Contrapunto con Natalio Botana

“Hay que evitar el recambio

del gobierno por la crisis”

Natalio Botana nos recibe en su casa. Es una reunión amena. Además de ser uno de los politólogos más reconocidos de la Argentina, es un exquisito interlocutor, un hombre capaz de compatibilizar los rigores del conocimiento con el matiz sugestivo de la anécdota y el tono medido del humor, todo ello en un clima de cordialidad y afecto administrado con el talento y la maestría de un señor.

Rogelio Alaniz

—En un artículo muy comentado, usted habla de transitar desde una ética destituyente a una ética instituyente. ¿Puede ampliar estas ideas?

—Cómo no. Estoy preocupado porque muchos hablan de 2011,cuando la realidad nos dice que tenemos por delante dos años y medio de gobierno. En el primer tramo, con un Congreso rengo que no sabemos para qué lado va a apuntar y, por el otro, con el Congreso que va a asumir en diciembre. Entonces, a mí me preocupa muchísimo el talante de determinados sectores que sostienen que se terminó el kirchnerismo y que hay que programar el poskirchnerismo.

—¿Mariano Grondona?

—No voy a dar nombres. Lo que a mí me preocupa es que institucionalmente el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner no se acabó. Es más, todavía no ha transitado el primer tramo de su período. Yo desearía entonces que hubiera un cambio muy profundo por el lado del gobierno. Si es verdad que las elecciones dieron lugar a una crisis, ello debería permitir obtener los máximos beneficios de las oportunidades que se abren.

—¿Cómo se debería aprovechar esta oportunidad?

—Yo diría que, en primer lugar, hay que echar las bases de un nuevo pacto federal -un tema en el que el gobernador Binner ha insistido muchísimo-, cuya naturaleza central es de carácter fiscal.

—Sobre ese tema usted ha escrito diversos artículos...

—Así es. La Argentina viene arrastrando desde gran parte del siglo veinte lo que denomino el problema de la ciudadanía fiscal, es decir, la relación del ciudadano con el Estado a través de la obligación política de pagar impuestos y el reparto de esos impuestos entre la Nación y las provincias. A estas ideas las expresé en el paraninfo de la UNL: no hay política progresista en el siglo XXI que no pase por resolver seriamente la cuestión fiscal.

—¿Y qué quiere decir con esto de resolverla seriamente?

—Significa crear un esquema fiscal de impuestos directos y progresistas que en la Argentina no existe. Sobre esa base, ir a un reparto equitativo de impuestos -que tampoco existe en la Argentina- entre la Nación y las provincias. No es posible que el país esté funcionando con un sistema perverso de coparticipación federal, en el cual casi el setenta por ciento de la bolsa fiscal queda en manos del Estado nacional y un treinta por ciento, como regalo, queda en manos de las provincias...

—Éste es el reclamo de Santa Fe, por ejemplo.

—Lo es, y también es el reclamo de provincias como Córdoba y Mendoza. Y no es por azar que las oposiciones más racionales que están surgiendo en el país vengan de estas provincias. Obviamente, lo que yo propongo es una hipótesis de corto plazo. Yo desearía fervientemente que entre gobierno y oposición se echasen las bases sobre estos pactos fiscales, porque no hay tiempo que perder.

—¿Y la cuestión federal?

—Desde el punto de vista del federalismo, insisto en que no es viable, tal como está constituida la provincia de Buenos Aires.

—¿Puede explicarlo?

—En 1880 la Argentina equilibró el sistema federal. No lo equilibró democráticamente porque era un sistema oligárquico, pero lo hizo en términos de federalismo.

—Entonces, la razón, ¿la tenía Alem o Hernández?

—La tenía Hernández.

—Pero Alem advirtió sobre el problema de la ciudad de Buenos Aires, a la que después Ezequiel Martínez Estrada llamaría “La cabeza de Goliat”...

—Los dos tenían razón. Alem, porque advirtió sobre los riesgos de la federalización de Buenos Aires y en ese sentido fue un profeta. Pero lo que no vio Alem es lo que sí advirtió Hernández: que era necesario dividir la provincia de Buenos Aires, porque unida desequilibraba al país. En su momento se equilibró bastante, dado que la provincia de Buenos Aires y la ciudad tuvieron poblaciones más o menos equivalentes; además, se hizo la ley de territorios nacionales, con lo cual se le limitó a la provincia de Buenos Aires toda posibilidad de extenderse hacia el sur.

—Capaz que entonces se cumpla el sueño de Bahía Blanca de ser la capital provincial...

—¿Por qué no? Bahía Blanca, capital de la provincia de Buenos Aires y, La Plata, por ejemplo, capital de la nueva provincia. No estaría mal. Usted piense que una provincia como la de Santa Fe, integrada, económicamente fuerte, con muy buenos recursos humanos, tiene más o menos tres millones de habitantes. La provincia de Buenos Aires suma alrededor de doce millones. ¿Usted cree que con ese desequilibrio es posible hablar de federalismo? Repito: mientras no se resuelva el tema de la provincia de Buenos Aires, mientras no se establezcan políticas institucionales en esa dirección, es inútil hablar de federalismo y es imposible pensar en políticas fiscales y sociales progresistas en serio.

—Un politólogo dice que los jefes de Estado pueden cambiar de ideas, pero es muy difícil que cambien su temperamento. Con esto quiero decir que los Kirchner difícilmente modifiquen lo que es un estilo de gestión del poder, un estilo que es el único que han practicado y conocen.

—En política hay que tener cuidado con los determinismos. Del mismo modo que en política debemos atender los condicionamientos económicos pero no practicar el determinismo económico, sobre la política tampoco hay que proyectar el determinismo psicológico. El presidente de la Nación no es Kirchner, es Cristina. Puede que siga actuando como reflejo de Kirchner o puede que no, pero ciertamente yo planteo como hipótesis deseable que es necesario buscar una concertación. Muchas veces el camino del diálogo se abre no por convicciones, sino por necesidades. Bueno, yo creo que hay que alentar eso.

—A usted no se le escapa que su planteo tiene serias dificultades para realizarse en la práctica...

—No estoy tan seguro. De todos modos, entiendo que la labor de un intelectual, de alguien que piensa la política, es plantear grandes objetivos, realizables, eso sí, pero enmarcados en un plano teórico aceptable.

—¿No le parece que a esta estrategia dialoguista el gobierno debería haberla planteado cuando se votó la 125 o cuando renunció el ministro Peirano? Hoy, el diálogo planteado desde la debilidad política, desde la derrota, tiene pocas posibilidades. Tal vez me equivoque, pero veo a amplios sectores más interesados en bloquear al gobierno que en dialogar...

—Si están más interesados en bloquear que en dialogar, el país va a a la crisis, y si el país va a la crisis, esto concluye fatalmente en un aumento en espiral de la pobreza.

—¿Puede explicarlo mejor?

—Esto significaría que, si vamos a una crisis, si vamos a lo que yo llamo el recambio del gobierno a través de la crisis, al pato lo van a seguir pagando los pobres.

—O sea que la supuesta destitución por cualquier vía...

—...sería desastrosa para el país, porque ése sería el mensaje que la Argentina le daría al mundo: una democracia imperfecta, una democracia que funciona a través de golpes para cambiar los elencos de gobierno. Repetiríamos, entonces, el cambio del gobierno a través de la crisis, algo que ya hicimos con De la Rúa. Y que ya antes había ocurrido con Alfonsín.

—La oposición es responsable, pero convenga conmigo en que nada se puede hacer si el oficialismo no se pone a la altura de las circunstancias.

—Por supuesto que el oficialismo es responsable, pero mi argumento es que hay que procurar crear las condiciones necesarias para que haya un clima de concertación. Si no hay concertación, vamos al recambio del gobierno por la crisis.

“Hay que evitar el recambio del gobierno por la crisis”

Sin determinismos. Botana previene contra los preconceptos, señala que el cambio de condiciones políticas modifica actitudes y enfatiza la necesidad de crear un clima para la concertación.

Foto: El Litoral