EDITORIAL

El desafío de frenar la violencia

El año 2004, fue realmente complicado para la ciudad de Santa Fe en materia de seguridad. Con alrededor de 95 homicidios, la capital alcanzó la tasa más alta de asesinatos de toda la provincia al superar a Rosario, que había registrado 75 casos.

En distintas entrevistas realizadas con medios locales y nacionales, el entonces subsecretario de Justicia, Alejandro Rossi (hoy diputado nacional) fue el primero en acuñar el concepto de “resolución violenta de conflictos interpersonales” para explicar dichas estadísticas en Santa Fe. Un fenómeno complejo generado por el uso de la violencia para dirimir problemas privados, por la búsqueda de justicia por mano propia y un cóctel explosivo conformado por la proliferación de armas de fuego en poder de civiles, la desintegración social, la pobreza y las drogas.

Sin embargo, lo peor estaba aún por venir. En 2007, Santa Fe alcanzó el triste récord de ser el conglomerado más violento de la Argentina, con 24 homicidios por cada cien mil habitantes.

El fenómeno no era casual; tampoco nuevo. De hecho, entre 1994 y 1995 se produjo un quiebre en los niveles de violencia en la ciudad, pues a partir de aquellos años Santa Fe comenzó a superar el índice promedio de asesinatos del resto de los conglomerados del país. Desde entonces, el número de muertes mantuvo un crecimiento lento, pero constante.

Quince años después de aquel quiebre estadístico y a cinco años de que comenzara a utilizarse el concepto de “resolución violenta de conflictos interpersonales”, la situación no ha cambiado demasiado, más allá de que las estadísticas muestren alguna disminución en el número de muertos.

Tanto es así, que el nuevo secretario de Seguridad Comunitaria de la provincia, Enrique Font, hizo recientemente una descripción del fenómeno santafesino en la que, más allá de la utilización de algunos términos específicos, coincidió con las explicaciones que Rossi realizara en 2004.

¿Qué hicieron los sucesivos responsables del área para revertir la situación en todos estos años?, ¿qué hicieron los gobiernos, más allá de nombrar policías o anunciar la compra de algún equipamiento que siempre resulta insuficiente?, ¿cuáles fueron los planes concretos impulsados para revertir el fenómeno de la “resolución violenta de conflictos interpersonales”?, ¿qué es lo que falla como para que cada nuevo funcionario que llega describa la misma realidad?

Desde que asumió, la actual gestión provincial hizo especial hincapié en el objetivo de enfrentar el flagelo de la violencia a través de un enfoque amplio, que incluya lo social y cultural. El mismo planteo surgió desde el gobierno municipal.

El nuevo secretario de Seguridad Comunitaria tiene una amplia experiencia en este sentido, desarrollada a través del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD).

La responsabilidad será enorme y el futuro cercano dirá si los buenos deseos llegan, de una vez por todas, a plasmarse en trabajos concretos que comiencen a modificar las raíces profundas de esta problemática.