oscuridad. Al mediodía se cerraban y la música comenzaba. Después de un apropiado preludio, el obispo subía al púlpito, pronunciaba una de las siete palabras y procedía a comentarla. Luego bajaba del púlpito y se arrodillaba ante el altar. Durante esa pausa se volvía a tocar música. De manera similar, el obispo subía y bajaba del púlpito para cada una de las restantes palabras y la orquesta tocaba en cada pausa”.

La música cumplía así con la finalidad de ayudar a la meditación que realizaban los miembros de una comunidad religiosa, en este caso, conocida como la Hermandad de la Santa Cueva sobre las palabras de Cristo. En realidad, Cristo no pronunció siete palabras, según refieren los Evangelios, por eso ahora nos referimos a las frases como “palabras”.

La obra consta de siete piezas instrumentales o sonatas, que llevan como título precisamente las frases en latín. El autor incluyó además dos piezas más, una al principio que llamó “Introducción” y otra al final que denominó “El Terremoto”.

Introducción

“Junto con Jesús llevaban también a dos malhechores para ejecutarlos. Cuando llegaron al lugar llamado de la Calavera lo crucificaron a él y a los malhechores, uno a su derecha y el otro a su izquierda. Mientras tanto Jesús decía: (Lucas 23, 32-33)

1- “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen”. (Lucas 23,33)

2- “En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el paraíso”. (Lucas 23,43)

3- “Mujer, he aquí a tu hijo, y tú, he aquí a tu madre”. (Juan 19, 26-27)

4- “Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?” (Marcos 15, 35; Mateo 27,46)

5- “Tengo sed” (Juan 19,28)

6- “Todo está cumplido” (Juan 19,30)

7- “Padre en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23,46).

El terremoto

“En ese mismo instante, la cortina del Templo se rasgó en dos partes, de arriba abajo. Además, tembló la tierra y hubo rocas que se partieron. También algunos sepulcros se abrieron y fueron resucitados los cuerpos de muchos creyentes (...) El capitán y los soldados que custodiaban a Jesús, al ver el terremoto y todo lo que estaba pasando, tuvieron mucho temor y decían: “Verdaderamente, este hombre era Hijo de Dios’”. (Mateo 27,50-57)

Haydn elabora una pieza de misticismo evidente que favorece el sosiego espiritual y evoca su motivo mediante delicadas emociones y un original concepto dramático, especialmente en la quinta Sonata: “Sitios” (“Tengo sed”) y en la séptima “Pater! In manus tuas commendo spiritum meum” (“¡Padre! en tus manos encomiendo mi espíritu”).

La obra se hizo popular, y actualmente se conocen cuatro versiones: para orquesta, para cuarteto, para piano y la versión de oratorio.

“¡Qué equilibrio! Ni una sola nota de más ni de menos que las necesarias. ¡Perfección absoluta! ¡Maravillosa!” (Manual de Falla, 1876-1946).

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Joseph Haydn en un retrato de Thomas Hardy.