Tenemos un problema

El vertiginoso crecimiento demográfico no va de la mano de las herramientas para producir más alimentos. El debate es imprescindible.

Federico Aguer

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En la actualidad, nuestro país carece de la presencia de debates acerca de los problemas estructurales y menos aún, de proyectos a largo plazo para solucionarlos. El debate político se centra cada vez más en el cruce verbal entre candidatos que privilegian el personalismo por sobre las ideas.

El campo, pese a esto, se ve obligado a la implementación de planes de trabajo a largo plazo, movido por los ciclos biológicos de las plantas y de los animales, de los cuales depende.

Sin embargo, estos problemas siguen allí, llamando cada tanto la atención para que nos pongamos a pensar en ellos.

Nadie puede dudar del trabajo llevado adelante por entidades como la National Geografic. De hecho, en el último posteo de nuestro blog en internet (www.campolitoral.com.ar), hacemos mención a un artículo publicado por este prestigioso medio.

En el mismo, se llama la atención sobre el alza vertiginosa del costo de los alimentos, que fue una llamada de atención para el planeta. “Entre 2005 y el verano de 2008 se triplicó el precio del trigo y el maíz, y se quintuplicó el del arroz, dando lugar a motines a causa de los alimentos en una veintena de países y dejando más de 75 millones de personas expuestas a la pobreza”, dice el informe.

El término que describe el fenómeno es la “agflación”, es decir, inflación alimentaria, la que golpea con mayor fuerza a las personas más pobres del planeta, dado que suelen gastar hasta el 70 % de sus ingresos en alimentos.

Para mediados de este siglo, la población mundial aumentará vertiginosamente y alcanzará los 9.000 millones de personas. Para poner en sus mesas suficiente alimento hace falta otra revolución verde, pero en la mitad del tiempo.

“A medida que se destinan más cereales al ganado y a la producción de biocombustibles para autos, el consumo anual mundial de cereales ha aumentado de 815 millones de toneladas métricas en 1960 a 2.160 millones en 2008”, continúa.

Si bien herramientas como el riego intensivo, las semillas, la fertilización y los plaguicidas son fundamentales para desarrollar zonas pobres, su uso no es sustentable para todos de manera indefinida.

El informe finaliza diciendo que dos mil millones de personas viven en las partes más áridas del planeta, y se prevé que el cambio climático cause una disminución radical ulterior de los rendimientos en estas regiones. El rol de Argentina será vital; sólo hay que empezar a mirar el tema con objetividad y ver cómo aportaremos una solución a ese problema.