Llegan cartas

Agosto con melancolía

 

Clary Miroznik German

Señores directores: Hoy la verdad parece mentira. La duda es una flor cuyos pétalos no se terminan de deshojar. La antorcha de la verdad se va quemando por el camino. Entre tanta ruptura de promesas, entre tantos de-sengaños, entre tanto contacto directo con los miedos, con las verdades a medias, con las voces de la desesperación, vivimos un agosto con melancolía.

Foucault escribió la “Historia de la locura” en 1961, o sea la negación de la razón; vivimos tiempos sin ninguna moral con episodios de corrupción colectiva, hasta con desconfianza con respecto a la democracia; no alcanzamos a comprender si una figura política nos representa o nos traiciona. “Que se pierdan cien gobiernos, pero que se salven los principios”: Hipólito Yrigoyen. La desventura da madurez, la mente maneja más cosas que las que imaginamos. Hasta los chicos de hoy son más realistas, ya no sueñan con ser soldados, ni pilotos de carrera o astronautas, optan por profesiones vinculadas a sistemas y tecnologías. Dejémoslos elegir, el acto creativo al máximo los hace sentir semidioses.

Es difícil ser exitoso en un mundo donde la sensación de inseguridad existe frente a situaciones complicadas o no. No corregir una falta es una verdadera falta, seguimos creyendo en las idas y vueltas, marchas y contramarchas, nos permitimos jugar a la inocencia en un agosto de melancolía. La comunicación debe ser clara, frecuente y honesta. Hay jugadores con cartas marcadas, hay jueces que se extralimitan, otros no se ajustan a la estricta interpretación de las leyes. La fe se está volviendo un factor de peso y el mundo anda demasiado mal para que permanezcamos indiferentes.

Siempre fue así, uno por pensar distinto tiene que pagar otro precio. En los tiempos bíblicos los soldados romanos crucificaban a los rebeldes, éste era el método que usaban los insanos emperadores porque convenía a sus locos planes. La mayoría de los seres ¿llegan a ser humanos?

Un hombre es lo que hace con lo que hicieron de él. Dice Discépolo en un tango: “El mundo me desprecia porque no aprendí a robar”. Hoy quienes aman a este mundo son seres de grandes corazones y hoy lo bueno de ser pesimista es comprobar día a día que tienen razón pero entre pesadillas suele surgir un sueño benefactor. Lo bueno y lo malo son parte de la vida, pero no son la vida misma; estamos de acuerdo con que no hay hechos sino interpretaciones.

En todas las cosas se debe observar la medida adecuada. Hay una razón para cada cosa bajo el cielo; darle tiempo incluso al tiempo. A Benedetti que ahora va de la mano con los ángeles, le decimos gracias a un poeta, gracias por el fuego...