Nota del editor de “Argentarium”

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Una de las últimas fotos de Pound, en Venecia, en 1971.

Foto: Hors Tappe.

Javier Cófreces

“Argentarium”, de Ezra Loomis Pound. Ediciones en Danza, Bs. As., 2009.

Descubrí a Pound gracias a la colección de poesía Visor, de Alberto Corazón editor, que circulaba en los setenta en la Argentina. Bajo el título de Antología, José Coronel Urtecho y Ernesto Cardenal prepararon una selección de 240 páginas con poemas de Personae y de Los Cantos. El libro finaliza con un texto firmado por Lawrence Ferlinghetti, quien narra su experiencia personal, tras asistir a una lectura de Pound en el teatro Melisso, en 1965.

Por cierto, aquel volumen me ofrecía motivos adicionales de acercamiento a Ezra Loomis, ya que tanto Cardenal como Ferlinghetti fueron dos referentes fundamentales en mis lecturas adolescentes de poesía. Justamente ellos, desde este libro tan recordado, fueron quienes me abrirían las puertas de acceso a uno de los poetas más extraordinarios del siglo pasado. En ese volumen aparece publicada una cita de Ernest Hemingway en la que traza un perfil de Pound que me impresionó muchísimo, en tanto describe la calidad humana del autor de Los Cantos ante los artistas mucho más jóvenes que él y que se iniciaban en el arte y la literatura: “Los defiende cuando los atacan. Los mete en las revistas y los saca de la cárcel. Les presta dinero. Les vende sus cuadros. Les arregla los conciertos. Escribe artículos sobre ellos. Les presenta a mujeres ricas. Les busca editores a sus libros. Pasa toda la noche con ellos cuando dicen que se están muriendo y asiste a sus testamentos. Les paga por adelantado el hospital y los disuade del suicidio. Y al fin muy pocos se han abstenido de enterrarle el cuchillo en la primera ocasión”.

Debieron pasar muchos años, infinidad de lecturas y relecturas, sumadas a esfuerzos mayores, para interpretar a un poeta difícil, en una lengua que no domino y apenas sospecho, además del tránsito por versiones maravillosas, alternadas con otras de dudosa eficacia, para concluir que mi devoción por la obra de Ezra Pound no tenía retorno.

Llegaron a más manos todas las antologías de poesía norteamericana publicadas en el país que lo incluyeron; luego Los Cantos editados por Cátedra y el Personae de Hiperión. Por excesos o defectos, todos esos libros me ofrecieron suficiente tela para cortar (y seguir haciéndolo) en mi acercamiento a una obra inconmensurable.

Tras algunos intentos aislados de traducir los poemas de Pound junto a mi aliado polígloto, Matías Mercuri (con quien preparamos hace unos años versiones castellanas de los clásicos latinos), resolvía que era hora de encarar un abordaje argentino a la obra del gran maestro de la poesía del siglo XX.

El empujón final para concretar la presente antología sobrevino tras observar el trabajo minucioso y apasionado que encara Jorge Aulicino desde su blog poético, Otra iglesia es imposible, donde presenta sus propias versiones de los textos poundianos.

Luego de conversar y analizar las opciones para efectuar el trabajo, resolvimos convocar a la mayoría de los poetas argentinos que tradujeron los poemas cortos de Pound. Una vez pautado el proyecto, la responsabilidad del emprendimiento quedó en manos de Aulicino.

A partir de Argentarium los lectores tendrán la chance de ingresar a la obra del autor norteamericano desde la palabra y la interpretación de los poetas argentinos. De alguna forma considero este trabajo como una modesta retribución, un humilde tributo, al genio que transformó la poesía moderna. Aulicino, aliado incondicional en esta causa, compartió el criterio devocional y obró en consecuencia. La opinión concluyente con respecto a la suerte que correrá este libro, como siempre, la tendrán los lectores.