Llegan Cartas

¿Delinquen los animales?

Alberto de Luján Castillo.

DNI: 6.212.519.

Señores directores: Aún no salgo de mi asombro por la noticia publicada en este diario en relación con Chiquito, perro mestizo y sin dueño conocido, que murió en prisión luego de diez años de encierro, sin que fuera “juzgado”, imputado del “delito” de lesiones leves culposas.

Es una historia realmente insólita y absurda que puede interpretarse como un chiste, o que se parece a un hecho fabuloso al estilo de Esopo o La Fontaine, para quienes la conducta del hombre se compara (iguala) al comportamiento típico y habitual de ciertos animales, aunque en este caso faltaría la moraleja, que puede tener varias, según lo que puede extraer el criterio de cada uno.

Pero si la noticia es en serio, lo cual me inclino a creer, dada la calificación de quien redacta la nota, pienso que el caso no está exento de cierta gravedad que coloca a la Justicia en situación ridícula. ¿Es posible que las leyes penales de los hombres puedan ser extendidas y aplicadas a los animales?

Si bien los animales no son más que una eficiente máquina producto de la mano de Dios, como sostenía Descartes (maquinismo), o la posición de Rousseau o Kant, de que el ser humano tiene determinados deberes hacia los animales como el de no infligirles sufrimientos inútiles (humanismo), además de otros pensamientos utilitaristas con respecto a éstos, por muy universalista o ecologista que se quiera ser hoy con ellos, debemos reconocer que son seres gobernados por códigos naturales que los llevan a satisfacer sus necesidades básicas y la supervivencia de su especie; actúan por instinto y nunca pueden caer en el delito o en el pecado, lo que requeriría raciocinio, libre albedrío y noción del bien y el mal, que no conocen.

Si bien se reconoce a los animales, más al perro como prototipo por su cercanía al hombre, el derecho a su protección por nuestra parte, como seres sensibles que son, hacia los que tenemos deberes no recíprocos, no se los puede elevar al rango del humano, y por tanto, no pueden ser “objeto de justicia”, o sea que carecen de una personalidad jurídica comparable a la de los hombres.

Si esto es así, como yo modestamente pienso, ¿cómo es posible que nuestra Justicia (un juez) acuse del delito de lesiones leves culposas a un pobre perro por morder a un niño de siete años, ordenando su prisión que se prolongó hasta su muerte, luego de diez años sin tener un “juicio” justo?

Al margen de que el animal no la pasó tan mal todo ese tiempo, según se sabe, lo insólito es el procedimiento contrario al derecho de un ser indefenso, cuando sabemos que hay tantos delincuentes que han robado, secuestrado, violado o matado y a quienes jueces y fiscales “garantistas” han beneficiado con la libertad, olvidándose de la seguridad de la gente. Chiquito ha pasado a ser un caso emblemático en nuestro medio de lo que puede ser una vida de perro cuando no se tiene padrino. Sin embargo, para que no se borre su recuerdo, ya tiene una hermosa poesía publicada en la carta del 21 del corriente por un querido amigo, y que fue motivo de mi lerda decisión de escribir esta escueta nota.