Contrapunto con José Mujica

“Tendremos un país mejor si construimos una humanidad mejor que nosotros mismos”

Tres días acompañamos a Mujica y Astori por los departamentos de Colonia y Soriano. Allí hablamos con él, lo vimos relacionarse con la gente, conversar. Se puede o no estar de acuerdo con él, pero es un personaje singular, un político y un hombre que ha sabido sintetizar con sabiduría sus experiencias mirando hacia el futuro.

Rogelio Alaniz

—¿Cómo resolvió el tema de la deuda externa el Frente Amplio?

—Cuando llegamos al gobierno, la deuda externa era el cien por ciento del PBI. Eso se arregló; pero se arregló porque hubo una buena administración de la economía. Ahora los capitales vienen porque, cuando hay garantías y saben que los gobiernos no son corruptos y coimeadores, los capitales vienen y ésa es la mejor garantía que damos nosotros en el gobierno: no robamos y no dejamos que roben.

—La oposición insiste en achicar el Estado...

—Si achicar el Estado es achicar el gasto social, gastar menos en enseñanza, en inversión social y pagarle mal a la gente, ahí tenemos discrepancias. Apostamos al crecimiento y no al achique, porque si nos achicamos cada vez vamos a estar más fundidos y más embromados. El verdadero achique es agrandar la economía.

—¿Y qué propone hacer en caso de ser electo?

—No vamos a hacer un gobierno de magos, pero vamos a hacer un gobierno con propuestas posibles de llevar adelante; con mandatos bien claros de disminuir la pobreza a la mitad y hacer desaparecer la indigencia.

—Un objetivo modesto para un gobierno de izquierda...

—¿Usted dice que es poco? Es posible para el que come todos los días, porque para el que come salteado es mucho.

—¿Sigue habiendo sectores muy empobrecidos en Uruguay?

—Siempre va a haber sectores sociales que necesitan apoyo. Siempre los va a haber en cualquier parte del mundo. Ese gasto de ayuda social hay que hacerlo porque, si no se hace, se transforma en un gasto por otra puerta más grande, por la puerta del delito, la droga, las enfermedades...

—¿Cómo concibe a la política?

—Concibo una manera diferente de hacer política. Creo, como Einstein, que todos somos ignorantes de algo. Por lo tanto, digo que gobernar es construir equipos. No se juega con la suerte de una Nación. Los mejores dirigentes son aquellos que cuando desaparecen dejan un conjunto de gente que los suplanta con ventaja.

—Lo escuché hacer una promesa personal en caso de ser electo presidente.

—Sí señor. Si a mí me toca ser presidente, cuando salga de la presidencia voy a ser mucho más pobre de lo que soy ahora. Hoy tengo una chacra con mi compañera que la voy a transformar en una escuela para que el Estado dé clases a los futuros agricultores de la zona. Yo sé bien que estas cosas no arreglan al mundo, pero hay que pelear por ser derechos y los que están arriba tienen que ser más derechos que nadie porque, si no, no tienen autoridad moral para ponerle la pata en el pecho a los que se descarrían. Lo digo siempre: nunca le voy a tener bronca a la gente que tiene plata, les tengo bronca a quienes utilizan la política para juntar plata. Me he equivocado mucho y he bancado mucho más, pero no tengo precio, podemos ser burros y podemos pifiarla, pero tengan presente que vamos a llegar pobres al gobierno y nos vamos a ir pobres del gobierno.

—¿Cómo se definiría usted?

—Soy políticamente federal, fervorosamente integrador y latinoamericanista. Blanco en la interpretación histórica de este país en el pleito de la Guerra Grande; admirador de Artigas y José Batlle. No me avergüenzo de mi abuelo trabajador y sabio. No me avergüenzo de todo lo que aprendí a su lado, casi sin darme cuenta, porque la vida es una escuela, porque una cosa es la historia que se vive y otra, la historia que se repiensa de lo que se ha vivido, porque recién ahí es cuando se empieza a comprender. Si me tengo que definir en lo personal, digo que soy una especie de terrón con patas. Amo a la naturaleza. Mi Dios son las plantas, la luz, los animales. La naturaleza viva me conmueve. Tengo el oficio de observar para dónde se inclinan los pastos. Yo no siento soledad en el medio del campo; el campo para mí es un jolgorio de vida y esto no se lo puedo transmitir con palabras a nadie. Por lo demás, le digo que soy progresista, de izquierda y republicano. Ser republicano significa saber que todos los hombres somos diferentes, pero, como dice el paisano, en el fondo naides es más que naides.

—¿Cuál sería la inversión prioritaria de su gobierno en caso de ser electo?

—No hay fortuna mayor que la que se puede gastar en el alma y en la cabeza de nuestros gurises. Qué maravillosa que es la niñez cuando no la robamos, no la estropeamos y la cuidamos como una plantita tierna. Digo, además, que no luchamos por un gobierno, luchamos por una concepción, por una mirada distinta del hombre. Tendremos un país mejor si somos capaces de construir una humanidad mejor que nosotros mismos. Pero el tema de la niñez me desvela. Es nuestro futuro y todo lo que hagamos por los gurises siempre será poco. En este país, desgraciadamente hay multitud de niños que nacen en hogares golpeados por la vida y que les falta lo más maravilloso de la vida humana que es el afecto. El afecto sólo el hombre lo puede transmitir, no lo puede transmitir el Estado.

—La oposición critica el plan de ayuda social, dice que es un gasto demagógico e inútil...

—Solamente cuando no se ha pasado pobreza, cuando no se han acostado de noche con hambre, cuando no se conoce la mordedura de las privaciones, cuando no se ha estado en una cola interminable por un litro de leche, cuando no se ha sido francamente pobre luchando para tener algo para comer, se puede tener ese desprecio por la condición humana. Que es mejor darles trabajo a los pobres... chocolate por la noticia. Mientras tanto, ¿de qué vive esa humanidad? Hicimos lo que tuvimos que hacer. ¿Qué quieren que les digamos a los que no tienen nada para comer, que chiflen, que miren para arriba?

—En sus discursos insiste mucho en la cuestión del cambio cultural.

—Pertenezco a una generación de gente que se equivocó, de gente que creyó que el mundo cambiaba si cambiaban las relaciones de producción y las relaciones de propiedad, y no pudimos entender que todo eso puede ser importante, pero eso nunca será suficiente si no cambia la cultura. Y la cultura es la clave de todos los cambios.

—¿Concibe posibles acuerdos con los colorados o los blancos?

—Si decimos que tenemos que abrirnos económicamente al mundo, también hay que abrirse a los acuerdos políticos. Se lo digo a los compañeros: no odiemos al pueblo blanco y al pueblo colorado. No los odiemos, no importa que no nos comprendan, pero no los odiemos porque allí hay una fuente de nuestra historia, de nuestras reservas, de nuestro pedazo de patria, de nuestros encuentros y de nuestros desencuentros. No se reniega de los dolores de la patria, se carga con ellos y se aprende de ellos.

—¿Qué me puede decir de su pasado?

—Vengo de una generación que se está yendo, de gente que quiso cambiar el mundo y tocar el cielo con la mano y dejó el cuero en la estaca. Allí aprendí que lo que me queda de aliento se lo tengo que dar a mi pueblo para hacer más hermosas las cosas cotidianas e inevitables de la vida, que al fin de cuentas son las únicas que cuentan en nuestra pobre vida humana.

—Sanguinetti dice que usted nunca se autocriticó de su pasado Tupamaro.

—Yo no hago autocríticas a pedido. Las hice cuando las tenía que hacer y ya está. Tampoco le voy a pedir a Sanguinetti que se autocritique por ser colorado y de Flores. Jamás. Yo a Sanguinetti me lo banco. Es un hombre inteligente y un colega y quiero que sepa que no hay hombre más de paz que un viejo guerrillero.

—También se dice que asaltó bancos.

—Yo participé en algunas expropiaciones dentro de una propuesta de carácter revolucionario. Hice lo mismo que hizo Aparicio Saravia cuando se llevó la receptoría del Banco la República en 1904. Carmelo Cabrera hizo volar puentes y es un héroe del Partido Nacional. Mis errores fueron juzgados y estuve preso, pero hay unos cuantos errores de otros que la Nación los juzgó y esa gente no estuvo ni está presa, con una diferencia: no expropiaron para una causa, expropiaron para su bolsillo.

—¿Qué opina del corte de rutas en Gualeguaychú?

—Se van a aburrir, porque van a tener que hacer papeleras. Y espero que, cuando algún día haya una papelera en Entre Ríos, podamos compartir a través del puente la riqueza que tenemos.

2.jpg

José Mujica y Rogelio Alaniz compartieron tres días de campaña por el interior de Uruguay. Durante la campaña Mujica, sostiene que si le toca ser presidente, cuando salga de la presidencia va a ser mucho más pobre de lo que es ahora, ya que a la chacra que tiene con su compañera la va a transformar en una escuela para que el Estado dé clases a los futuros agricultores de la zona.

Foto: Marisa Spina