Siena: arte, cultura  y tradiciones

Siena: arte, cultura y tradiciones

Como un viejo navío hecho de mármol y de piedra, esta ciudad toscana emerge sugestiva desde lejos. Siena está hecha a la medida del hombre.

TEXTOS NIDIA CATENA DE CARLI.

Siena está rodeada de suaves colinas (las cretes), que representan el entorno natural de los campesinos y de su antigua sabiduría. Sin dudas, fueron ellos los que, desde tiempos ancestrales, han cuidado el equilibrio y la belleza del paisaje, salpicado de olivares, vides y cipreses.

A medida que me acerco, me asombra comprobar la perfección geométrica de esta legendaria ciudad, como si fuera una fantasía, una magia alquímica de rectas, curvas, ángulos, luces y sombras siempre cambiantes, siempre en movimiento.

Siena es una ciudad hecha a la medida del hombre. Un hombre que camina, se detiene, mira y reflexiona ante el lenguaje de sus movimientos y los signos de su intrincada historia. Al respecto, una profesora de historia italiana me cuenta que sus habitantes son muy memoriosos, ya que el 4 de setiembre de cada año, una multitud marcha en peregrinación hasta la cima de la colina de Montaperti para celebrar la victoria del año 1260 contra su ancestral enemiga: Florencia.

Es indudable que Siena es una ciudad con identidad propia que no olvida sus antiguos mandatos.

UNA CIUDAD FORTIFICADA

Un alto muro fortificado rodea completamente la ciudad. Construido entre los siglos XIII y XIV, custodia su valioso núcleo histórico de trazado medieval.

No obstante la pertinaz mirada al pasado que tienen sus ciudadanos, hay también una inequívoca vocación de “aggiornamento”, que se puso de manifiesto en 1965, cuando las calles del centro histórico fueron ampliadas y peatonalizadas, venciendo el natural obstáculo que representa la circulación automovilística en una estructura urbana trecentesca (S. XIII).

Otra de las características singulares de esta ciudad es que puede ser apreciada y admirada tanto por el erudito como por la gente común: el erudito encuentra una delicada fineza en la relación de las partes físicas de Siena, que no se pone de manifiesto de manera ostensible. Es posible que a medida que la recorre, vea que los escorzos están señalando puntos estructurados de forma casi matemática.

No obstante, el viajero común, que no tiene una formación académica, se sentirá igualmente fascinado por esta ciudad, que se debe apreciar lentamente y sin apuros; recorriendo sus callecitas desiguales, mirando sus viejos palacios góticos donde antaño bellas doncellas tejían sus sueños de amor.

LA TORRE DEL MANGIA Y EL PALACIO

La Torre del Mangia es la más bella y esbelta construcción gótica de la Toscana, conjuntamente con el Palacio Público que la contiene. Tiene ochenta y seis metros de altura con un coronamiento de mármol travertino diseñado por Lippo Memmi en el siglo XIV.

La torre es el símbolo de la potencia de la República. Surge inimitable presidiendo La piazza del Campo, como si fuera una flor que saluda y da la bienvenida a los viajeros que desde lejos la ven y la admiran.

El palacio fue construido como sede de las magistraturas de la comuna y hoy es asiento de la intendencia del concilio comunal, además de un excepcional museo de arte.

El plano monumental del palacio tiene su centro en la Sala del Mapamundi, grande y solemne, con ventanas ojivales que se abren sobre la Plaza del Mercado; los tres muros restantes están cubiertos de frescos que recuerdan los fundamentales religiosos y civiles de la antigua República. Una serie de santos protectores de Siena -como Catalina de Siena y San Bernardino- decoran las partes más bajas de las paredes. Mientras, en lo alto se despliegan grandes frescos con escenas épicas.

Pero la atracción máxima de esta sala es, sin dudas, la pintura al fresco de Simone Martini, denominada “La Majestad”, representación áurea de la Virgen sentada en el trono rodeada de ángeles, santos y apóstoles, obra realizada en el año 1315.

La tierra de Siena se identifica con personajes místicos: los mismos que, con su ingenio y sus acciones, han impreso una huella indeleble en la belleza de los lugares y en el estilo de vida.

A la sala del Mapamundi le sigue el salón de los Nueve, donde se puede apreciar un grandioso ciclo pictórico de Ambrogio Lorenzetti, obra realizada entre 1337 y 1339. El ciclo comprende: La Alegoría y los Efectos del Buen Gobierno en la ciudad y en el campo; más que un fresco es un verdadero manifiesto político, donde uno de sus personajes alegóricos -La Seguridad- muestra un mensaje muy actual que dice: “que cada hombre circule libre y sin miedo, y trabaje su propia siembra”: El Gobierno vela por la seguridad de la existencia y de las acciones: “Por eso sin guerras se producen efectos civiles útiles, necesarios y de provecho”.

Siena se impuso, desde entonces, un ideal de gobierno que incluía la búsqueda no sólo de lo correcto y de lo útil, sino también de lo bello y placentero. Por el contrario, el fresco de La Alegoría del Mal Gobierno está representado por bestias diabólicas de La Tiranía, La Crueldad, El Engaño, El Furor, La Discordia y La Perfidia; acciones negativas que producen todo el daño y el mal en el mundo.

Lorenzetti fue, además, el primer artista que plasmó el paisaje sienés, sus suaves colinas, los pequeños pueblos medievales, los caminos salpicados de cipreses donde los hombres transitan a caballo; cada rincón nos habla de un mundo hecho de delicados equilibrios, donde todo detalle persigue la excelencia.

IL DUOMO O CATEDRAL

La inconfundible silueta del duomo surge ante la vista del viajero desde cualquier punto de la ciudad.

Construido en la parte más alta de Siena, se destaca por estar recubierto con mármoles en franjas blancas y negras que se repiten incansablemente, recordando la sagrada “balzana”. Así se denomina a la bandera de Siena.

Fue consagrado a la Virgen en 1179 sobre los restos de un antiguo templo erigido a la diosa Minerva del cual queda, como testimonio, parte de un sarcófago de mármol del siglo III, que actualmente se puede ver en el Museo del Duomo.

Con respecto a su bella fachada, Camillo Semenzato escribe: “iniciada en el siglo XII y finalizada en el XIV, la Catedral de Siena representa una síntesis de los elementos góticos aportados por la arquitecta cistercience (1) y la tradición toscana. En la decoración plástica de esta catedral participó uno de los grandes escultores de la época: Giovanni Pisano”.

Cuando se transponen los artísticos portales de bronce de su fachada el visitante se encuentra con un templo de grandes dimensiones y de una suntuosidad única en el mundo; comenzando por el piso íntegramente de mármol, dividido en cincuenta y dos recuadros donde se narran historias del antiguo testamento, los emblemas de otras ciudades de la toscana, la Loba de Siena con los gemelos y motivos zoomorfos.

Sólo aquí se puede caminar sobre una completa pinacoteca de mármol, donde trabajaron más de cuarenta artistas, como Pinturicchio, Giorgio Martini y Doménico Beccafumi, por nombrar tan sólo algunos.

Las columnas en franjas blancas y negras sostienen las arcadas románicas que se continúan hasta la cúpula, mientras en el altar mayor los mármoles se tornan policromados.

El púlpito octogonal es una obra escultórica realizada en 1268, de inspiración clásica, pero plena de nuevas sugestiones, madurada por tres geniales escultores: Nicola Pisano, su hijo Giovanni y Arnolfo Di Cambio. Juntos lograron crear una obra monumental en perfecta unidad y armonía de criterios, donde se destacan trescientas figuras humanas distintas unas de otras, y setenta animales que surgen en diversos sectores del púlpito, otorgándole una gran riqueza creativa.

Imperdible, el Altar Piccolómini, donde Miguel Ángel -el máximo exponente de la escultura de todos los tiempos-, plasmó un imponente conjunto escultórico de San Paolo, San Pedro y San Pío II.

Al terminar esta convocante visita al duomo, uno intuye que recién comienza a conocer los mil rostros de esta fascinante ciudad, plasmados en iglesias, palacios, la pinacoteca y, en un punto convergente de todos los viajeros, El Palazzo Salimbeni, sede de la más grande estirpe de banqueros de Europa desde el medioevo, cuya fundación denominada Monte dei Paschi o Páscoli, perpetúa el mecenazgo instaurado por sus antiguos banqueros. Es una institución de importancia nacional e internacional, que contribuye solidariamente en favor del arte y la escultura mundial.

(1) Cistercience: De la Orden religiosa del Cister

Es una tarde soleada, víspera de Pascua de este año. Una marea humana camina hacia un punto de la ciudad que no sé bien cuál es pero creo adivinarlo. De pronto, las exclamaciones de admiración se hacen sentir en todos los idiomas. Camino impaciente entre la multitud y, como puedo, me paro en puntas de pies; allí aparece como en un sueño, o mejor, como en una película de Fellini, La Piazza del Campo,

Corazón de Siena, fue admirablemente concebida en forma de ostra cóncava, con suelo de ladrillos color arcilla, con guías blancas de piedra que la dividen en nueve sectores de perfecta simetría.

La miro y admiro... Y se me ocurre pensar que La piazza del Campo es un gran salón “a cielo abierto” rodeada de bellos palacios medievales que la circundan con elegancia y estilo. Además -y esto no es poca cosa-, es un formidable lugar de encuentro de gente de todas partes del mundo que buscan un puerto en esa privilegiada platea.

En esta piazza, un día no muy lejano, estuvo de visita el escritor portugués José Saramago, quien profundamente emocionado escribió sobre Siena:

“Miro,

los viejos palacios de Siena,

casas antiquísimas,

donde quisiera poder vivir

un día, con una ventana

sólo mía, abierta

sobre los techos color arcilla.

Persianas verdes de las ventanas,

de donde intentaré descifrar

los secretos

que Siena murmura, y que yo

continuaré a sentir,

aunque no lo entienda,

hasta el fin de la vida”.

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de izquierda a derecha: Panorama de la ciudad con el Duomo, el campanario y la Torre de Mangia / Piazza del Campo: La Fuente Gaia / Una de las calles peatonales de la ciudad italiana.

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Piazza del Campo, la elegante Torre del Mangia y el Palacio Público.

Una celebración milenaria

La Fuente Gaia está emplazada en la parte más alta de La piazza del Campo. Precisamente aquí es el lugar de encuentro establecido con la profesora de historia María Muzio, que como ciudadana de Siena me relata cómo se vive la fiesta del Palio en la actualidad. “En esta piazza se celebra dos veces al año, el 2 de julio y el 16 de agosto, la milenaria fiesta del Palio, que es una carrera de caballos montados por los representantes de los diecisiete barrios existentes en Siena, denominados Contrade. Cada bando tiene su bandera y un símbolo con la figura de un animal. Por ejemplo, la Contrade del Águila es amarilla con el águila negra de dos cabezas. Otra tiene el escudo del dragón: verde con lengua de fuego.

La Contrade de La Loba tiene la bandera blanca y negra de Siena y amamanta los gemelos, y así podríamos continuar hasta la contrada diecisiete. Cada una de ellas se esmera todo el año para presentar el mejor cortejo, que inaugura la celebración con un desfile de jóvenes vestidos con riquísimas vestimentas renacentistas. Allí da comienzo el “juego de las banderas”, que realiza una cantidad de pasos y figuras -algunas muy antiguas y medievales- como el lanzamiento de las banderas en alto como signo de saludo a la concurrencia. Los sieneses aplauden con fervor y redoblan su apuesta”.

A esta altura del relato María se hallaba especialmente emocionada, como “sienesa de pura cepa” que tiene sus ancestros en el mismísimo medioevo. Continúa diciendo: “la contrada vencedora recibe como premio un estandarte traído en un carro triunfal tirado por bueyes. El desfile dura alrededor de dos horas, donde el esplendor de los trajes, las banderas desplegadas al viento y el tañir de las campanas de las iglesias hacen del Palio un espectáculo único e inolvidable”.

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Siena es una ciudad con identidad propia que no olvida sus antiguos mandatos.

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El Palio de Siena, una celebración milenaria.