Ante 23.000 espectadores
Redimidos en cuerpo y alma
Patricio Albacete denota la misma autoridad que durante el grueso del partido tuvo el Seleccionado Argentino para imponerse ante el representativo británico. De espaldas, Alfredo Lalanne (9), el medio scrum que cumplió una satisfactoria performance.
Foto: AFP
César Miño
Con una producción reivindicatoria de lo actuado una semana atrás en Manchester, el Seleccionado Argentino de Rugby venció ayer a su par de Inglaterra por 24 a 22, en el segundo test-match de la serie que abrió la primera Ventana IRB de la temporada 2009.
Más allá del significado especial que para un plantel en formación representa el hecho de alcanzar una victoria ante una de las potencias de este juego (pese a las ausencias de nueve titulares que están de gira con los Lions), lo más trascendente de lo acontecido ayer en la ciudad de Salta, es la actuación del representativo de nuestro país.
Es que Los Pumas eclipsaron la errática imagen entregada en el histórico Old Trafford, para impregnar el estadio Padre Ernesto Martiarena de la ancestral “esencia Puma”, sustentada por las virtudes emergentes del imprescindible aggiornamiento que el rugby actual exige.
Impusieron condiciones
Los mensajes de optimismo llegaron rápidamente: no sólo por el tempranero ensayo apoyado por el santiagueño Juan Manuel Leguizamón, sino también porque quedó claro que el equipo lució concentrado y convencido de su potencial.
Este “autocompromiso disciplinario” permitió que al cabo de los cuarenta minutos iniciales se hayan cometido únicamente cinco penales, condición absolutamente prioritaria para revertir la paupérrima actuación precedente.
A esto deben sumarse otros factores clave, como la reconquista del timing adecuado en las formaciones espontáneas, lo que otorgó una cohesión casi ideal a las distintas líneas de un equipo que se posicionó adecuadamente en el campo de juego.
Si a esto se suma una impecable solidez defensiva, en la que bien vale enarbolar la estupenda tarea cumplida por Gonzalo Tiesi en el centro del campo, no extrañó que el rendimiento satisfactorio generase situaciones propicias para sumar a través de la certeza de Juan Martín Hernández.
El 14 a 3 con el que concluyó la etapa inicial premió al equipo que sin dudas fue el propietario de un lapso coronado con cerrados aplausos de la multitud que colmó el agraciado escenario salteño.
Pura convicción
Pese a que el complemento comenzó con el excelente try de Gonzalo Camacho, que sin dudas es una de las gratísimas incorporaciones al plantel albiceleste, su desarrollo depararía no pocas dificultades.
Primero, porque en un lapso de 17 minutos se cometieron cinco penales: es decir, uno más que en todo el primer tiempo, lo que hizo temer por la posibilidad del retorno del “fantasma de Manchester”, acotando la diferencia al 21 a 12 a favor, en ese lapso de juego.
Sin embargo, a través de una fiereza defensiva que disimuló el desgaste y las imperfecciones, Los Pumas sostuvieron la diferencia en un contenido que propendió a equilibrarse cada vez más.
Un momento clave surgió a los 31 minutos, cuando la calidad de “Juani” Hernández acertó un drop de vital importancia, ya que impidió que la diferencia quedase “a tiro de try”.
Y la ratificación de esta sensación surgió a tres minutos del epílogo, cuando el buen ensayo del gigantesco Matthew Banahan (winger de 2.01 metros y 114 kilogramos), acotó la diferencia a los dos puntos que finalmente sellaron el festejado y trabajoso triunfo de la víspera.
En síntesis, con la entereza que los distingue desde siempre; la inteligencia que imprescindiblemente se requiere en estos tiempos; la vigente capacidad de sus integrantes (mixados entre experiencia y juventud) y el apoyo de un público agradecido y feliz, Los Pumas supieron construir una actuación que llegó en el momento justo, sustentando una senda que sin dudas contendrá las dificultades propias de un equipo que se encuentra en gestación.