Dolor e indignación en el último adiós

El quintero fue asesinado en un asalto

El atraco ocurrió durante la madrugada del sábado. Actuó una banda de entre 6 a 7 sujetos. Mataron a tiros al agricultor, molieron a golpes a su esposa y balearon a un hijo. Sustrajeron algo de dinero y fugaron.

Danilo Chiapello

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Esta mañana fueron sepultados los restos mortales de Esteban Cuevas (45), el quintero boliviano que, junto a su familia, fue blanco de un cruento asalto la madrugada del sábado.

Por su brutalidad y alevosía el hecho conmocionó a todos los integrantes de la comunidad boliviana, los que hoy se concentraron en el cementerio de San José de Rincón para expresar sus condolencias y acompañar a las víctimas en tan duro momento.

Los connacionales también expresaron su indignación contra aquellos órganos del poder que quisieron ocultar el hecho y/o desvirtuarlo con versiones equivocadas.

A sangre y fuego

Todo ocurrió durante la madrugada del sábado cuando una banda, compuesta por entre 6 a 7 individuos, irrumpió a sangre y fuego en un establecimiento rural ubicado en jurisdicción de Arroyo Leyes, a la altura del kilómetro 12 y medio, unos tres mil metros al oeste.

Hace poco menos de 5 años en el lugar se estableció la familia Cuevas -todos de nacionalidad boliviana- quienes arriendan terrenos para el cultivo de frutas y verduras, aunque con predominio de frutillas.

Eran cerca de las 3 de la madrugada cuando la banda arremetió en el predio. Los malvivientes llegaron en silencio -no se escuchó el motor de ningún vehículo- y cubrían sus rostros con capuchas. Todos estaban fuertemente armados.

Con movimientos dignos de un grupo comando tomaron posiciones estratégicas y en cuestión de minutos redujeron a una veintena de peones rurales. Uno a uno los empleados fueron sacados de sus catreras y maniatados con precintos plásticos.

Sin piedad

La mitad del plan ya se había consumado con éxito. Faltaba ir por los dueños de casa. Entonces utilizaron a uno de los peones para tenderles una trampa. Le ordenaron que vaya hasta la puerta de los Cuevas y comience a llamar a su patrón. El trabajador cumplió con el encargo mientras uno de los rufianes le apuntaba con su arma a la cabeza.

Tras escuchar que un empleado lo llamaba Esteban Cuevas (el dueño de casa) se asomó al exterior. En segundos se topó con el horror. Un caco le apuntó a la cara y lo obligó a tirarse al suelo. En dicha posición también fue maniatado.

Los ruidos y los gritos propios de la situación sacaron de su descanso a la esposa de Cuevas, que se levantó de la cama y fue a ver qué pasaba. Pero apenas llegó, un fuerte golpe le partió la frente. Se cree que le pegaron con una linterna.

“¡Queremos la plata!”

Acto seguido los rufianes comenzaron a reclamar por el dinero. Aturdida y lesionada la mujer entregó unos dos mil pesos que había en la casa. Pero no conformes con la suma los sujetos reclamaban más.

La presión contra las víctimas aumentaba a fuerza de golpes. Entonces arremetieron otra vez contra la esposa quien reveló que había más dinero en otra dependencia cercana, donde estaban los hijos del matrimonio.

En camino hacia ese lugar hubo más golpes y gritos, los que despertaron a Alvaro Cuevas, de 25 años, uno de los hijos.

Al advertir la situación el joven se abalanzó contra el caco que le disparó, dejándolo herido en la zona del abdomen. Así y todo se trenzó en lucha con el malviviente. A la refriega se habrían sumado también los esposos Cuevas.

Fue en esta circunstancia que el ladrón recargó su arma -sería una escopeta automática- y gatilló contra Cuevas padre. El hombre recibió tres impactos en la zona del tórax, lado izquierdo y otra en brazo derecho.

Consumado el desastre sus autores decidieron que era hora de escapar, y así lo hicieron a la carrera amparados por la oscuridad de la zona.

Penoso

Esteban Cuevas alcanzó a ser llevado hasta el Samco local aunque se estima que arribó ya sin vida, dada la gravedad de sus heridas.

Por su parte el hijo, Alvaro, fue trasladado hasta el hospital Cullen donde se lo sometió a una intervención quirúrgica de urgencia. El joven permanece alojado en la sala 6 de dicho nosocomio en estado delicado y con pronóstico reservado.

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Gran parte de la comunidad boliviana se concentró esta mañana en el cementerio de San José del Rincón. “Nos sentimos discriminados siempre. La Policía jamás escucha nuestros reclamos”, dijeron.

Foto: Danilo Chiapello