El espíritu de un Puma

La llegada de Garretón al Obelisco, luego de correr 32 días y unir Tucumán con Capital Federal. Fueron 1.310 kilómetros recorrido con la fuerza de sus piernas.

El espíritu de un Puma

Pablo Arturo Garretón es médico neurocirujano, tuvo el inmenso honor de ser capitán de Los Pumas en el Mundial de Rugby Inglaterra 1991. Hoy, dedicado a la medicina, persigue un objetivo más allá de ella: que el rugby vuelva a ser, más que un deporte, una herramienta de formación humana. TEXTOS. LUCAS CEJAS. FOTOS. el litoral.

Alguien dijo, alguna vez, que “la vida de una persona, como la de un país, está constituida de triunfos y fracasos, y tan dignos son unos como otros”. Vale recordar esta definición para saber que Pablo Garretón -43 años, casado con Dolores Helguera y padre de 6 hijos-, tanto en la cancha como en la vida, atravesó momentos de logros y adversidades; y sus triunfos son el producto de la dedicación, el sacrificio y la entrega con la que este médico neurocirujano y ex capitán de Los Pumas abrazaba los diferentes planos de su vida -entiéndase, familia, estudio, trabajo y deporte.

Aunque él no quiera ser ejemplo, lo es: en 1987 debutó en Los Pumas, a los 21, y sólo cuatro años después fue el capitán del seleccionado; trabajando y estudiando se recibió de médico neurocirujano en Tucumán y se especializó en hospitales de Estados Unidos; corrió 1.310 km desde su provincia hasta el obelisco, para recaudar fondos y construir un hospital general que atendiese a todo el -tantas veces postergado- Noroeste argentino; y, por si fuera poco, ganó el Olimpia de Plata al mejor jugador de rugby en 1991. ¿Algo más? Por supuesto, desde hace 3 años se dedica a recorrer los diferentes clubes de rugby de la Argentina, brindando conferencias dedicadas al rugby infantil, pero que también pueden implementarse en todas las divisiones. El objetivo de esto: promover las claves para un buen juego y difundir los valores que este deporte adoptó: respeto, prudencia, fortaleza, templanza, amistad, solidaridad, caballerosidad, creatividad y lealtad, entre muchos otros. La finalidad: erradicar la falta de respeto, la violencia y el excesivo consumo de alcohol; expresiones que -en algunos lugares-, caracterizan al rugby pero nada tienen que ver con su esencia.

Garretón habla tranquilamente, pero con vehemencia. La entrevista telefónica no tiene la misma calidez que el reportaje en persona pero, aún así, da gusto escucharlo hablar, humildemente, sobre los orígenes del rugby y sus valores, los logros como jugador, la edificante experiencia de liderar un grupo y el desafío de ser -en lo posible y diariamente-, una mejor persona. Nosotros lo escuchamos.

La medicina y un largo camino a casa

- ¿En que año te recibiste de médico?

- En 1991, en la Universidad Nacional de Tucumán; al año siguiente hice la residencia en el Hospital Italiano de Buenos Aires y luego viajé a Estados Unidos, donde me especialicé -durante un año- en los hospitales Mount Sinaí, de Nueva York, y John Hopkins, de Maryland. En ese momento viajé con mi mujer, Dolores, mi hija Dolores y Julieta. Regresé a Tucumán en 1998 y desde entonces trabajo en la práctica privada como neurocirujano.

- ¿Ese mismo año tuviste la idea de correr un maratón desde Tucumán a Buenos Aires?

- Sí, fue para recaudar fondos con el objetivo de construir un hospital en mi provincia. Luego de dos años pudimos concretar la idea, pero nos equivocamos de socios (en clara referencia a los políticos de turno). Logramos convertirlo en un centro medico bárbaro, donde atendíamos a más veinte mil personas por mes. Estaba ubicado en el barrio Yerba Buena. Y bueno, nos iba tan bien que desde el municipio decidieron discontinuar el acuerdo, y nos quedamos en la calle cerca de 80 médicos; de a poco fueron echando a todos los profesionales.

Siempre nos corrieron con el rumor de que no se atendía a la gente porque no había plata para pagar, y nunca encontré una persona que me lo dijera a mí, no sé si antes pasó algo similar, pero nunca fue una directiva nuestra. Había gente que iba con una urgencia y no tenía dinero para pagar, la atendíamos igual y después volvían y nos pagaban agradecidos, porque el servicio era de muy buen nivel.

El éxito radicaba en la calidad de los profesionales que trabajaban allí y en el compromiso del resto del personal, que trabajaron de un modo notable. El médico no es un commodity, no es lo mismo un médico especializado que uno que no lo está. A estos médicos los seleccionamos por concurso y fue la primera vez que se hizo algo así para ingresar en este tipo de centro médico.

Fue una experiencia con la que aprendimos mucho. Y seguimos perseverando, a la espera de -algún día- poder hacerlo lejos de la amenaza de la discontinuidad y de la falta de autonomía, algo indispensable para poder sacar un proyecto así adelante.

- Luego de correr los 1.310 kilómetros en 32 días, ¿tuviste una arritmia?

- Sí, tuve una fibrilación ventricular y me realizaron una ablación cardíaca en Estados Unidos. Lo empecé a notar durante el maratón, yo no sentía nada pero el pulsímetro marcaba, estando acostado, en reposo, de 50 pulsaciones a 200, entonces sonaban todas las alarmas y no entendía qué era. Otro día, entre dos cirugías que estaba haciendo, bromeando me pusieron los electrodos como si yo fuera el paciente y ahí el anestesista vio la lesión. Me hice un estudio que terminó con una ablación exitosa en el hospital John Hopkins.

Bajé ocho kilos, y me infiltraron la rodilla porque tenía tendinitis. No había calculado el peralte de la ruta (pendiente transversal que se da en la calzada de una carretera). Una cosa es correr uno o dos días y otra es hacerlo durante treinta días seguidos: la mínima inclinación, el viento, todo eso te va demoliendo. Bajarte y subirte a la banquina quinientas veces te termina lastimando. Tuve problemas en los tendones de Aquiles y rotuliano. También me dolían las caderas, pero después de San Nicolás se pasó todo.

- ¿Recibiste ayuda?

- Sí, nos ayudaron mucho algunas empresas. Lo que pasa es que nosotros teníamos la idea de no tomar absolutamente nada hasta no completar el programa de necesidades, para que no suceda lo que pasa muchas veces, que recibís cosas y luego no podés cumplir con el objetivo , y después queda todo hecho un esqueleto que se muere. Luego nos encontramos con la posibilidad de que el Estado fuera el socio de este emprendimiento: entusiasmados nos metimos, pero muy triste salimos.

Francisco De Narváez se acercó y nos ayudó. Estoy muy agradecido, y ahora que lo veo bastante en los medios con esta cuestión política, sé que es un tipo de verdad. (Recordemos que en 1998 De Narváez aún no había incursionado en política).

Los Pumas

- Teniendo en cuenta que en el “87 viviste el Primer Mundial de Rugby como espectador y el segundo, en el ‘91, ya siendo capitán de Los Pumas, ¿sabías en ese entonces lo que eso significaba o lo dimensionaste después?

- La verdad es que visto desde adentro uno no se va dando cuenta muy bien de las cosas, simplemente trata de cumplir y de servir en el equipo, eso es lo que yo trataba de hacer. Tuve la suerte, al principio, de jugar en un equipo de grandes jugadores y, después, tuve el enorme honor de dirigir un grupo de personas que posteriormente serían una camada de exitosísimos rugbiers; estuve en medio de esas dos etapas, así que el mayor de los privilegios lo tuve yo. Es difícil para mí, desde esa posición, poder decir algo más de todo lo positivo y edificante que ha sido esa experiencia.

- ¿Recordás el día en que te nombraron capitán? (fue el primer jugador del interior en ser capitán de Los Pumas)

-Sí, fue en Córdoba. Teníamos que jugar un partido de práctica y algo me habían comentado, el entrenador y unos dirigentes me llamaron y me notificaron. Fue algo que viví con mucha responsabilidad, en plena etapa de transición, una etapa muy crítica del rugby argentino, porque el rugby internacional se subía al escenario profesional y el rugby nacional quedaba en uno amateur; entonces veíamos un futuro bastante complicado. De hecho, en el historial de los partidos se ven primeros tiempos brillantes y a partir de los 10 ó 12 minutos del segundo tiempo nos empezaban a quebrar porque nos demolían físicamente.

Mirá, si el rugby se vive bien, los triunfos y las derrotas tienen que ser experiencias edificantes, y fue edificante para nosotros; de hecho, los chicos que se formaron en la adversidad siguieron y fueron los que llegaron a cuartos de final en Mundial de Gales “99, y luego ellos le pasaron la posta a los que lograron la maravilla del tercer puesto en Francia “07.

- En el “88 jugaste una serie muy dura con Los Pumas ante Francia, ¿cómo lo vivías, había temor?

- Sí, la valentía -en definitiva- es un enorme valor derivado de la fortaleza, que debe practicarse en el rugby. Eso no implica no tener miedo, sino poder superarlo y dominar la instancia. Cuando tenés tremendos jugadores en frente, es algo más que miedo. La valentía es eso: superar el miedo, poder enfrentarte, sortear el obstáculo y salir airoso. No significa ganar, sino poder llevarlo adelante con dignidad. Y creo que eso lo practicamos en gran medida en esos años. Era un equipo muy bien ensamblado.

- A nivel local, ¿cuál fue el tercera línea más bravo que enfrentaste?

- Jorge Allen, que es un gran amigo mío. Era el más duro de todos, tenías dos piernas fuertes. ¡No lo podías agarrar! (sonríe). Ahora, si te agarraba él con un tackle.... Yo no me dejaba agarrar muy frecuentemente; si no, no estaría acá (sonríe). Un tipo extraordinario.

Yo era muy joven cuando llegué a Los Pumas y Jorge, junto al “Chapa” Eliseo Branca, me adoptaron, por decirlo de alguna manera. Ellos me decían que yo venía del campo y me llevaban un poquito para allá. La verdad, tipos fuera de serie; por ahí la gente los conocía como jugadores nada más, pero eran muy buenas personas.

- Finalizaste tu carrera en Los Pumas en el “93, a los 26 años, ¿cuál fue el motivo?

- Me volvieron a convocar en abril del “93 y jugué mis dos últimos partidos ante Japón. Ocurre que vivía adentro del hospital y era mi segundo año de residencia, entonces no comía, no dormía, pasaba días seguidos de guardia, hasta quedé anémico; es muy dura la residencia.

El rugby y sus valores

-¿Por qué decidiste dedicarte a subrayar y difundir los valores en el rugby?

- Porque un día me invitó un primo hermano a ver jugar a mi sobrino, que tenía 15 años, y el partido terminó en una batalla campal entre jugadores, entrenadores y padres... una vergüenza. Era un día lluvioso y frío, y cuando me volvía me dí cuenta de que el rugby ya no era lo que yo había vivido como jugador: notaba muchas cosas raras, prácticas que si bien son ajenas a este deporte, casi caracterizan al rugby de hoy en día: muchos excesos, como alcohol, violencia, groserías, etc. Como te digo, lo caracterizan pero no tienen nada que ver con su esencia. Y bueno, ahí empecé a estudiar el tema, a profundizar -hace ya de esto unos tres años-, y voy a ir hasta la IRB (Internacional Rugby Board) si es necesario (bromea).

Estoy tratando de contribuir para que el rugby vuelva a ser lo que debe ser, no lo que cada persona quiere que sea. El rugby es una herramienta de formación humana, y no otra cosa.

El año pasado ayudé a un amigo entrenador, porque después del Mundial 2007 se inscribieron muchos chicos y él no daba abasto. Yo tampoco dispongo de mucho tiempo, porque tengo 6 hijos (Dolores, Julieta, Valentina, Lucas, Pablo y Olivia), o sea que tengo mi propio equipo de seven para ocuparme en mi casa (sonríe). Fui, observé algunas cosas, y decidimos en el club que íbamos a vivir “en mejor tono” el rugby, desde los papás hasta los chicos y los entrenadores, pasando por espectadores y árbitros.

- ¿Cómo ves el tema del amateurismo y del profesionalismo con respecto a ciertas actitudes dentro del rugby?

- El tema es así: los dos escenarios, el amateurismo y el campo profesional, no se contraponen, van detrás del espíritu con que se viva. Las desviaciones, las aberraciones que se ven en el profesionalismo -como la explotación de los jugadores, el exitismo, el utilitarismo y el materialismo- son desviaciones humanas, no exclusivas del profesionalismo.

El campo amateur también tiene lo suyo, hay agresiones a los árbitros, hay insultos, hay desorden, cosas mal hechas, mucho favor y poco compromiso, y eso no es propio del amateurismo en sí, sino que es producto de la falla humana que hay en el amateurismo. Hay excelentes profesionales, como los chicos que jugaron el último mundial y lograron el tercer puesto, que son excelentes personas, así que ese debate creo que está muy agotado. Como te decía, el rugby debe ser escuela de vida; si no, no sirve.

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Pablo Garretón trabajando en su profesión de médico neurocirujano.

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Hoy, Pablo Garretón promueve claves para fomentar la práctica del buen rugby y evitar todo tipo de conductas ajenas al deporte.

Deporte de caballeros

- Hugo Porta dijo alguna vez que él quería un rugby nacional y popular que fuera jugado por todos, ¿compartís la expresión?

- Yo, más que compartir eso, respeto el origen del rugby, que es un deporte elitista, no clasista. El lema en la entrada del estadio de los Barbarians está expresado con toda claridad: “El rugby es un deporte para caballeros de cualquier clase, pero no es para malas personas de cualquier clase”. No es un deporte para “perfectitos”, es para tipos que aceptan la lucha de mejorar día a día, no solamente en el rugby, sino en todos los planos de la vida: en la familia, en el estudio y en la recreación. Podés hacer las cosas bien o mal, aunque no te salgan; aunque te caigas mil veces, igual tenés que levantarte y corregir los defectos. Bueno, es para eso el rugby, invita a ese tipo de gente. El que directamente renuncia a eso, por más que tenga en la cuenta miles de millones de dólares, jamás va a ser un buen rugbier y, quizás, por ahí hay un “chico sencillo” que puede lograr mucho más.

Yo, en ese sentido, no soy ejemplo de nada. Soy un muchacho común y corriente que estudió y trabajó de muy jovencito e hizo su carrera. Me casé, tengo mi familia, dejé el rugby en un momento que tenía que optar sobre quería hacer como plan de vida, y bueno, mi plan estaba hecho. Así que más que compartir con Hugo, respeto el origen y la esencia del rugby.

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garretón en 1991 como capitán de los pumas.

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Así quedó su espalda luego de la victoria de Los Pumas ante Francia en 1988.

“Hemos sido buenos rugbiers”

-¿Cómo líder de Los Pumas te responsabilizabas mucho por los resultados?

- Ganar o perder en el rugby no significa hacerlo en la cancha, sino es enfrentar lo que te toca. Hemos terminado siendo buenos rugbiers, creo que nadie se ha tirado por una ventana o ha hecho una macana, hemos sabido llevar los momentos difíciles.

En lo personal, ha sido muy edificante por las lecciones de vida que te da. Liderar un grupo en la adversidad, en la crisis, liderar un equipo en formación, con chicos que tenían que enfrentarse en condiciones desiguales contra adversarios muy peligrosos, es una experiencia muy fuerte. Yo temía por la salud de los chicos, que no se lastimara ninguno era mi principal preocupación; eso me desvelaba.

En el boxeo nunca pelean profesionales con amateurs. En el rugby podés jugar como amateur, correr el riesgo de que te agarren cinco All Blacks, que son súper profesionales, y eso es peligroso. Pero, bueno, todo eso ha sido una experiencia muy fortalecedora que me ha afirmado, así como también muchos otros valores me han fortalecido. Ganar o perder en el rugby no es hacerlo en la cancha, sino hacerlo en la vida.

“Estoy tratando de contribuir para que el rugby vuelva a ser lo que debe ser, no lo que cada persona quiere que sea. El rugby es una herramienta de formación humana”.

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en la conferencia de prensa posterior a su llegada a buenos aires.