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Un día de verano en Madrid

Una vista de Madrid, desde una de sus terrazas más famosas.

Un día de verano en Madrid

La capital de España no tiene playa, pero ésto no impide que se colme de turistas que buscan conocer, bajo el sol del estío, los secretos de un destino cultural y gastronómico.TEXTOS. NATALIA P. OTERO. FOTOS. EFE REPORTAJES.

A pesar de las altas temperaturas, un día en la capital española ofrece un sinfín de posibilidades en los campos de la cultura, esparcimiento, descanso y gastronomía.

Sólo hay que ponerle ganas y hacerse acompañar de agua fresca para recorrerla, para conocer sus rincones con encanto y dejar el corazón en Madrid.

DE MAÑANA, UN PASEO POR EL ARTE

El viajero que decide visitar la ciudad no puede ni debe obviar el Paseo del Arte: tres grandes museos situados en el Paseo del Prado, escoltados por bonitos jardines y árboles que ofrecen una reconfortante sombra para quien se siente a descansar.

El Museo del Prado fue inaugurado en 1819, tras servir como pinacoteca personal del monarca español Fernando VII; bajo su techo conviven lienzos de Tiziano, El Greco, Goya o Velázquez, entre otros. Su reciente ampliación permitió incrementar sus exposiciones, y este verano se puede admirar la obra del pintor español del siglo XIX, Joaquín Sorolla, incluyendo los catorce paneles de gran tamaño, pintados para la Hispanic Society of America.

En los jardines que lo rodean, son muchos los que se sientan a descansar bajo un árbol, y comentan lo que han visto en el interior. “Venimos porque es un museo importante y nos dijeron que no podíamos perdérnoslo, y la verdad, nos ha encantado”, comenta animadamente Corinne, una turista estadounidense.

Otro vértice del triángulo del arte es el Museo Reina Sofía, con un espíritu más modernista y de vanguardia. En sus paredes cuelgan importantes obras, entre las que destaca, majestuoso, el “Guernica” de Pablo Picasso. También puede sumergirse en el surrealismo de Joan Miró y de Salvador Dalí.

El tercer punto lleva por nombre el apellido de una larga dinastía noble, El Museo Thyssen- Bornemizsa, por el que se puede caminar siendo consciente de estar recorriendo siete siglos de pintura. Esta pinacoteca ofrece desde primitivos italianos, pasando por pintura americana del siglo XIX, hasta representantes del Constructivismo Ruso o el Pop Art. Vincent Van Gogh, Monet o Kandinsky, son pintores cuyos cuadros pueden ser disfrutados. Durante este verano ofrecen, además, una colección temporal de Henri Matisse.

COMER EN UN TROZO DE HISTORIA

Después de saciar el apetito pictórico y cultural, para el buen visitante es hora de acercarse a otra forma de cultura: la gastronómica. Son muchos los pequeños establecimientos que ofrecen a sus platos el valor añadido de la historia y el tiempo.

Un buen ejemplo es “Casa Labra” situada en la calle Tetuán, a la que se accede por la céntrica calle Arenal -en la Puerta del Sol-. Tiene la fama de ofrecer las mejores croquetas y pinchos de bacalao de la capital española. A grito de “dos de bacalao y seis croquetas” el foráneo se encuentra inmerso en la tradición española de “las tapas” en una casa abierta en 1860.

Mantiene vivo el testigo de las tabernas “canallas” de principios de siglo, plasmadas en diferentes obras de la literatura española, como en “La busca”, de Pío Baroja.

Aunque las croquetas siguen siendo totalmente caseras, “los tiempos cambian, y se ha sustituido una olla de grandes dimensiones y un remo -espátula de gran tamaño- por una pasteurizadora” comenta Manuel Molina, actual regente del local.

Este “cálido, bullicioso y entrañable negocio” según palabras del propio Manuel, y reafirmadas por sus clientes, forma parte, fruto de la casualidad y la clandestinidad, de la historia de España, ya que sus paredes albergaron la formación -en el siglo XIX- de un partido político todavía activo. “Es una taberna muy de paso”, por eso se llena de visitantes atraídos por las historias que se cuentan sobre ella y, por supuesto, por sus deliciosos platos de bacalao.

“Venimos a conocer Madrid, y nuestra hija que vive aquí, nos ha traído”, afirma Joao, un brasileño con un trozo de croqueta camino de la boca.

Es que los madrileños, y madrileños de adopción, “hacen de anfitrión y traen aquí a visitantes y amigos”, comenta Manuel esquivando el frenético ritmo de la barra.

TARDE LLENA DE POSIBILIDADES

Una gran urbe como Madrid ofrece un sinfín de recovecos en los que perderse. En pleno centro, la Plaza Mayor, con sus soportales y terrazas, se convierte en un lugar predilecto para sentarse a descansar o reponer fuerzas.

Son muy variopintas las calles que dan acceso a la plaza. En muchas de ellas, encontramos antiguas tiendas de gorras de “chulapo” -personaje típico madrileño- músicos callejeros y, últimamente, estatuas humanas.

En estas callejuelas parece no haber más movimiento que el de los transeúntes. En un lateral, un “Charles Chaplin” está a punto de comerse los cordones de su zapato. En la esquina contraria un barrendero, con la escoba impávida y bañado en un bronce verdoso, asume la postura de la escultura situada en la Plaza de Benavente, a escasos metros de La Puerta del Sol.

Si el turista es amante del fútbol o fiel seguidor de alguna de las nuevas estrellas del Real Madrid, puede hacerse una foto con un Cristiano Ronaldo virtual, visitar los vestuarios, o ver la sala de trofeos en el museo del club, situado en el interior del Estadio Santiago Bernabeu, en pleno Paseo de la Castellana.

Buscando una pequeña Andalucía en Madrid, el entusiasta del cante y el baile encontrará en “Casa Patas” el lugar de encuentro de la cultura flamenca, pudiendo disfrutar de sus máximos exponentes en la calle Cañizares, entre Tirso de Molina y Antón Martín.

Con un alto sol y un cielo azul como pocos, el viajero deberá descender bajo el nivel del pavimento para probar la que se presume la mejor sangría de España, en las “Cuevas de Sésamo”, situadas en la calle Príncipe, muy cerca del kilómetro cero. Es un espacio bajo tierra con una sinuosa entrada, en el que se da la bienvenida al visitante, con versos del poeta Antonio Machado.

Estas “cuevas” -se cree que descubiertas por casualidad- datan de los años cincuenta. Frecuentadas por escritores y periodistas desde su fundación, custodian tradiciones como los manteles rojos, las citas cuidadosamente escritas por las paredes y lo camareros uniformados. En definitiva, todos los detalles que lo convierten en un lugar peculiar.

Nació como punto de reunión y así continúa: amigos de diferentes nacionalidades y edades disfrutan de este misterioso lugar acompañando la sangría -de la que no revelan el secreto de su sabor- con música de piano en directo.

En uno de los muros cóncavos cuelgan, en un tímido marco, unas palabras de Ernest Hemingway que decidió plasmar su firma, a petición del dueño, cuando hace años fue ilustre cliente de las mencionadas “Cuevas de Sésamo”.

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Edificio del Hotel Tryp Reina Victoria, que alberga en su planta más alta la Terraza Penthouse, en la plaza de Santa Ana.

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Vista de la taberna y restaurante “Casa Labra”, en la céntrica calle Tetuán a metros de la Puerta del Sol.

ANOCHECER SOFISTICADO

Disfrutar de la capital implica dejarse hipnotizar por su crepúsculo en un rito de preparación para su noche. Madrid cuenta con innumerables discotecas y bares de copas. No obstante, en verano, surgen alternativas mucho más apetecibles y atractivas, como las terrazas urbanas.

“The Penthouse” es la más concurrida. Se eleva en la Plaza de Santa Ana, en el profundo corazón de la ciudad, sobre un palaciego edificio protegido que alberga un hotel, antes conocido como “el hotel de los toreros”.

La terraza Penthouse se erige como un oasis de sofisticación y elegancia en el Madrid más castizo, teniendo por vecino al Teatro Español y custodiado, en la plaza, por dos estatuas de literatos españoles.

Los cinco sentidos entran en acción al acceder al último piso donde está situada: el ojo humano, que apenas puede captar el punto más alejado de las increíbles vistas que ofrece; el oído, dado que diferentes Dj se encargan de la música; el olfato, ya que cada estancia tiene una fragancia propia; el tacto, que se encarna en el de las cortinas de las camas balinesas, la madera de sus mesas o los cojines y, si fuese posible atribuirle un sabor, sería el de sus cócteles estrella, el “Black Mojito” o el “Apple Martini”, exclusivos de la casa.

“The Penthouse” se ha convertido en un lugar de referencia para viajeros y habitantes de Madrid. Entre sus visitantes ilustres se encuentran personajes del mundo de la moda como Cindy Crawford; del cine como George Clooney; o la música, como los miembros de los grupos Metállica, o los Eagles.

Otra de sus particularidades es “The Hot Penthouse”, una fiesta que se celebra cada domingo en la que hay un elemento diferenciador -por ejemplo, pedir que todos los asistentes lleven una prenda blanca- para convertirla en única. Se trata, en definitiva, de una privilegiada terraza que merece la pena visitar, y que da un sentido especial al popular dicho “de Madrid al cielo”.

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Paseo de Recoletos, entre la plaza de Colón y el Paseo del Prado.

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Una de las salidas de la Plaza Mayor con terrazas y bares de tapas en sus laterales.

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“Entrada Velázquez” del Museo del Prado, custodiada por una estatua del pintor español.