Ante la reforma procesal
Los desafíos que presenta la publicidad de juicios orales
La cuestión de la infraestructura física y la registración. Los riesgos de “contaminación” de testigos e incomodidad de los participantes. El rol del periodismo.
Emerio Agretti
La puesta en marcha de la oralidad en los procesos penales en la provincia, que por el ahora es acotada, pero que llegado el momento se aplicará a la totalidad de las etapas de cada juicio, plantea una serie de desafíos que apuntan principalmente a lo presupuestario, pero también a los riesgos que pueden presentarse para su desarrollo.
Consultado por El Litoral, el penalista Sebastián Creus -camarista y docente universitario- hizo notar que “una divulgación masiva de las audiencias orales implica una logística que es verdaderamente cara”.
Remiténdose a la experiencia de otras jurisdicciones, donde la oralidad penal es de práctica desde hace varios años, mencionó como la primera cuestión a resolver la atinente al registro de los actos procesales -concretamente, la filmación- y su divulgación con alcance masivo, lo que implica un desembolso económico importante. Pero desde el punto de vista del mismo desarrollo del proceso, aparecen otras dificultades, vinculadas a la necesidad de asegurar el aislamiento de los testigos, a los efectos de evitar que sean influenciados por los otros. “La idea es que el testigo diga lo que vio. Si tiene contacto con otros, está demostrado científicamente que su testimonio se ve contaminado o influido. Por eso una regla básica es que estén aislados. Y la divulgación masiva por medios como la televisión genera problemas en ese aspecto”.
Al respecto, mencionó que en algunos casos de difusión masiva -como el juicio por la tragedia de Cromañón, por ejemplo- la etapa en la que se reciben las pruebas no fue televisada, para evitar que se ataque la credibilidad de los testigos por el conocimiento previo que éstos hubiesen podido tener de las versiones de otros. “No es que sean falsos o mentirosos, pero naturalmente la percepción humana se modifica por la interacción”.
“El testimonio es la prueba más inestable de todas. Siempre es mejor tener un documento, o una prueba de ADN. Una de las tareas que tiene el juez es separar la realidad de la fantasía en la representación que una persona se hace de los hechos a los que asistió. Y cuando entran en juego otras versiones, esto se complica mucho más”.
Conflicto de intereses
Además de la inversión en infraestructura -que no se agota en los medios tecnológicos, sino en la disposición de espacio físico para que las partes se desenvuelvan con la suficiente comodidad- y el problema de la eventual contaminación de testimonios, Creus marca un tercer problema. “Es el mal llamado “decoro’, y que refiere en realidad con no agregar al imputado, pero especialmente a las víctimas y también a los testigos, el padecimiento de verse expuestos al público”.
Con lo cual, asume que el principal desafío tiene que ver con “equilibrar estos intereses que son contradictorios: la privacidad, para no contaminar testimonios y agregar molestias a las personas, y la publicidad que se busca lograr para los juicios. En la búsqueda de ese equilibrio, las normas de los códigos procesales penales establecen reglas, que los tribunales aplican con cierta libertad, adaptándolas según el caso. Una alternativa es televisar a través de un circuito cerrado, con acceso libre, pero controlado: que no haya otros testigos entre quienes asisten a la transmisión”.
Naturalmente, la presencia de los periodistas en la audiencia -y la divulgación que luego hagan de lo que allí observen- abre un nuevo cauce para esta problemática. “No se puede impedir que el periodismo ingrese como público, lo que genera un problema serio en la cuestión de la contaminación de los testigos”, admitió Creus.
Por otra parte, no consideró que ésta posibilidad influya particularmente en la problemática de los “juicios mediáticos” o los tribunales paralelos que se generan en la opinión pública en casos de mucha resonancia. “Este fenómeno ya está masivamente instalado, y es una realidad que se da en todo el mundo. A mí, en lo personal, eso no me preocupa especialmente. Sí me preocupan otras cosas de esta transición, como la cuestión de la investigación de los hechos, que no se ve que se haya abordado con suficiente rapidez”.