EDITORIAL

El dengue, el Estado y la respuesta social

 

La proximidad de la temporada estival, con las altas temperaturas que caracterizan a esta región, y el anuncio de un período de lluvias abundantes para los próximos meses hace presumir que el dengue será un tema prioritario en la agenda de la salud pública. Es que el mosquito transmisor de esta enfermedad, que se cobró vidas humanas e infectó a miles de personas en todo el país durante el último verano, encuentra en las características climáticas mencionadas las condiciones ideales para su reproducción.

Sin una vacuna contra la enfermedad, las acciones preventivas resultan de enorme importancia. Y éstas pueden concretarse tanto con acciones individuales, con el uso de productos adecuados para evitar las picaduras; como a través de medidas en el ámbito familiar, evitando la acumulación de agua en recipientes y manteniendo en adecuadas condiciones de higiene el domicilio y sus alrededores, y a través de acciones comunitarias en las que intervienen organismos oficiales y no gubernamentales, además de instituciones vinculadas con el conocimiento como son las universidades que en esta materia tienen mucho para aportar.

El dengue es una enfermedad viral que se transmite únicamente por la picadura del mosquito Aedes aegypti, una especie que tiene hábitos domiciliarios y se reproduce fácilmente en tanques de agua mal tapados, neumáticos, o cualquier recipiente en el que se almacene agua. Por esa razón, una de las medidas más efectivas para su control es la denominada descacharrización, que consiste en descartar todo recipiente que se pueda convertir en criadero.

Como ocurrió en plena epidemia de gripe A, que demandó un fuerte compromiso comunitario en acciones sencillas pero efectivas para evitar el contagio, se apela en este caso a la misma responsabilidad comunitaria para poner en práctica recomendaciones que posibiliten un mayor control en la propagación del insecto transmisor del dengue.

Pero, probablemente, sea determinante en orden a la imprescindible concientización, el factor de permanencia. Al igual que otras enfermedades, pestes o plagas que en algún momento se consideraron erradicadas, o restringidas a espacios tropicales, el dengue ha excedido la simple condición de una epidemia transitoria, esporádica o pasajera, y se inscribe entre los males llamados “reemergentes”.

Dicho en otros términos, no se trata de la reiteración de una emergencia de carácter extraordinario, sino de una elocuente muestra de que ha llegado para quedarse, y de que todos deberemos asumirlo de esa manera, para incorporar de manera efectiva y permanente a nuestras conductas de cada días las medidas y acciones de prevención que hoy todavía suenan novedosas e incluso resultan imprudentemente soslayadas.

Por las mismas razones, las acciones oficiales no deben escatimar esfuerzos para incorporar estas prácticas a la vida cotidiana que, como de una vez por todas debemos asumir, quizás ya no pueda seguir siendo la misma que hace unos años.