A PROPÓSITO DE LA RELACIÓN SUICIDIO Y ARTE

Literatura y voluntad de muerte: ¿suicidas o suicidados?

La relación entre arte y suicidio implica múltiples posibilidades de lecturas e interpretaciones. En la literatura, se reconocen casos muy afamados, estudiados con una mirada que oscila entre una suerte de admiración o apología, y la tendencia a desentrañar claves en la obra que prefiguran esa decisión.

Estanislao Giménez Corte

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“Los mejores a menudo mueren por su propia mano sólo para huir, y aquellos que quedan atrás nunca pueden entender por qué alguien querría huir de ellos”.

Charles Bukowski (“Causa y efecto”)

Caso 1

Leopoldo Lugones, quizás el poeta más importante de su generación, se fue un día a una isla del Delta, en 1938, y compró veneno para ratas, o arsénico, o cianuro (depende de las versiones). Tomó una alta dosis, probablemente combinada con whisky, con la intención de morir rápidamente. Pero el farmacéutico había licuado el veneno para que rindiera más. Así, como una terrible ironía, el autor sufrió extraordinariamente antes de cumplir con su deseo de acabar con su vida.

I

¿Qué es lo que genera el suicidio? perdón ¿qué es lo que nos genera el suicidio? y ¿por qué genera eso, lo que fuere que sea, en nosotros, en muchos, en algunos?; ¿qué es?: ¿perplejidad, asombro, incomprensión, dolor, o, casi a la inversa, comprensión y una suerte de siniestra admiración? La muerte autoinfligida, la muerte voluntaria, la muerte por decisión, por mano propia, reconoce en la historia cientos y cientos de afamados casos y una cifra imposible de anónimos. El suicidio atraviesa las sociedades como un fenómeno que, para antropólogos, psicólogos y sociólogos, representa naturalezas e idiosincrasias particulares, en donde se mixturan las problemáticas de época, la concepción de futuro, la coyuntura social y económica y, por supuesto, el estado anímico de la persona.

Los suicidas ignotos, los anónimos, no ocupan las homes de los portales de noticias ni son foto en los diarios, pero abultan unas estadísticas que a menudo son incomprensibles o sorprendentes y que, vistas desde determinadas perspectivas, señalan rasgos epocales o tendencias genéricas sobre el estado de situación de una sociedad. Un ejemplo son los altos índices de muerte voluntaria en sociedades altamente desarrolladas y, por el contrario, los exiguos números que el fenómeno muestra en sociedades pobres y desamparadas.

Caso 2

Alejandra Pizarnik tenía, en 1972, poco más de 35 años y era una poetisa de notable concisión y dolorosos versos, de fama creciente. Apenas salida de una internación en el Pirovano, que describió en un terrible texto llamado “Sala de Psicopatología”, tomó una cantidad indeterminada de medicamentos, en particular Seconal, y murió. Si fue voluntaria o no esa muerte todavía se discute. Pero antes de ello, la autora tenía, como antecedente, al menos dos intentos fallidos.

II

En el siglo XIX, el sociólogo francés Emile Durkheim desarrolló su famosa “Teoría del suicidio”, diferenciándolos según casos, poniendo énfasis en la importancia que ya en aquellos momentos iba perfilando, aunque sus características e implicancias vinieran de culturas milenarias (los mayas, la cultura japonesa, por caso), la decisión de quitarse la vida. Para Durkheim,“las sociedades presentan ciertos síntomas patológicos, ante todo la integración o regulación social ya sea excesiva o insuficiente del individuo en la colectividad. Por tanto el suicidio sería un hecho social”. El sociólogo establece cuatro clases de suicidios: el suicidio egoísta; el suicidio anómico; el suicidio fatalista y suicidio altruista. Si no todos, muchos casos podrían incluirse en alguna de estas categorías.

Caso 3

John Kennedy Toole escribió muy pronto, antes de los 30 años, su obra maestra, “La conjura de los necios”. Una y otra vez las editoriales lo rechazaron o ignoraron o solicitaron absurdas correcciones. Se mató a los 31, en 1969. Muchos años después, en 1980, su madre consiguió la publicación y la gloria póstuma de su hijo.

III

¿Hay, como se ha dicho tanto, una suerte de culto necrológico, de fascinación por los muertos jóvenes, de intento de comprensión entre quienes sucedemos a los que parten tempranamente, o no tempranamente, pero por voluntad? y ¿por qué se observa de modo diferente a un artista suicida?, ¿por qué se insiste en que lo hizo por exceso de sensibilidad, porque comprendió algo, porque no soportó lo que fuere que este mundo significa? En las letras, a los casos mencionados pueden agregarse los Huxley, las Storni, los Pavese, los Salgari, las Woolf, las Plath, los Arenas.

Caso 4

Horacio Quiroga parecía predestinado al desastre. La muerte por propia voluntad de su mujer, de un amigo cercano por un disparo accidental, la soledad de Misiones, el propio ejercicio de la literatura, lo llevaron a sus 58 años a tomar cianuro, acaso como un epílogo preescrito de una existencia tortuosa.

IV

Aunque en muchísimos casos la decisión del suicidio se corresponde, en los artistas, con la desesperación del que no tiene opción, éste, una vez acaecido, engorda una suerte de construcción mítica sobre el suicida (más aun sobre el suicida-artista) que despierta cierta fascinación por su naturaleza trágica o que, como se dijo, forja la búsqueda de investigadores, estudiosos o lectores de a pie, de claves, señales, indicios o pensamientos sobre la muerte voluntaria en la propia obra. En algunos casos, ello se da de forma muy ostensible (Pizarnik), en otros no; pero en todos los casos pareciera advertirse una suerte de trazo que los atraviesa y que se relaciona con lo que podemos llamar, genéricamente, el absurdo (de algunos aspectos) de la existencia. Ese absurdo, que tantas literaturas describen y trabajan, sólo en algunos casos encuentra una acción que le da respuesta; una acción terrible en este caso. Así puede leerse, como una forma de consecución o de consecuencia entre discurso y hecho, la tendencia de algunos autores de firmar su muerte como un epílogo lógico a lo dicho en sus páginas.

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Alejandra Pizarnik. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

 

Literatura y voluntad de muerte: ¿suicidas o suicidados?

Cesare Pavese. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

LOS OTROS SUICIDIOS

1/ veteranos, Malvinas: la cifra que no está

Aunque existe una áspera discusión entre los cuerpos de Veteranos de la Guerra de Malvinas y organismos oficiales, diversas fuentes sostienen que la tasa de suicidio, a 27 años de la contienda bélica, oscila entre 350 y 450 casos de suicidios. Es importante recordar que en el conflicto perdieron la vida unos 650 soldados argentinos.

Irak: investigación en EE.UU.

“El Departamento de Defensa de EE.UU. ha encargado un amplio estudio sobre los motivos que llevan a los soldados estadounidenses a quitarse la vida, después de que el año pasado se registrara la cifra récord de 143 suicidios en las filas del Ejército, la más alta desde hace tres décadas, cuando el Ejército comenzó a recopilar esta información. En colaboración con el Instituto Nacional de Salud Mental, se recopilará información sobre todos los jóvenes que se alisten en el Ejército en los próximos tres años y de los 90.000 soldados que están ahora en activo, y en total podrían llegar a incluir hasta medio millón de personas”. (Europa Press, agosto de 2009).

Kamikazes y mujaidines: 2/ La Inmolación

¿En qué categoría puede encuadrarse a aquellos que deciden la muerte de formas terribles, pero con la idea no sólo de morir, sino de hacerlo premeditadamente por una “causa” y, más fácticamente, para matar a otros? El término japonés “kamikaze” concentra y designa de forma un poco genérica a estos hombres y mujeres que, por razones religiosas, culturales, políticas, bélicas, mueren para matar. En la denominada “Batalla del Atlántico”, en el epílogo de la Segunda Guerra Mundial, los militares japoneses apelaron a los pilotos suicidas para tratar de contener la enorme flota norteamericana que surcaba los mares hacia la isla. En los conflictos de Medio Oriente, se cuentan por cientos y cientos los casos de terroristas suicidas que, munidos de un siniestro cinturón de explosivos, atacan aglomeraciones urbanas o centros de policía. El símbolo de esta forma de lucha es el ataque a las Torres Gemelas, de 2001.

3/ “Dejar de vivir”

-Eutanasia: se entiende por ésta a una suerte de “suicidio asistido” que tiene como objeto desarrollar determinadas actividades u omitirlas, con el fin de que una persona -ya con una enfermedad terminal, ya aquejada por dolores insoportables- encuentre la muerte de la “mejor manera”. Existe una profunda polémica sobre el tema, que atraviesa cuestiones de índole médica, ética, jurídica, etcétera, debido a que en muchas ocasiones se la considera un “acto piadoso” ante casos de innecesaria prolongación artificial de la vida.

-Suicidios indirectos: se ha considerado también a la conducta autodestructiva de muchos seres humanos como una suerte de forma indirecta del suicidio. Las drogas, el tabaquismo, el alcoholismo actúan como una suerte de aceleración en la degradación natural del cuerpo humano y eventualmente pueden llevar a la muerte. La plena conciencia del consumidor sobre los riesgos que ello implica hace que esas conductas pueden catalogarse como “suicidios indirectos”.

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John Kennedy Toole. Foto: ARCHIVO EL LITORAL

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Horacio Quiroga Foto: ARCHIVO EL LITORAL

Literatura y voluntad de muerte: ¿suicidas o suicidados?

Sylvia Plath. Foto: ARCHIVO EL LITORAL