Puertas abiertas

Miryan Ramón.

DNI. 5.628.072. Subsecretaria de Salud de la Municipalidad de Santo Tomé. Co-redactora del anteproyecto convertido en Ley de Salud Mental. Dirección de Salud Mental de la Pcia. de Santa Fe. 1993-1996.

Señores directores: La nota “Un hospital de puertas abiertas que conducen al peligro”, acerca del Hospital Mira y López, publicada el 6 de septiembre ppdo., retrotrae la discusión acerca del hospital de puertas abiertas a los primeros años de la recuperada democracia, sin las ventajas de sus aportes y con las desventajas del desconocimiento de su historia, de las raíces estructurales que configuraron segregación, relaciones de poder y sumisión. Desconociendo las marcas, las representaciones en el imaginario colectivo del acecho de la locura, agigantando los fantasmas ante una fisura institucional. Fisuras institucionales, con saldos de muertes lamentables y evitables. Lo que no parece apropiado hacer de ellas es una resignificación, focalizando con énfasis un aspecto negativo, de toda una política sanitaria, que superó sus orígenes de encierro, de segregación, de ocultamiento del padecimiento humano y de las formas brutales de su tratamiento.

Pero el Hospital Psiquiátrico nos obliga a pensar en el mito, eso que se dice y alcanza un grado de entidad en virtud de ser dicho.Y como se dice, desnuda los paradigmas desde los que hablamos. Los intereses que se ponen en juego, nuestra sabiduría o nuestra ignorancia. (“Prefiero permanecer callado y parecer estúpido, antes que abrir la boca y hacerlo evidente” Max Twain).

¿A qué se refiere la periodista cuando dice “en la puerta los frenarían”?, aludiendo a los pacientes como si se tratara de objetos mecánicos, a los que esta política sanitaria reivindicó como sujetos. Es cierto, los pacientes piden monedas, tienen necesidades, ganas, deseos de comer algo dulce, de fumar un cigarrillo, de ropa, calzado. Los que allí están son los olvidados de sus familiares y amigos, de la sociedad. Estar internado es tramitar la soledad, la segregación, sin la mirada de significación que nos dice el lugar que tenemos para el otro y nos devuelve humanos.

Que quien esté internado en un hospital psiquiátrico y quiera salir es casi un índice vital, aunque parezca un contrasentido, en esta carrera hacia el afuera, donde está la vida, pueda encontrarse la muerte. ¿Cómo quien está preso ha de querer salir?

Los decesos por accidentes de tránsito constituyen la segunda causa de muerte en el país; este país donde veinticinco chicos se mueren por día de hambre y muchos de los que sobreviven tienen -por las mismas causas- disfunciones cerebrales irrecuperables, a los que el desamparo económico y social arrojará a la calle con previsible futuro.

No se trata de minimizar las muertes ocurridas en ocasión de salidas del hospital; se trata de contextualizarlas, de repensarlas en un horizonte de racionalidad para superar los déficits que sin duda el sistema presenta, con responsabilidad, sin sensacionalismo ni oportunismos, que terminan siendo funcionales a las prácticas violatorias de los derechos humanos, instrumentadas en el pasado.