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“La negociación de la intimidad”

 

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La intimidad ¿implica un secreto impropio de una tasación? ¿La economía y la intimidad pertenecen a mundos autónomos y antagónicos? ¿Son, como opinan algunos especialistas, “esferas separadas y mundos hostiles”, áreas distintas y apartadas, con una inevitable “contaminación entre ambas y un irremediable desorden cuando dichas esferas se ponen en contacto”? ¿O, como opinan otros especialistas en ciencias sociales, lejos de constituir un encuentro entre dos principios contradictorios, la mezcla de actividades económicas y de intimidad, “no es nada más que otra versión de una actividad normal de mercado, nada más que una forma de expresión cultural, nada más que una forma de ejercicio del poder”? Viviana A. Zelizer, en “La negociación de la intimidad” (Fondo de Cultura Económica), considera errónea estas opiniones y sostiene que “las personas se ven involucradas cotidianamente en el proceso de diferenciar relaciones sociales significativas, incluidos sus lazos más íntimos. Realizan un trabajo relacional. Entre otros indicadores, usan distintos sistemas o medios de pago para crear, definir, afirmar, desafiar o anular esas distinciones... Discuten, por ejemplo, para distinguir entre una remuneración, un derecho o un regalo. Cuando me diste ese billete de 100 dólares, ¿estabas pagando mis servicios, entregándome mi asignación semanal o demostrando tu generosidad?”. Sostiene también que las personas “adoptan símbolos, rituales, prácticas y formas físicamente diferentes de dinero para señalar distintas relaciones sociales”.

El análisis de Zelizer sobre las intersecciones entre intimidad y transacciones económicas (sea en el derecho, en las relaciones de pareja o de cuidado, o en la economía hogareña) parte de considerar que “todas las relaciones sociales en curso, íntimas o no, incluyen al menos un mínimo de significados compartidos, de reglas operativas y de límites que separan una relación de la otra.

“Todos nosotros estamos negociando constantemente las combinaciones apropiadas entre nuestras relaciones íntimas y nuestras actividades económicas fundamentales. Las elecciones que hacen las personas en este aspecto tienen un considerable peso moral y serias consecuencias para la viabilidad de sus vidas íntimas. La intimidad tiene un gran valor para sus protagonistas y, en consecuencia, implica graves riesgos. Ningún modelo único de intimidad nos servirá para todos los fines. La intimidad adquiere distintas formas. Y también su negociación”, concluye.