AL MARGEN DE LA CRÓNICA

Los maleducados de siempre

Anoche asistí a la muestra organizada por la escuela Sara Faisal para su “semana de las artes”. Se trata de una puesta en escena de todos los trabajos realizados durante el año en las distintas disciplinas artísticas que dicta la escuela: plástica, tecnología, música y expresión corporal; así como el resultado de los talleres extracurriculares de música instrumental, coro y danzas (o tango, no lo sé).

Realmente el esfuerzo dio resultados. El esfuerzo de maestros, niños y padres que colaboraron, se vio reflejado sobre el escenario y en la organización. Las horas de ensayos (incluso fuera del ámbito y del horario escolar), los tiempos de preparar los vestuarios, las letras memorizadas, todo dio sus frutos para que padres, tíos, abuelos y amigos, pudiésemos disfrutar un rato la magia del trabajo logrado durante el año.

Todo perfecto, salvo los padres...

No sólo hablaron todo el tiempo y no apagaron sus celulares, sino que apenas terminada la comedia musical que -tal como señalaba el programa- era la última presentación, los maleducados de siempre se empezaron a levantar, mientras el presentador hacía inútiles esfuerzos para agradecer a quienes habían participado en la organización y trataba de dar por finalizada la función.

¿Por qué tanta mala educación? ¿Por qué semejante atropello hacia los demás? ¿Es que definitivamente nos importa tres carajos todo? Realmente, los argentinos nos cagamos en las instituciones. Y encima, después nos quejamos.

Estoy cansada, cansada de gente que se queja de todo y no hace nada, absolutamente nada, para que esto cambie. Las Instituciones, ésas de las que tanto habla la presidenta, no son los edificios bonitos y viejos que vemos ahí como vestigios de un pasado que supimos construir. Las Instituciones son las reglas. Y tener calidad institucional es tener reglas claras que se respetan.

Pues bien, la escuela es una de esas instituciones que tiene sus reglas absolutamente claras. Y somos los padres quienes primero debemos cumplirlas para después exigirles a nuestros hijos su cumplimiento. Pero somos tan esquizofrénicos que pretendemos que la escuela haga lo que nosotros somos incapaces de hacer.

Tengo la suerte de poder mandar a mis hijos a una escuela que elegí. Es una escuela a la que van hijos de gente que trabaja, se supone formada y educada. Pero esa gente, anoche me hizo sentir vergüenza.