Llegan cartas

Mutualismo

Carlos Ghisolfo.

DNI. 12.351.615.

Señores directores: Días atrás escuchamos sobre la convocatoria al diálogo entre el gobierno y los restantes actores sociales, cosa que debería ser moneda corriente. Lamentablemente, desde mi humilde opinión, se vuelve a “poner el carro adelante del caballo”. En un país con 40 % de pobreza, con millones de niños y jóvenes menores de 18 años con necesidades básicas insatisfechas y con índices de repitencia escolar y delincuencia juvenil que aterran, ¿a qué iluminado se le ocurre empezar dialogando de reforma política, internas de partidos o financiamiento de campañas? Hay que ser muy ciegos, indiferentes o insensibles para vivir en un divorcio tan grande con las expectativas y urgencias del ciudadano común.

Como dirigente social del mutualismo quiero hacer un pequeño aporte, dado que pertenezco al sector de la economía social y solidaria que se diferencia, como sector, de la economía estatal y también de la economía con fines de lucro, por su gestión democrática que privilegia la participación de la persona sobre la integración del capital. No cotizamos en bolsa. Nuestras entidades no pueden ser vendidas, ni nuestro capital social puede ser transferido a sociedades con fines de lucro. Somos parte de un gran movimiento, que incluye mutuales, cooperativas, asociaciones civiles de ayuda a los desposeídos, cooperadoras escolares y asociaciones deportivas, que prestan servicios a millones de argentinos y que reúne más del 10 % del Producto Bruto Nacional, con una historia de más de 150 años de vida.

Estamos junto a la persona que sufre y tratamos de aliviarlo con soluciones rápidas y precisas. Sabemos que a la miseria y al dolor hay que enfrentarlos y derrotarlos. Por ello me atrevo a sugerir que no pierdan más tiempo en reuniones de cúpulas para la foto. Que fijen, inmediatamente, y como prioridad, el combate a la pobreza, a la falta de trabajo y al no acceso a la educación. Y para eso nada mejor que utilizar nuestras estructuras. Los dirigentes de nuestras instituciones tenemos una cultura y capacidad de manejo de la cosa comunitaria y el ingenio para lograr recursos y administrarlos para que se alcancen los objetivos propuestos. Esta cultura es la que nos habilita para administrar idóneamente la cosa comunitaria pública. Y para ejemplo basta con ver cómo nuestras entidades, con escasos recursos y sin ayuda estatal, son el motor del funcionamiento de servicios esenciales de la vida, como el agua, la electricidad, la salud, la comunicación, la educación o la vivienda. Nosotros unimos solidariamente la precariedad de cada individuo para hacer la fortaleza de todos. Nos asiste la autoridad ética y moral de haber soportado de pie todas las crisis nacionales, sin abandonar nuestro aporte y lugar de gestión, aun en los años posteriores al 2001. ¡Por favor! No creen nuevas y burocráticas estructuras. Nosotros ponemos las nuestras a disposición de todos y cada uno de los argentinos. Nuestro gran objetivo es globalizar la solidaridad. ¿Nos permitirán?