Cada cual con lo suyo

Por Patricia Severín

“El hombre acechado”, de Ángel Balzarino. Ediciones Al Margen, 2009.

Ángel Balzarino, escritor de la ciudad de Rafaela, viene precedido de importantes premios y una larga, prolífica y valiosa obra narrativa con traducciones a otras lenguas. En este nuevo volumen, Balzarino cuenta historias posibles. Su mirada, a veces desesperanzada, la mayoría dramática tal cual lo indica el título del libro-, deja en el lector una inquietud perturbadora, y la posibilidad de reflexionar sobre las fuertes emociones que nos dominan.

La gran potencia de los textos reside, justamente, en bucear la parte en sombras del ser humano. ¿Qué proyecta cada hombre, cada mujer de estos relatos en el mundo exterior, en el universo que los rodea? Proyectan lo que llevan dentro: miedo, venganza, resentimiento, odio, trampas y, al proyectarlo, se convierten justamente en eso tan temido; en lo que tratan de evitar.

Una postura metafísica dice que los pensamientos son “cosas”: en lo que piensas te conviertes; es la convicción profunda lo que tu mente despliega y proyecta. Atraemos lo semejante y, nuestra realidad, (cada realidad) se va delineando con las acciones que traducen nuestras ideas. El cuento “Desde algún oscuro lugar” muestra este planteo teórico en toda su magnitud: la mujer es perseguida por su propia sombra, sus fantasmas. La acción realizada, vuelve una y otra vez como acusación y autocastigo, hasta lograr su destrucción. Lo que la acecha, su pesadilla, es su propia conducta manifiesta y, a su vez, oculta ante sí misma y ante los demás.

La contracara de “Desde algún lugar oscuro” es, precisamente, “A plena luz”; la protagonista ha sido violada y este secreto infranqueable la separa del mundo y le pone distancia hasta a su propia vida. Ella, entonces, resuelve extirpar, sacar, limpiar, eliminar a quien la acecha pero, sobre todo, al acecho que permanece dentro de sí. Balzarino, en este relato, traspasa el rencor, la venganza y coloca en su reemplazo la purificación; la protagonista sale de la penumbra y se apropia de la luz para desterrar la vergüenza. Es así como recupera el poder sobre sí misma y sobre la situación. Con un final magistral en absoluto predecible-, la mujer logra romper definitivamente el vínculo con su verdugo y liberarse.

En la galería de personajes de Balzarino, la transgresión no queda impune (“El refugio”); los antihéroes se sienten descubiertos (“Héroes Repentinamente”); la envidia, los celos, la venganza entre hermanas nos remiten al ejemplo bíblico (“Una sombra entre ustedes”); los temores de una madre se cumplen en un juego de destinos cruzados (“Algo más que un paseo”); el despliegue del rencor es llevado a su máximo grado (“El ordenanza”); la derrota, el desamparo, la huida sin rumbo, el sacrificio en una vulgar despedida de soltero, empareja de modo sutil como historias entrelazadas- con la entrega de Jesús (“El calvario repetido”) ; el amor, el calvario y la decisión en “Apenas un sueño”; la humillación, la burla, el rencor y el derrumbe, en “Prueba de hombre” y la venganza en “Evangelina”.

Es en los cuentos, “El amor a través de la mirada” y “Al otro lado de la ventana”, en que el gozo voyeur junto al descubrimiento de verdades y necesidades, se focaliza a través del ojo intruso. “El hombre de negro” materializa los propios demonios a través de la persecución y, en “Reglas para un crimen perfecto”, el cine y la literatura marcan las pautas del engaño, la venganza, el crimen.

La distensión, en el tono de los relatos, llega con: “Concierto para violín y orquesta Op.61” y “Centro de ayuda al suicida”, trabajados con humor ácido, corrosivo, nos llevan a repensar la atención que ponemos en las cosas, y el funcionamiento de los lugares que convocan a la ayuda.

Mención especial merece la forma, el discurso con que fueron elaborados estos cuentos. El narrador pasa con fluidez de una persona a otra, salta de la primera a la tercera con una agilidad de bailarín. Maneja el entrecruzamiento de las historias a la manera cortazariana, no se distinguen los bordes de una y otra, en un fluir que nos indica que la vida es una sola cosa, un solo mar en el que convergen los ríos particulares (“Un cuarto lleno de sombras”, “Como viento huracanado”, “El pedido”)

En estos cuentos, Balzarino deja bien claro que cada cual va con lo suyo y, que las trampas, casi siempre, nos las ponemos nosotros mismos.

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“Autorretrato” (1978), de Francis Bacon.

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“Mi propio retrato”, de Francis Bacon.