Al margen de la crónica

“Está un poquito embarazada”

Las voces populares suelen ironizar sobre una situación que en rigor no reconoce matices, simplemente porque se está o no se está. No hay medias tintas: el diminutivo no excusa la condición.

La presidenta ha pedido ahora que la dejen tener “un poquito de superpoderes”. Eso que es una violación de la ley y que permite al presidente, mediante un eufemismo leguleyo, hacer lo que la norma constitucional y contable le prohibe, es decir manejar las cuentas públicas a discreción.

Los mismos argumentadores obsecuentes del poder han demostrado que la mandataria nunca ha afectado más que el 3,5 % o 4 % de los recursos presupuestados, mediante el mecanismo de superpoderes. Así que el “límite autoimpuesto” del 5 % es una mentira fáctica disfrazada de evolución republicana.

Lo interesante del caso será observar cómo se comportarán aquellos que siempre cuestionaron la “delegación de poderes” por ser inconstitucional que el Ejecutivo haga algo que está delimitado estrictamente al rol parlamentario.

¿Lo aceptarán a nombre del diálogo o serán rigurosos a nombre de la ley? Ya hay opinadores adeptos que advierten sobre la necesidad de darle margen de maniobras a un mandatario en tiempos de crisis, en especial en países que -como el nuestro- buscan su consolidación democrática, económica y social (por no decir que son subdesarrollados).

La anomia legal es una de las condiciones necesarias del fracaso social, político y económico. Y no son pocos los que obtienen con ellas unas buenas ganancias, a costa de una realidad mejor para más gente.

¿Hay algún dirigente que sea mejor que la ley? Si la respuesta es afirmativa, el sistema es el populismo. Que no es lo mismo que República.

Es el mismo principio que después habilita a cruzar un poquito por mitad de la cuadra, manejar con una copita demás, rebajar un poquito la leche, diluir un poquito la mezcla para el edificio, quedarse con el vueltito, robar un poquito. Y así sucesivamente.