“La temperatura” de Gustavo Guirado

Relato de tierra y sangre

Nadia Isasa

Periodista de Imaginación Atrapada, CulturAr y Alternativa Teatral

¿Hay viento y hay cenizas en el viento.

Se dispersan el día y la batalla?

J. L. Borges. Poema Conjetural

Gaucho eunuco hace viento. Negrito pampeano gira la manivela y fabrica viento en circular. Virgen niña embarazada. Estatua de virgen muñeca encargada de la supervisión y la gestación en el vientre de la Señora. Vientre seco y árido. Vientre y pampa. La mujer barbuda, roja, raída espera la caravana del circo. Mientras, canta en francés y entrena a sus hijos (ausentes) en su rutina de trapecio. Dice a los hombres: ¿Yo no sé cómo, pero el día de hoy alguno de ustedes me va a preñar?

Esperan. Todos esperan la temperatura de la fertilidad. El cuadro de Sarmiento militar cuelga en una de las paredes de la tapera, rodeado de velas. Un coronel que quiere parecerse al cuadro, huele al indio amenazando del otro lado de la puerta.

El gaucho (semental) sobrevive, en su degradación, confinado a payar adentro de un viejo lavarropas.

Algo de la historia no oficial se ha filtrado. El adentro y el afuera. El centro y el margen. La ciudad y el campo. La pampa. Esa tierra maldita. ¿... el simple acto de clavar los ojos en el horizonte y ver... no ver nada? proclama su autor el autor del Facundo. En un espacio fantasmagórico, onírico y sonámbulo (¿La asfixia es como el sueño. Viera usted las cosas que se ven?), reconocemos los espectros de Estanislao del Campo, Martínez Estrada, del mismo Domingo Faustino. Una tradición teatral y literaria irreverente y atorranta nos recuerda la imposibilidad de fundar y fecundar.

Todo se enrarece. La puerta se abre y sale la única china que queda en el pago. Quedará a merced de la indiada, la noche y los cimarrones. No pudo concebir, quién sabe, y ya no puede entrenar a sus hijos, porque no los ve, porque no están. ¿Hay una vida mejor, pero es tan cara? Virgen decapitada. Ya no habla. ¿Siempre la misma gracia. Hay sangre y no hay carne?

Un grupo de invaluables actores, con Gustavo Guirado al volante, circulan construyendo y reconstruyendo, fundando, destruyendo y refundando historias y relatos, la mirada hacia la tierra yerma, donde Borges solía ver la luna de enfrente. El paisaje ha cambiado. Aunque tierra y sangre adentro siga ocurriendo lo mismo.