Neologismos a granel ( II )

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De la antigua recopilación “Ortographia práctica”.

Por Enrique José Milani

En nota anterior sobre el mismo tema señalamos que la Academia define a los neologismos como palabras nuevas. Un polígrafo argentino añadía “e innecesarias”. A nosotros (y sin que se trate de un fallo salomónico), los neologismos nos parecen palabras no sólo necesarias, sino muy útiles, porque, de lo contrario, quedarían muchas cosas sin nombrar, o lo haríamos con voces ya existentes en el habla, con peligro de crear gran confusión. Por esto, bienvenidos sean, siempre que respondan a una necesidad y al genio de la lengua. Sin dudas, que los hay necesarios y otros, no tanto. También aludíamos a neologismos que nacen y mueren prontamente; otros perviven por más tiempo. Están los que permanecen aletargados, dado que, por el mecanismo de formación (derivación, composición, etcétera) pueden ser revividos fácilmente y cumplir al punto con su misión de envolver, en sonidos y grafías, la realidad a la que apuntamos. Esto hacen los neologismos de verdad, y si no, prestemos atención a éstos: distractores, clownterapia, sojizar, sojización, sojadependiente, destituyente, predictores, la Domótica ( tecnología que ayuda a mejorar el confort de los hogares), sistemas domóticos, botineta, aparato (centro de poder) y aparato ( persona indolente), telegenia, primarización, tinellizar, tinellización, farandulizar, palletizar, palletizado, bioetanol, consejería ( conjunto de consejos), ponente (que hace ponencias), turnado/a ( con turno para una atención), sobrearmamentismo, antialcohólico. Respecto de estos dos últimos, aclaramos que algunas combinaciones necesitan precisar su significación, porque “rearmar” no es sólo “volver a armar”, sino “sobrearmar”; y “antialcohólico/a” no es lo que combate el alcohol, ni tan siquiera su empleo, sino el abuso de bebidas que lo contienen.

Y ya que viene a cuento, el semanario Cristo Hoy (junio 2009) ilustra sobre una serie de frases y palabras (¿nuevas?) con intención oscura y aviesa de esconder la verdad, respaldadas por instituciones internacionales, gubernamentales y privadas que propician la cultura de la muerte. Son verdaderos eufemismos. Veamos: preembrión (no existe), interrupción de la gestación (aborto provocado quirúrgicamente), métodos de barrera (espermaticidas, preservativos, diafragmas), hijo no deseado, producto (de la concepción) o simplemente “producto (obstetricia moderna), extracción de la menstruación (aborto provocado por succión hasta las 11 semanas), limpieza uterina, género: desmaterniza otro neologismo- a la mujer y patrocinaría el emparejamiento entre personas del mismo sexo; contraceptivos, salud reproductiva, efecto antinidatorio, etcétera.

Algunos sorprenden por la cuota de creatividad: chapear (mostrar “chapa”: título, prerrogativa), cuotificar, huertero/a, callejero (circuito automovilístico en poblado), ludoeducador/a, consumero/a, aguas negras (cloacales), neotribalismo (tribus ciudadanas), estanflación, el finde ( fin de semana), localía ( jugar de local), borocotizar(se) y derivados; covariancia, proyectual, blogomanía, monogamia serial (hoy con una, mañana con otra), patrullero testimonial, preventor, motochorro/a, un crecepelo, bloc ry, scoring, link, blog, van, clúster, bótox, lifting, técnica de ranching (rancheo), mix, blogprofesor/a, ciberalumno/a, guglear, postear, mensajear, aula virtual... Venidos de otros idiomas: delivery, scoring, link, van, clúster, bótox, lifting, técnica de ranching (rancheo), mix, empowerment, tuneado (tuning), feed lots, trendwatchers, coolhunter (cazador de lo cool), trendsetters o urbanwatchers, etcétera.

En este afán por crear palabras, aparecen vocablos extensos por la unión de sus elementos formantes: indoeuropeizante, electroencefalograma, antropomórfico, cibercriminalidad, bioanalizador, cazainmigrantes, profesionalizante, primarización, desencriptación, cromolitográfico, autorreferencialidad.... Por el contrario, otros se apocopan, reduciéndolos a su mínima expresión: Caro(lina), Juli(án), Maxi(miliano), Sole(dad), Tere(sita), Bibi(ana), Agu(stina), Guille(rmo), seño, cole, profe, tele, cumple, ma, pa, compu, bici, micro, subte, zoo, tranqui, la Muni(cipalidad), el súper, el híper, y otros miles por el estilo.

Y para demostrar que en innumerables casos de creación de neologismos es posible ubicar a sus autores, Rolando Martiñá, educador, psicólogo y autor de “La paciente impaciente”, acuñó el término tapsista, y él mismo aclara: “Es un término que inventé y significa “taxista psicólogo’, porque a veces el taxi es como un consultorio rodante”. (El Litoral, 12/4/2009).

En verdad que es apasionante el tema de los neologismos. Su aluvión resulta imparable. Quizá los sigamos abordando en otra nota. Ojalá que su entrada en la Lengua se haga con discreción y buen criterio, a fin de que los integrantes de una comunidad logren la máxima expresividad y fructífera comunicación.

Los neologismos nos parecen palabras no sólo necesarias, sino muy útiles, porque, de lo contrario, quedarían muchas cosas sin nombrar, o lo haríamos con voces ya existentes en el habla, con peligro de crear gran confusión.

Bienvenidos sean los neologismos, siempre que respondan a una necesidad y al genio de la lengua. Sin dudas, que los hay necesarios y otros no tanto. También hay neologismos que nacen y mueren prontamente; otros perviven por más tiempo.