Esto es divertirse

La fiesta sin fin de Beirut, capital de todos los excesos

Los turistas eligen esa ciudad como centro de la diversión de Medio Oriente. Una botella de champagne se paga desde 1.000 a 15.000 dólares. Hay sitios que se reservan con seis meses de anticipación.

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Jóvenes y no tan jóvenes prefieren vacacionar en la capital libanesa, donde todo es posible y permitido.

Foto: AFP

De la redacción de El Litoral

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Con fiestas en playas nudistas, grandes veladas delirantes animadas por personalidades de la jet set como Paris Hilton y sus casinos, Beirut se está ganando la reputación de capital del ocio nocturno y de todos los excesos en Medio Oriente.

Algunos “fiesteros” no dudan en gastar 1.000 dólares en una botella de champaña en una discoteca de moda, donde el “minimalismo” es la norma para la vestimenta de las mujeres.

Líbano lo ha visto todo. Una guerra civil (1975-1990), una ocupación militar, asesinatos de personalidades importantes y una interminable inestabilidad política.

El barrio del hotel Riviera, donde hace cuatro años un ministro antisirio sufrió una tentativa de asesinato, duerme ahora al ritmo de los gritos de los que bailan toda la noche.

“Tenemos discotecas en El Cairo, pero nada comparable”, explica Wafiq, un consultor financiero egipcio de 26 años, mientras baila con un vaso de whisky en una mano y un cigarro cubano en la boca.

En julio, llegaron a Líbano más de un millón de turistas. Una cifra récord según el ministerio de Turismo, que espera una afluencia turística excepcional para el conjunto del año. Son en gran medida miembros de la importante diáspora libanesa, así como cuidadanos de países árabes.

Sami, de 30 años, vino de Alemania para unas pequeñas vacaciones de verano. Explica cómo negoció para poder entrar en el muy solicitado Sky Bar, antes de hacer pausa en un pequeño restaurante y acabar la noche en la playa.

“Sólo he dormido tres horas”, dice este arquitecto. “Casi había empezado a beber mi café cuando llegué a la playa. Mis amigos han tirado mi café y lo han reemplazando por vodka en un vaso de plástico”, añadió.

“Esta ciudad es muy diversa”, le interrumpe su novia Yasmin, una diseñadora gráfica de 24 años. “Cada uno encuentra lo que busca. Es una gran fiesta sin fin”, dice.

El precio de una botella de champagne en algunos locales puede alcanzar los 15.000 dólares, según el tamaño, pero los asiduos de lugares como el Palais Crystal estiman que la inversión vale la pena.

En Beirut se encuentra también el B018, una discoteca famosa por su arquitectura, que recuerda a un búnker subterráneo, y su localización, en el lugar donde se cometió una masacre durante la guerra en 1976.

Reservas

Las discotecas, restaurantes y bares abundan en la ciudad, pero para poder acceder a los locales de moda a veces es necesario reservar con varios meses de antelación.

Rania, una universitaria que vive en Nueva York, reservó sus entradas a sus discotecas favoritas antes de llegar incluso a Beirut.

Algunos libaneses relatan con orgullo cómo durante la devastadora guerra del verano 2006 entre Israel y Hezbolá, la fiesta seguía, aunque fuera de Beirut, principalmente en las regiones cristianas de las montañas. Otros quieren creer que lo peor pasó y que el país ha dejado atrás su reputación de zona de conflicto. Pero Ziad, un ingeniero de 25 años que vive en Qatar, teme que el verano de 2009 no sea más que una pausa.

“Creo que quieren que pasemos un verano agradable antes de volver a sus actividades”, afirma, refiriéndose a los grupos rivales que dividen al país.