EDITORIAL

La oposición en Irán

Atendiendo al desarrollo de los acontecimientos en Irán y a las marchas masivas de los opositores en reclamo de elecciones libres y cuestionando el presunto fraude de la semana pasada, se confirma el principio -sostenido por más de un analista político- de que las transformaciones de las sociedades dependen de su situación interna más que de las presiones o las críticas externas.

Lo valioso de este proceso es haber verificado que en Irán existe una opinión pública sensible, crítica y decidida a defender sus derechos y libertades. También se advierte que el poder teocrático no es tan consistente y absoluto como aparecía. Según los entendidos, desde 1979, es decir, desde los tiempos en que Irán era gobernado por el Sha, no se producían movilizaciones de esta magnitud.

Estudiantes, intelectuales, trabajadores y -para escándalo de los clérigos chiítas- mujeres salen a la calle para expresar su condena a una elección calificada de fraudulenta y, como tiro por elevación, a un régimen de dominación política que, además de conculcar las libertades, ha colocado a Irán en una crítica situación internacional.

La respuesta de la teocracia ha sido la represión y el amordazamiento de la prensa. Diarios y canales de televisión fueron censurados o clausurados, y la mordaza alcanzó a Internet y los teléfonos celulares. De más está decir que los corresponsales de la prensa extranjera fueron expulsados. No obstante, como un dato insoslayable de los tiempos que corren en materia de innovaciones tecnológicas, los opositores encontraron en el sistema conocido con el nombre de twitter la alternativa para dar a conocer al mundo lo que está ocurriendo en Irán.

El principal líder opositor, el referente que expresa a los cientos de miles de iraníes que salen a la calle en estos días, es un experimentado dirigente político que forma parte de la élite del poder clerical, pero diferenciado por la dinámica cada vez más excluyente del núcleo integrista del poder. Musaví fue primer ministro hace unos años y siempre se definió como conservador, pero al calor de la campaña electoral y de las movilizaciones masivas ha radicalizado su discurso crítico contra la jerarquía de los ayatolás.

Lo que sucede es muy interesante porque pone límites a un régimen que en el orden externo amenaza con desarrollar la energía nuclear con fines bélicos, promete exterminar a Israel y alienta a diferentes bandas terroristas. Muchos de los dirigentes opositores que hoy se movilizan en las calles critican esta política de Irán, fundada en la confrontación bélica y el accionar de bandas fundamentalistas. Importantes historiadores iraníes han evaluado los costos sociales y políticos que pagó la Nación por la guerra librada contra Irak.

El futuro dirá hasta dónde estas movilizaciones lograrán concretarse en reformas políticas y sociales democráticas para una sociedad que, sin renunciar a sus tradiciones religiosas y a sus singulares puntos de vista históricos, está decidida a apostar por la paz y la modernización.