Homenaje a René Favaloro

El gran ausente

Dr. Miguel Ángel Bravo

“Los genios no existen, a la capacidad individual hay que agregarle siempre el trabajo y la dedicación”. René Favaloro.

En la vida de los pueblos, ocurren hechos trascendentes que quedan grabados inexorablemente en su historia. El 29 de julio del año 2000 debería ser recordado como una de las fechas más tristes de nuestro derrotero como Nación. En ese nefasto día se iba una de las mentes más lúcidas que ha dado la República Argentina: despedíamos al Dr. René Favaloro.

Brillante científico, creador de un método revolucionario (by pass) de enorme utilidad cuando se obstruyen las arterias del corazón y éste pide a “gritos más sangre” para poder sobrevivir y evitar de esa manera el temible infarto de miocardio (músculo del corazón).

Mediante esa grandiosa proeza creativa benefició a innumerable cantidad de personas en el mundo entero, prolongando sus días y mejorando su calidad de vida, al alejar de alguna manera “el fantasma de la muerte”.

El nombre de René Favaloro dio vueltas por el planeta y en cuantiosos centros de altísimo nivel científico su capacidad fue distinguida largamente. Exponente cabal de nuestra cultura, llevó a la ciencia argentina a ubicarse entre las más importantes mundialmente.

Humanista por excelencia, dedicó gran parte de su tiempo a analizar los graves problemas por los que atraviesan las distintas sociedades del planeta, las angustias, decepciones y frustraciones que padecen a diario nuestros semejantes.

Se interesó por estudiar las diversas formas de gobierno implementadas en todos los países, su influencia en el plano socioeconómico y su repercusión en el ámbito de la salud pública, arribando a conclusiones insospechadas y totalmente novedosas.

Consideraba al período actual como la “Era del Neofeudalismo”, con las consiguientes implicancias de pobreza y marginación de vastos sectores de la población, especialmente de países periféricos.

En los últimos congresos científicos realizados en diferentes partes del mundo, incluidos los países más pudientes de la Tierra, se encargaba de cerrar los mismos con temas totalmente ajenos a la cardiología, tales como: “La pobreza de la Argentina y de Latinoamérica”; “El futuro de nuestro país”; “¿Qué será de la humanidad en los años venideros?

Defensor a ultranza de la educación, como baluarte imprescindible para enaltecer a los pueblos, señaló al respecto: “La única aristocracia, el único elitismo es el de las neuronas”.

Esta definición expresa su claridad conceptual sobre la significación de la instrucción de la sociedad en su conjunto, en momentos en los cuales estamos inmersos en una verdadera “tragedia educativa”.

La Argentina fue considerada durante gran parte del siglo XX un ejemplo en América Latina, en lo referente al plano pedagógico, con presupuestos elevados para educación, figurando a la cabeza en cuanto a la formación de científicos, artistas, escritores y políticos de real envergadura.

La actualidad, según los últimos informes, nos encuentra entre los países con peores calificaciones en áreas como comprensión de textos, matemática y ciencias, situación impensable en la patria de Domingo F. Sarmiento, en el país de la innovadora Reforma Universitaria de 1918, de los Premios Nobel Carlos Saavedra Lamas, Bernardo Houssay, Luis Federico Leloir, Adolfo Pérez Esquivel, César Milstein y muchos más que, sin haber recibido grandes distinciones, dejaron bien sentado el prestigio de la “materia gris” argentina.

Dotado de gran humildad, cualidad que caracteriza a los grandes de verdad, aclaró al respecto: “Dios me libre de ser tomado como modelo. ¡Desgraciado el que se cree tal cosa!”.

Lamentablemente nuestro país tiene facetas inentendibles, caracterizadas por ignorar a cerebros brillantes, obligándolos a que “miren hacia afuera”, buscando nuevos rumbos, otras fronteras que abran sus puertas para poder desarrollarse en el campo científico o humanístico principalmente, con los innegables beneficios aportados sin costo alguno a las naciones que los cobijen.

El trágico y lamentable final del doctor Favaloro nos conduce irremediablemente a reflexionar sobre qué tipo de país pretendemos, aquel del verde billete sospechosamente al alcance de nuestras manos, de la frivolidad e indignante corrupción de gran parte de nuestros gobernantes, de la presencia de espejitos de colores posmodernos (artículos importados) por doquier, de las ganancias colosales de afamados empresarios y personajes de la farándula depositándola en países extranjeros; o el país serio en el cual la educación, la ciencia y la salud vuelvan a ocupar el lugar que jamás debieron perder.

El gran ausente

Dr. René Favaloro.