Hitler no se suicidó, Tarantino lo hizo
 

Hitler no se suicidó, Tarantino lo hizo

Brad Pitt, el despiadado cazador de nazis, según la versión de Quentin Tarantino, en “Bastardos sin gloria”.

Foto: Agencia Télam

Laura Osti

Probablemente Quentin Tarantino se esté ganando un lugar en la historia del cine a fuerza de irreverencia, insolencia y una actitud maníaca, imponiendo con descaro y habilidad publicitaria un estilo que hace de la banalización de la violencia espectacular un producto que vende bien.

Engolosinado con los éxitos de taquilla de sus títulos anteriores, esta vez Tarantino da un paso más en el terreno del disparate, imaginando el fin de la Segunda Guerra Mundial a su manera. Es decir, el chico habrá pensado: “Ahora quiero hacer una bélica, pero con algo de western spaghetti y condimentos satíricos con dejos chaplinescos, un mejunje en el que se mezcle un poco de cada detalle del mundo del cine que forma parte de mis obsesiones y que yo, que soy tan piola, logré convertir en un negocio próspero y de paso matar a Hitler”.

Ya en “Kill Bill” abusó de sus fantasías rendidas a todos los trucos de los cortos publicitarios y los video clips, donde su cóctel favorito combina violencia extrema y erotismo, que da como resultado un sadismo ridículo pero vistoso, con actores y actrices bellos, que se pueden ver y disfrutar en la pantalla, y que son el gancho para captar la atención de espectadores que buscan pasar un momento entretenido otorgándose un regalito a los sentidos (o a los “ratones”). Nada que obligue a pensar demasiado.

En “Bastardos sin gloria”, Tarantino imagina un grupo de judíos vengadores que a la manera de un grupo comando de gran crueldad anda por Francia cazando nazis en plena ocupación y que se constituye en el terror del ejército alemán. Liderados por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), cada integrante tiene alguna habilidad que lo distingue en el momento de exterminar al enemigo y finalmente, dejan su marca: a los muertos les arrancan la caballera (al estilo apache) y a los que les perdonan la vida, les dibujan la esvástica en la frente con un puñal para que nunca puedan ocultar su origen.

En Francia, van a cruzarse con una joven judía sobreviviente de una masacre que está planeando su propia venganza. Sin saberlo, tanto los bastardos como la muchacha organizan un atentado en el mismo lugar y al mismo tiempo, donde confluyen el propio Hitler, Goebbels y Göring, los mayores jerarcas del nazismo, quienes asistirán al estreno de una película de propaganda del régimen en un cine de París, propiedad de la muchacha (cuya identidad mantiene en secreto).

Todo lo que ocurre en esta película es absolutamente inverosímil, una característica del cine de Tarantino, pero que en este caso resulta un tanto más revulsiva por tratarse de un tema tan sensible y delicado para la historia de la humanidad y que el cineasta no sólo toma en sorna sino que hasta se da el lujo de tergiversar los hechos de manera escandalosa. Pero es mejor no caer en la trampa de criticarlo por eso. El muchacho tiene derecho a hacer públicas sus fantasías lúdicas, aun las más absurdas. Porque en realidad se trata de eso, de plasmar las fantasías de un maníaco que hace un culto de la ficción fetichista y el humor negro, y busca expresar sus pulsiones con estilo propio.

Lo mejor de la película es la actuación del austríaco Christoph Waltz, quien interpreta al coronel Landa, un nazi histriónico y polifacético, capaz de hablar en forma fluida alemán, inglés, francés e italiano, y que tiene a su cargo el papel principal de la película y el personaje más logrado.

En tanto que entre las bellezas femeninas del filme, esta vez la cámara obsesiva de Tarantino se regodea con Melanie Laurent, en el papel de Shosanna Dreyfus, la joven judía vengadora que combina fragilidad y potencia, frescura y crueldad.

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BUENA

Bastardos sin gloria

“Inglorious Basterds”, Estados Unidos-Alemania-Francia/2009. Guión y dirección: Quentin Tarantino. Con Brad Pitt, Mélanie Laurent, Eli Roth, Christoph Waltz, Michael Fassbender, Diane Kruger, Daniel Brühl, Mike Myers, Julie Dreyfus, Rod Taylor, Til Schweiger, Gedeon Burkhard y Jacky Ido. Fotografía: Robert Richardson. Edición: Sally Menke. Diseño de producción: David Wasco. Presentada por UIP. Duración: 153 minutos. Apta para mayores de 16 años.