Editorial

Corrientes y los límites de la vieja política

En la provincia de Corrientes a la novedad electoral no la dieron los primos Colombi, sino el candidato kirchnerista Fabián Ríos, quien obtuvo más votos que los que le atribuían las encuestas. Es muy probable que la buena performance de Ríos se deba a que el electorado haya decidido castigar a dos primos que, además de portar el mismo apellido, alientan ambiciones políticas tan intensas que los empujan a marchar en listas separadas, sin que nadie pueda saber efectivamente cuáles son los motivos reales de sus disputas.

Arturo y Ricardo Colombi pertenecen al radicalismo o, como se dice ahora, al panradicalismo. Su filiación partidaria parece no afectar la tradición política correntina fundada en los linajes familiares. Si durante décadas los Romero Feris constituyeron el clan que dirigió los destinos de esta empobrecida provincia, ahora a la posta parecen haberla tomado los Colombi, y poco importa para el caso que el signo partidario sea radical.

A la provincia de Corrientes no le ha ido bien con los clanes familiares. Sus índices sociales así lo demuestran. Estos tipos de liderazgo -se sabe- suelen ir acompañados de políticas clientelistas y de groseras manipulaciones del electorado. Con la llegada de los Colombi al poder, en Corrientes lo que ha cambiado es la titularidad de los clanes familiares, porque la vida de los correntinos no ha cambiado. Algo parecido puede decirse de Santiago del Estero.

En el orden nacional, las elecciones del pasado domingo pusieron reiteraron el clásico internismo radical, incomprensible para la mayoría de los observadores. Como se sabe, Arturo Colombi contó con el aval del vicepresidente Cleto Cobos, mientras que su primo Ricardo fue apoyado por el titular del Comité Nacional de la UCR, Gerardo Morales. Las razones de estos apoyos o de esta disidencia son poco conocidas, y es probable que los dirigentes radicales también las ignoren.

Se dice que a los radicales les suele interesar más una elección interna que una nacional. En más de un caso, esta opinión está teñida por una leve ironía, pero ya se sabe que todo chiste debe tener alguna conexión con la realidad para ser efectivo.

Más allá del resultado de las elecciones, llama la atención de los observadores, y particularmente de quienes están preocupados por construir una alternativa opositora creíble, ese internismo feroz en el que los protagonistas suelen preferir la derrota de su adversario en las elecciones generales a hacer concesiones o admitir alguna postergación de sus ambiciones personales. Si lo sucedido en Corrientes es una muestra de lo que le aguarda al arco opositor para presentarse como alternativa en 2011, sus posibilidades electorales serán dudosas porque estarán atravesadas por un internismo que no alcanza a disimular la supremacía de las ambiciones personales.