Somos ricos

Arturo Lomello

Somos inmensamente ricos, generalmente no lo sabemos. Parece una ocurrencia de humor negro, pero no lo es. Nuestra riqueza que generalmente atribuimos a lo monetario, en verdad lo es por el solo hecho de ser y las posibilidades inagotables que ello significa. Nuestra riqueza es, pues metafísica, psicológica y también física, en este último caso material.

Son riquezas inalienables; nadie nos puede despojar de ellas, ni el capitalismo ni ningún ismo ideológico. Si hay tantos pobres en economía o esclavizados individualmente en el mundo, nada tiene que ver con ello ni el Creador ni la naturaleza, que nos han donado todas las posibilidades. Aunque parezca mentira, la pobreza económica proviene del nivel puramente humano.

Si despertamos a la observación de nuestra realidad, comprobaremos a cada paso la riqueza de la constitución humana. Todo nos es dado. En este mismo momento, mientras yo escribo estas líneas y usted las lee, admirable, prodigiosamente nuestro corazón bombea rítmicamente la sangre, el aparato digestivo funciona sin que lo advirtamos, y sin que intervenga la voluntad, las neuronas continúan dando curso al pensamiento, y la memoria, milagrosamente, va atesorando nuestras vivencias.

Como vemos y no es ningún descubrimiento somos ricos y no es humor negro. Ocurre que lo más evidente es lo que menos vemos. Aquí no se trata de actitudes proféticas o del descubrimiento de la pólvora; pero reconozcamos que pocas veces atendemos a la riqueza que significa el ser.

De la misma manera que estamos destruyendo el mundo con la agresión permanente que suponen las guerras, la contaminación ambiental, la miseria, también el no aprovechar la riqueza que constituye nuestro ser va esterilizando nuestra vida, abortándola desde la raíz.

Charles Peguy decía que la fundamental y auténtica forma de conocimiento provenía del estupor, porque ello nos permite unirnos al objeto del conocimiento. No hay otro rumbo que la gratitud que supone el maravillarnos ante las riquezas del ser. Es de esa gratitud, de ese reconocimiento que se puede alcanzar el nivel cabalmente humano.

Es la riqueza que nada ni nadie podrá quitarnos y es la base que puede permitir una mejor distribución de la economía, paradójicamente dependiente de la riqueza del ser.