recurso para generar gas y fertilizante

Más energía en la bolsa

 

En Hipatia la empresa tambera “Jordan y Ribero” puso en práctica un biodigestor experimental hecho con un silobolsa. Al reciclar el residuo del corral de espera, evitará la contaminación de napas y la emisión de gases de efecto invernadero.

 

más energía en la bolsa

Juan Manuel Fernández

[email protected]

Aunque su razón de ser es generar gas a partir de residuos orgánicos (y fertilizante como subproducto), los biodigestores también tienen un gran mérito ambiental: ayudan a sustituir el uso de combustibles fósiles y a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, además de evitar la emanación de olores y la contaminación de capas freáticas. Estos beneficios podrían parecer accesorios si en 2006 la FAO no hubiese publicado un trabajo titulado “La larga sombra de la ganadería”, que señala a la actividad pecuaria como la responsable del 18% de la emisión global de gases de efecto invernadero.

Grosso modo, se trata de un contenedor cerrado, hermético e impermeable, dentro del cual se depositan residuos orgánicos que, mediante un proceso de fermentación anaeróbica, generan gas metano (o biogás) y cuyos residuos finales son utilizables como fertilizantes.

Esta tecnología ya tiene décadas de desarrollo y perfeccionamiento, razón por la cual también hay infinidad de modelos instalados en el campo y la ciudad. Hasta el momento la mayoría de las experiencias estaban orientadas a reciclar residuos urbanos con el fin de autoabastecer el consumo de cocinas o calderas domésticas. Sin embargo, la preocupación ambiental más la necesidad de reducir costos también acercó los biodigestores al campo.

No es lo que parece

Hipatia, departamento Las Colonias. Desde el callejón se observa, a metros del corral donde las vacas esperan para entrar al tambo, un silobolsa como tantos en los que se almacenan granos o silaje. Pero desde más cerca se nota que está semienterrado, ligeramente hinchado, mientras que una especie de canilla sobresale incrustada en la parte superior del cilindro de plástico blanco. A un lado descansa el carro estercolero junto a un cubículo de mampostería.

El conjunto no es ni más ni menos que un biodigestor experimental ideado por el ingeniero Ronald Lombardi que los propietarios de la empresa “Jordan y Ribero” decidieron instalar con un doble propósito inicial: terminar con la cava donde se vuelcan los efluentes del tambo y obtener, a cambio, biofertilizante para nutrir los alfalfares.

El funcionamiento es el siguiente: los 4.000 a 7.000 litros diarios de bosta y agua que arroja el manguereado del corral de espera, por donde transitan 650 vacas en ordeñe, se derivan al cubículo-depósito situado en una de las puntas del silo plástico; cuando este se llena, unas 2 veces por semana, se abre una esclusa para que el material orgánico ingrese a la bolsa. Allí permanecerá 30 días encerrado (“tiempo de retención hidráulico”) para que las bacterias hagan su trabajo. Al cabo de ese plazo, por la otra punta se recogerá el biofertilizante, rico en nitrógeno y fósforo (entre otros nutrientes), que será esparcido sobre la alfalfa con el estercolero. Como aún no hay destino útil en el establecimiento, ni la infraestructura necesaria para acumularlo, el biogás (55% de metano, suficiente para hacer llama) se quemará para no liberarlo al ambiente.

Nutrientes sanos

Históricamente, la familia Ribero se preguntó qué hacer con los residuos del corral de espera y el tambo. Uno de los mayores problemas era “la contaminación que genera una fosa a cielo abierto”, relató Daniel Ribero, uno de los propietarios, quien parece haber encontrado solución a ese problema.

La otra gran expectativa está puesta en el aporte que pueda hacer el biofertilizante a sus alfalfas, aunque no se plantea suplantar la nutrición convencional sino hacer un aporte complementario. “Vamos a ir probando, haciendo parcelas de ensayos de distintas dosis, con testigos sin aplicar, y entonces iremos evaluando que sucede”, precisó el productor.

“Cuando el líquido no tiene olor es porque el proceso ya está listo”, explicó el creador del sistema, y estimó que en 6 meses se puede obtener fertilizante suficiente para nutrir 100 hectáreas de maíz. En el compuesto predomina el fósforo, aunque también contiene otros minerales como nitrógeno, potasio, calcio y magnesio. Las pruebas recién comienzan y calculan que en 6 meses tendrán los primeros resultados de esta fertilización.

El otro beneficio es la desactivación, por efecto de la fermentación, de las semillas de malezas y los parásitos que existen en la bosta y que los tamberos suelen esparcir por el campo cuando diseminan el estiércol crudo en los potreros, multiplicando también los problemas.

Simple manejo

“La primera ventaja que nosotros vemos es ambiental. Es decir, generalmente no había alternativa con el estiércol más que tirarlo en una laguna o esparcirlo en el campo”, explicó Lombardi, y estimó que —si todo marcha según lo planeado— en un año y medio la cava de “Jordan y Ribero” estará seca. Por lo tanto ya no habrá contaminación de las napas con nitratos y nitritos. A su vez, la retención del metano también tiene un claro efecto ambiental, ya que el gas “tiene 21 veces más poder de efecto invernadero que el dióxido de carbono”.

Por el momento es difícil estandarizar costos para la instalación de un biodigestor de este tipo, ya que depende de las características de cada establecimiento. De todos modos, el asesor consideró que “para una empresa de 500 o 600 animales en ordeñe podríamos pensar $40.000 en adelante”. Pero vale aclarar que no es el número de animales el criterio adecuado, sino el porcentaje de recolección del residuo. “Uno puede tener 100 vacas y recolectar el 50% o tener 1.000 vacas y juntar el 5%; así que me parece que no hay establecimientos que se puedan quedar fuera de este esquema de biodigestión; al contrario, creo que se puede adaptar a distintas escalas”, estimó el especialista.

La manipulación del biodigestor es extremadamente sencilla y no requiere mano de obra extra. “Funciona prácticamente solo y básicamente se maneja con la gente de acá: puede ser el tambero o algún tractorista. Bajo ningún punto de vista hay que incorporar mano de obra para realizar este trabajo”, finalizó Ribero.

 

 
 
 
CAMPO_P8-9_A.JPG

Eso es todo. Una pileta de acumulación, una manguera de transporte, un depósito de mampostería y el silo bolsa semienterrado componen todo el sistema.

Foto: Juan Manuel Fernández

 
 
CAMPO_P8-9_CAVA.JPG

Terminar con la cava. Al dejar de volcar líquidos esperan secarla en un año y medio.

Foto: Juan Manuel Fernández

///

otras experiencias

El autoabastecimiento es posible

Desde el año 1982 la Facultad de Ingeniería Química de la Universidad Nacional del Litoral investiga el funcionamiento de los biodigestores como herramienta para la auto generación de energía.

Uno de los referentes, el ingeniero químico Eduardo Grospelli, explicó que existen muchos modelos, según el tipo y la cantidad de residuos, la inversión necesaria y el uso. Los más complejos utilizan un gasómetro que sirve para acumular y no perder el gas que no se utiliza.

Según sus estudios, cada tonelada de residuos orgánicos genera 100 metros cúbicos de biogás, equivalentes a 45 kilos de gas de garrafa. En el ámbito urbano, “el residuo domiciliario de una familia está en el orden de 1 kilo y lo que puede generar no es significativo para abastecerse de gas”, explicó.

En cambio, una familia rural que disponga de residuos animales (tambo, cerdos, vacas, pollos) sí podría disponer del volumen necesario para hacer funcionar un digestor de 10 metros cúbicos. En se caso generarían 5 metros cúbicos de biogás por día, equivalente a 2.5 kilos de gas de garrafa, suficiente para abastecer cocina, termotanque y algo de calefacción (según el tamaño de la casa). Requeriría una inversión de entre 15 y 18.000 en trabajos de albañilería y carpintería metálica, pero “el financiamiento es una limitante muy grande”. Con el ahorro que generaría, un biodigestor de este tipo se amortizaría en 5 o 7 años.

Actualmente existen varios instalados, tanto en la ciudad como en el campo, con el apoyo de la Facultad y el Movimiento Rotario. Por ejemplo, en la ciudad de Santa Fe, la escuela Gilberto Beltramino de Bº Acería utiliza el residuo de su comedor y se genera su propio biogás; y lo mismo hacen en la vecinal Juana Azurduy. También tienen el suyo en la Escuela Agrotécnica de Emilia, donde aprovechan el fertilizante para los cítricos; y en Gobernador Crespo, donde la comuna usa el residuo domiciliario; sólo por citar algunos.

 

CAMPO_P8-9_RELACIONADA.JPG

En Entre Ríos. Este modelo funciona en el Albergue Comunal de la localidad de Cerrito con 100 kilos de residuos domiciliarios por día. Así autoabastecen a la cocina y el termotanque del lugar.

Foto: Gentileza Eduardo Groppelli