Llegan cartas

El agua, ¿maldición o bendición?

Dr. Alberto Niel.

Señores directores: El grave y eterno problema insoluble de Santa Fe ha sido el agua. Rodeada por ella, una bendición de la naturaleza, ya que es (o era) agua potable. Esta dicha ha devenido en una desdicha porque nunca se encaró seriamente, en toda su magnitud, la importancia que tendría en el futuro contar con agua potable en cantidad y en calidad, permitiendo su degradación y contaminación, pese a la existencia de tantas reparticiones vinculadas con la hidrología que -por lo visto- no han actuado o no se han dado cuenta o no han podido actuar por falta de recursos o por presiones políticas o por presiones interesadas para impedir que nuestra ciudad se transformara, de una joyita con balnearios, campamentos y actividades costeras, con pescadores y remeros sanos y sonrientes, en la cloaca infecta, contaminada y maloliente actual.

En el pasado se hicieron grandes obras, época de funcionarios probos y honestos como el acueducto de Colastiné y el Puente Colgante, con sus enormes caños para transportarla a las impecables instalaciones de Agua y Energía, donde no era necesario ser magos ni mucho menos porque, con sólo filtrarla para hacerla incolora y transparente, se podía consumir sin temor.

Ahora la laguna de Guadalupe, su desagüe, el riacho Santa Fe y sus canales de acceso y derivación del puerto están contaminados por toda clase de descargas y desagües ilegales que están perfectamente identificados y conocidos.

¿Cómo y por qué no se toman medidas punitorias frente a tan grave delito? ¿A quién habrá que recurrir? Espero que alguien lea y tome en serio este reclamo que conceptúo de importancia vital. Estos apuntes y sugerencias tienen la pretensión y el buen deseo de que sean leídos y analizados por todos aquellos santafesinos de corazón que tengan la posibilidad de hacer algo en beneficio de nuestra ciudad, que corre el serio e inminente peligro de terminar siendo una enorme cloaca infecta y maloliente como ya lo es ese invento desafortunado y caro que es el lago del Parque del Sur, engendrado por alguna mente privilegiada de otrora que hizo cegar la entrada y salida del arroyo El Quillá, de tan grato recuerdo para quienes lo conocimos y lo gozamos.

¿Cómo es posible que se hable actualmente de fomentar el turismo con semejantes ambientes? ¿Quién va a venir a bañarse, a nadar o a remar en esas aguas, a pescar donde no hay peces, a tomar sol y respirar aire puro inexistente donde todo huele a podrido?

Hace mucho que vengo hablando y escribiendo sobre estos temas, predicando en el desierto y sólo el diario El Litoral y el arquitecto Carli, que es una persona realmente capaz e interesada, se hicieron eco de estas inquietudes y las tomaron en serios. ¿A quién habrá que dirigirse y qué pitos habrá que tocar, qué reuniones promover, qué paneles de discusión para que estos temas se traten y solucionen? Yo ya estoy cansado y viejo, y prácticamente invalidado, así que poco más puedo hacer porque tengo poco hilo en el carretel, razón por la cual mucho me complacería que alguien más joven empuñara la antorcha y la mantuviera encendida para iluminar a los realizadores, que los hay, porque abundan en Santa Fe los hombres de ciencia, investigadores y hombres honestos de buena voluntad.