Tobías Garzón: un lexicógrafo del Centenario

Por Jorge Reynoso Aldao

“El lenguaje es más que sangre” Franz Rosenzweig (1886-1929)

Al pasar revista a los diccionarios americanos, el prolífico Martín Alonso cita el “Diccionario Argentino” de Tobías Garzón, editado en Barcelona en el año 1910. Y redondea su nómina con los nombres de los diccionaristas rioplatenses: Daniel Granada, Francisco Latzina, Javier Marrazzo, Lisandro Segovia y José Toribio Medina (“Ciencia del lenguaje y arte del estilo”, Edic. Aguilar, Madrid, 1949).

En su tomito de 519 pág., Garzón compila más de 10.000 vocablos de uso corriente en la Argentina que le tocó vivir, adhiriendo a la toma de posición del lingüista peruano Ricardo Palma: “que por no estar aceptados por la Real Academia Española una incontable cantidad de términos usuales en Nuestra América no implicaba admitir que diez y ocho millones de españoles nos impongan la ley a cincuenta y tantos millones de americanos”.

Burocracia de la lengua

“¿Será posible me decía -consigna Garzón en las páginas introductorias- que este idioma nuestro, nacional -castellano por su índole analógica y sintáctica y, casi en su totalidad, por sus elementos prosódicos y ortográficos, pero cada día más distinto del que se habla en la península por su vocabulario y o expresión de las ideas madres- carezca de un diccionario propio, que registre las palabras, frases y modismos usados en la República Argentina y que no están incluidos en el Diccionario de la Academia; o si lo están no tienen el significado que nosotros les damos?”.

Franqueza y valentía que hay que justipreciar, ubicándonos en la Argentina del Centenario, de la ufanía promisoria. Aunque rendida al paso de la Infanta Isabel, repudiando la bomba anarquista en el Teatro Colón.

El fascinante universo coloquial

En otros párrafos, el autor -que ha esgrimido su orgullo docente al consignar en la primera página que es profesor Nacional de Enseñanza Secundaria- ocupa su lugar en la trinchera patriótica de sus eminentes colegas: el uruguayo Nicolás Granada; los chilenos Zorobabel Rodríguez y Aníbal Echeverría; de los peruanos Paz Soldán y Ricardo Palma; del ecuatoriano Carlos Tobar; del colombiano Rufino José Cuervo; de los venezolanos Zerolo, Toro y Gómez, Isaza y Rivodó. Esmaltando su respetuosa admiración americanista con los argentinos Samual Lafone Quevedo, Antonio Dellepiane, Luciano Abeille, Ernesto Quesada y R. Monner Sans.

Al término de sus reflexiones prologales, Tobías Garzón deja sentado su “profundo reconocimiento a la Comisión Nacional del Centenario de la Revolución de Mayo y a la Universidad Nacional de Córdoba”, que auspiciaron la publicación.

¿Quis is quis?

Esta locución latina sirve para alternar el Who is who? y el ¿Quién es quién?, dando paso a la síntesis biográfica del enjundioso Tobías Garzón, nacido en la ciudad de Córdoba el 13 de abril de 1849 en el seno de la linajuda familia criolla de los Garzón, a cuya estirpe pertenecieron sus progenitores: Juan Antonio Garzón y Marqueza Piñero del Castillo de Garzón. Y casado con Telma Carreras Argañarás, con sucesión.

Tras su disciplinado paso por el escolástico Colegio Monserrat, el futuro lexicógrafo se dejó llevar por su definida vocación docente, estableciendo con su hermano Ignacio una escuela primaria, a la que denominaron “Escuela Graduada de I. y T. Garzón” que ya en 1880 otorgaba Diplomas de Honor a los alumnos del Primer Grado.

También fundó el diario “La Opinión” en su ciudad natal, apoyando la candidatura presidencial de Nicolás Avellaneda, en 1874. Por un tiempo desempeñó la secretaría de la Universidad Nacional de Córdoba y dictó su cátedra de “idioma nacional” en el exclusivo Colegio Monserrat. A la par, publicaba artículos periodísticos en diarios cordobeses, opúsculos de sesgo lingüístico, una “Gramática Castellana” y una “Gramática Argentina” (textos escolares); y el “Diccionario Argentino” que glosamos en esta página.

La tradición oral cordobesa recogió un profuso anecdotario de Tobías Garzón con sus bolsillos desbordantes de boletas multicolores en las que iba recopilando millares de vocablos que redondearon su tesonera labor compiladora en el tomito editado en Barcelona en 1910.

Tobías Garzón falleció en su Córdoba natal el 20 de mayo de 1914.

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El lazo y el arado

Cien años atrás, cuando Tobías Garzón iba armando su “Diccionario Argentino”, el país ya era un conglomerado de usos y costumbres y, por lo tanto, de ideas y creencias.

Al explayarse en la voz “pampa” refiere que el Dr. J. B. Alberdi califica de el pampa a don Juan Manuel de Rosas en un artículo publicado el 12 de agosto de 1839 en la Revista del Plata, explicando que pampa dícese del indio cuyas diversas parcialidades, algunas de origen araucano, vagaban por la pampa austral.

Y acude a una cita de la obra de Ricardo Hogg: “Una tropilla de misturaos”, afirmando “... y cuando desde mucho tiempo, se habrá dejado de domar a lo pampa, se conocerán todavía claramente los hijos del lazo de los hijos del arado”.

Un epígrafe

A la cabeza de su Introducción, Tobías Garzón acude a una cita de Horacio en latín, que en su versión castellana afirma que las lenguas son como los árboles, que voltean y renuevan su follaje. Mudanza y renovación que implica enriquecimiento de su vocabulario; aun cambiando, si necesario fuere, la prosodia por la introducción de palabras “de pronunciación y origen exóticos, pero que ya están incorporadas por el uso al idioma de los argentinos”.

“Por otra parte -agrega el autor- en un país cosmopolita como el nuestro, a dónde afluye copiosamente la inmigración extranjera, como los portavoces pacíficos del progreso, con sus múltiples elementos de origen extraño que se entremezclan y confunden con los nuestros por los vínculos de la amistad, de las relaciones comerciales y de la familia, no es posible evitar la aclimatación de voces de otros idiomas”.

Fuentes

Además de la cosecha de anotaciones en “papelitos” que desbordaban sus bolsillos, Tobías Garzón acudía al “día a día” que le proporcionaban diarios y revistas de su tiempo.

“He pedido al diario, a la revista y a la crónica su valiosa cooperación. Ellos son la lengua; ellos son el alma y la vida de las sociedades. Su vocabulario es el vocabulario del pueblo... La crónica habla ligero y sin vueltas; cambia todos los días... Los cronistas son de consumo novelistas y poetas, filósofos y publicistas, psicólogos y artistas”, sostiene con perseverancia intelectual.

Hojear las 515 páginas de este “Diccionario Argentino” es un refrescante ejercicio de curiosidad lingüística a histórica. De la incesante consulta bibliográfica surgen las pistas que fue recorriendo Garzón por las bibliotecas de sus días; espigando en libros que otrora fueron “de culto” y que han pasado al olvido en perimidos anaqueles.

Anemia idiomática

“Quien crea que este vocabulario es del lenguaje gaucho estará en un grave error... Hay en la República Argentina una lucha entre el elemento civilizado y el pueblo indocto... Si hemos abierto de par en par nuestros puertos al comercio de todas las naciones, fuerza es también que tengamos abierto nuestro vocabulario, introduciendo en él las voces nuevas que designan los objetos y productos nuevos que ellos nos envían...”.

Algunos vocablos usuales en 1910

Puñetero (Dícese del hombre que se hace la puñeta).

Mino (Hombre vil que comercia infamemente con su cuerpo...).

Chino (Mulato. Aplícase a la persona que ha nacido de negra y blanco o al contrario...).

Bufarrón (Pederasta activo, hombre que comete la deshonesta e infame acción de servirse de otro. Probablemente es degeneración del vocablo castellano bujarrón).

Politiquería (Sistema o conducta consistente en manejos mezquinos y personalistas introducidos en la política).

Compadrito (Hombre del bajo pueblo, vano, engreído y fachendoso. Cita: “Vení no más compadrito / cuchillito a la cintura / Salí p”al medio e la calle / Si querés comer basura”).

Unitario (Llamábase así en Tiempos de Rosas a los enemigos políticos de este tirano, quien, no obstante, gobernaba por el régimen unitario).

(De “Diccionario Argentino” de Tobías Garzón, op. cit.).

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Tobías Garzón (1849-1914).