Iniciativa multinacional

Un camino de Latinoamérica,

Patrimonio de la Humanidad

Las antiquísimas rutas que unían los cuatro puntos cardinales del imperio inca, que recorrían los actuales territorios de Perú, Bolivia, Ecuador, Chile y Argentina, aspiran a incorporarse al listado de la Unesco. El proyecto en elaboración se podría concretar en 2012.

Un camino de Latinoamérica, Patrimonio de la Humanidad

A la vera del Gran Camino del Inca, en los faldeos andinos, se conservan varias poblaciones que han sufrido cambios muy escasos desde el tiempo de la conquista. La propuesta es que la región toda sea declarada Patrimonio de la Humanidad.

Foto: Archivo El Litoral

Javier Otazu

Agencia EFE

El Gran Camino Inca que unía los dominios del Imperio y hoy se extiende entre seis países sudamericanos, aspira a formar parte del Patrimonio de la Humanidad si prospera una de las iniciativas más ambicionas manejadas por la Unesco.

Expertos de Perú, Bolivia, Ecuador, Chile, Argentina y Colombia se han reunido durante cuatro días en Lima con representantes de la Unesco para preparar el cronograma de esta iniciativa que podría cristalizar en 2012, según dijo a EFE el director del Centro de Patrimonio Mundial de la Unesco, el italiano Francesco Bandarín.

Aunque la red de caminos incas llegó a tener unos 60.000 kilómetros de los que hay identificados 23.000, sólo será el Gran Camino o Qhapac Ñan, de unos 6.000 kilómetros, que transcurre por el interior de los Andes, el que aspira a formar parte de la lista mundial del patrimonio.

Este camino salía de Cuzco, el llamado “ombligo del mundo” por los Incas, y se bifurcaba en cuatro direcciones por todo el imperio que ellos llamaban Tawantinsuyo (las cuatro regiones, en lengua quechua).

En el aspecto arqueológico, es comparable a las calzadas romanas, explicó Bardarín, pero lo que lo diferencia es que el Camino Inca sigue vivo, es usado por los pobladores de los Andes y alberga por ello importantes riquezas de las que la Unesco llama “inmateriales“: lenguas, costumbres, músicas y todo tipo de formas culturales.

Por ello, entre los expertos reunidos durante cuatro días en Lima se hallaban arqueólogos, geólogos, etnógrafos, ambientalistas y geofísicos, estos últimos encargados de armonizar el sistema de mapas con los que los países deben representar sus partes del camino.

Estos expertos van a perfilar la candidatura del Camino Inca durante todo 2010 para presentarla en febrero de 2011 y que pueda así ser incluida en junio de 2012 en la lista del patrimonio mundial.

Sólo el Camino de Santiago en España y el Camino Kij en Japón han conseguido entrar en el selecto grupo del patrimonio mundial, recordó Bardarín.

Las once reuniones de los comités nacionales para armonizar sus políticas y avanzar en la candidatura común han costado ya un millón de dólares, explicó Bardarín, que definió la iniciativa como la más ambiciosa y compleja de su género, ya que ningún sitio de patrimonio mundial ha involucrado a tantos países.

El italiano recordó que el Gran Camino, al discurrir por la alta montaña, “no ha sufrido demasiada presión ni intervención”, dado que la población de estos países se concentra principalmente en las costas.

Una obra sin par

Aunque se llaman comúnmente “caminos incas”, lo cierto es que la red de caminos que surcan los Andes fue construida por civilizaciones anteriores, pero los incas fueron los que la perfeccionaron y extendieron hasta el punto de que dejaron boquiabiertos a más de un cronista colonial español.

Los caminos podían ser de tierra afirmada, otras veces estaban empedrados e incluso con muros de contención, en ocasiones se adaptaban a las laderas en forma de escaleras y, en los casos más complejos, se tallaba la roca misma para crear peldaños.

Pero lo que todavía deslumbra es la compleja red de construcciones asociadas al camino: las collcas o depósitos horadados en la roca donde se almacenaba cereales o habas para que los viajeros encontrasen sustento en épocas de penurias, los puentes colgantes sobre los ríos y las chullpas o torres funerarias.

Y asociado al camino, aunque ya se haya perdido su figura, está el chaski, el mensajero inca, que era generalmente un hombre joven y fornido capaz de cubrir veinte o treinta kilómetros a paso ligero por las montañas, hasta llegar a una posta donde lo esperaba un relevo fresco que portaba su mensaje o su carga.

Los soberanos incas tenían gracias a los chaskis una excelente red de información sobre los cuatro rincones del Tawantinsuyo, lo que les permitía anticiparse a rebeliones o prepararse para la guerra.

Según cuenta una de las leyendas, verídica o no, gracias a los chaskis y al Gran Camino, el soberano inca cumplía uno de sus caprichos de reyes: comer pescado fresco llegado el mismo día hasta Cuzco desde las costas del lejano océano Pacífico.

Los cuatro “suyos”

El término Inca constituía un título, posiblemente nobiliario, o una investidura, pero no una raza o un pueblo. Varios registros, permiten afirmar que el centro del imperio era Qosco que después de la presencia de los españoles tomó el nombre de Cusco. Esta ciudad representaba la capital administrativa. Los caminos que unían las cuatro regiones o “suyos” , se iniciaban en la plaza principal, y la tierra de cada región se mezclaba a modo de ritual con la tierra de Cusco.

Los cuatros “suyos” que integraban el Tahuantisuyo eran: Chichaisuyo, integrado por el norte de Perú y Ecuador; Collasuyo que abarcaba el Lago Titicaca, Bolivia, Chile y parte de Argentina; Antisuyo, formado por la Amazonia oriental; Contisuyo, región oeste de Cusco.

La agricultura era el cimiento del Imperio. Todos se involucraban en el trabajo de la tierra, hasta el emperador, que al inicio de la siembra, araba de manera simbólica con un arado de oro. La gran producción agrícola permitió a los miembros del imperio, orientar el trabajo hacia varias obras, como la creación de caminos que se conservan hasta hoy, de los que se destaca el Camino del Inca y la construcción de complejas edificaciones con grandes bloques de piedra. Las ruinas de Machu Picchu permiten tomar conciencia del poderío de este imperio.

El Camino del Inca descubierto por Hiram Bingham en 1915 (4 años después del descubrimiento de Machu Picchu) es, sin lugar a dudas, el más popular de los circuitos que existen en América del Sur. El camino más importante era el Cápac Ñan (camino real), con una longitud de 5.200 kilómetros, que se iniciaba en Quito (Ecuador), pasaba por Cusco y terminaba en lo que hoy es Tucumán, Argentina; atravesaba montañas y sierras, con alturas máximas de más de 5.000 metros. El Camino de la Costa (o Camino de los Llanos), tenía una extensión de 4.000 kilómetros, iba paralelo al mar y se unía con el Cápac Ñan por muchas conexiones. Tanto en el Cápac Ñan como en el Camino de la Costa existían cada cierto tramo tambos, en donde se almacenaban granos y otros alimentos que eran usados por el imperialista ejército inca cuando salía en campaña de conquista o para abastecer a las muchedumbres emigrantes durante los mitimaes. El ancho máximo de ambos caminos eran de unos cuatro metros.