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José Cococcioni y Estela Luciani con su familia.

De Fermo a Venado Tuerto

Dos hermanos italianos llegaron junto a un amigo para trabajar en nuestro país en 1905. Se radicaran en la localidad de Carmen y luego en Venado Tuerto, adonde pudieron instalar una fábrica de mosaicos y un cine.

TEXTOS MARIANA RIVERA

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Quienes estén interesados en ponerse en contacto con Carlos Cococcioni para aportar más datos sobre su historia familiar o porque lleven el mismo apellido pueden hacerlo al siguiente e-mail: [email protected].

Carlos Dante Cococcioni -un farmacéutico de nuestra ciudad, miembro de la Asociación Marchigiana de Santa Fe- envió un mail a De Raíces y Abuelos porque estaba interesado en contar la historia de dos hermanos italianos (José y Enrique Cococcioni, el primero era su abuelo), quienes -junto a su amigo Umberto Luciani- llegaron a estas tierras para progresar y luego brindarse a la comunidad.

Preocupado por si “esta historia será interesante para los lectores”, aseguró que le había dado mucha satisfacción poder indagar en los orígenes de su familia, aunque esto ocurrió recién ahora porque poco pudo saber durante su infancia y juventud.

Carlos admitió que “me interesé por indagar sobre mis raíces porque mi padre murió joven y de mi familia materna tengo todos los datos. Mi madre vive y hasta el día de hoy cuenta refranes y anécdotas sobre sus abuelos (él era ebanista), sus amigas y su infancia. Pero de la parte paterna no sabía nada y me sentía como incompleto, como huérfano de historia de mis raíces paternas porque mi padre nunca contaba nada”.

En este sentido, admitió que “en En Venado Tuerto (donde se desarrolló su familia) eran muy cerrados, de no hablar; muchas cosas no se contaban. Yo me enteré ahora que mi abuelo tenía una importante fábrica de mosaicos. Sólo íbamos allá para el día de la madre a visitar a mi abuela o para el 31 de diciembre. Algo me acuerdo de haber oído que hablaban de un cine pero no sabía que era de la familia y que había sido tan importante para Venado Tuerto”. Por eso dijo estar muy conforme con su investigación, que pretende seguir profundizando, ya que “falta mucho de completar en el árbol genealógico”, advirtió.

LA HISTORIA

Todo comenzó -relató, de acuerdo a la información que pudo recopilar- en la región de “Las Marcas”, allá en Italia, un noviembre de 1905, cuando algunos miembros de las numerosas familias Luciani y Cococcioni, oriundas de la comuna de Fermo (que eran amigas entre sí), provincia de Ascoli Piceno, decidieron dejar la casa y el campo que arrendaban para emigrar a la América en busca de progreso.

En esas tierras se dedicaban a la fatura de cerdos, la cría de animales y a algunos cultivos.

Esta decisión era algo normal en esos años debido a la gran pobreza que sufrían en Italia. De la familia Luciani partieron los hermanos Enrique, Pedro, Juan, Umberto, Asunta, Julio, Estela, Eugenia y Julio, junto con los hermanos José y Enrique Cococcioni.

Viajaron en el barco Principesa Mafalda y arribaron al puerto de Buenos Aires un 13 de diciembre de 1905. José y Enrique Cococcioni venían con una dirección (escrita en un papel), tal vez con un contacto de trabajo, para desempeñarse en un campo en la localidad de Serodino, cerca de Rosario. Durante el viaje, ese papel se perdió y al llegar al puerto de Buenos Aires quedaron ambas familias a la deriva, sin saber adónde dirigirse.

Como en aquella época iban al puerto muchos contratistas en busca de mano de obra gringa, de inmigrantes, como ellos, vio a estas familias que estaban sin rumbo y les dijo que necesitaba gente para trabajar en unos campos en la localidad de Carmen, cerca de Venado Tuerto. Y allí se dirigieron al campo de un tal Campisano.

DE LAS VÍAS A LAS VEREDAS

Y continuó relatando: Luego de unos años de estar en Carmen realizando tareas relacionadas con el ferrocarril, los hermanos José y Enrique Cococcioni, junto a algunos hermanos varones de los Luciani, se dirigieron a Buenos Aires. Allí trabajaron como contratistas para la colocación de veredas en Olivos, Belgrano y otras zonas residenciales.

De esta manera aprendieron experiencia en todo lo relacionado con este oficio. Al regresar decidieron establecerse en Venado Tuerto para instalar una fábrica de mosaicos y baldosas para veredas. La primera fábrica la establecieron en un terreno probablemente alquilado, pero más tarde pudieron fundar su propia fábrica, llamada “La Modelo, Cococcioni Hnos.”, en 1910.

Era la única en muchas leguas a la redonda y estaba ubicada en la esquina de Belgrano y Pellegrini, en Venado Tuerto. Pudieron adquirir ese terreno gracias a un préstamo otorgado por el Dr. Alejandro Gutiérrez, “sin documentos y a pagar dentro de sus posibilidades’, en 1920.

En poco tiempo, José y Enrique Cococcioni adquirieron modernas máquinas y alcanzaron una producción de 5.000 mosaicos diarios: lisos, con dibujos, calcáreos, graníticos, baldosas para las veredas y la plaza del pueblo, además de mármoles de granito reconstituido. Luego anexaron sanitarios y materiales de construcción para toda la zona de influencia.

Carlos también dijo con orgullo que “los umbrales de los principales negocios tenían la “CH’ característica de la fábrica y las veredas que actualmente se conservan tienen también en su reverso ese sello de Cococcioni Hnos”.

Este dato lo pudo constatar cuando tuvo la oportunidad de viajar a Carmen, tras indagar entre sus pobladores si conocían personas con su apellido. Además, pudo ver que muchos edificios públicos, plazas o casas de la época todavía conservan “pisos de la fábrica de mi abuelo muy elaborados con motivos arabescos o dibujos geométricos de vivos colores que aún brillan y regalan al visitante una muestra de armonía y belleza, que despiertan admiración. Incluso, otros pueblos ubicados dentro de un radio de 200 kilómetros también conocieron el arte de estos emprendedores italianos. Además, la ciudad de Rosario también recibió un aporte importante de la producción de la fábrica CH, ya que al viajar al puerto en busca de materias primas para aprovechar el viaje llevaban mosaicos, veredas y otros productos”.

TAMBIÉN EL CINE

Los hermanos José y Enrique Cococcioni se casaron con las hermanas Estela y Asunta Luciani, respectivamente. Paralelamente, allá por 1924, Umberto Luciani, hermano de Estela y Asunta, inauguraron la flamante sala de cine teatro Ideal, que actualmente es el Centro Cultural Provincial de Venado Tuerto.

El cine, construido a semejanza del Cine Ideal de Buenos Aires, contaba (y todavía conserva) con piso oscilante y butacas que se podían retirar. de esta manera, cuando se celebraban los carnavales o las fiestas del Inmigrante Italiano, el piso -gracias a dos gatos hidráulicos- recuperaba la horizontalidad y retirando las butacas quedaba convertido en un gran salón de baile, al que concurría toda la colectividad italiana.

Un dato curioso que pudo aportar Carlos Cococcioni es que “Umberto Luciani trajo a Venado Tuerto a Carlos Gardel, un 7 de agosto de 1933, al Cine Teatro Verdi, propiedad de la Sociedad Italiana, que él administraba junto con algunos de sus cuñados. Umberto llegó a ser agente consular de Italia y sigue siendo recordado hasta hoy por su generosidad y hombría de bien, ya que nunca dejó de tenderle una mano a quien lo necesitaba. También fundó una fábrica de alpargatas, que ganó una medalla de oro en una exposición de Milán por ser considerado un calzado útil, novedoso y resistente, apto para los trabajos en las zonas montañosas de Italia”.

UNA GRAN FAMILIA

Enrique y Asunta -explicó- tuvieron 12 hijos, mientras que José y Estela, cinco, entre ellos, mi padre, Dante, quien se casó con Alex D’Alessandro. Ellos vinieron a Santa Fe para ejercer la profesión farmacéutica, primero en la conocida farmacia Arenales, ubicada en avenida Freyre y Corrientes. Pero luego, en 1964, pudieron establecer su propia farmacia Cococcioni, en avenida General Paz 5436 de nuestra ciudad. Mis tíos quedaron en Venado Tuerto con la fábrica de helados y confitería Verdi, ubicada frente al cine del mismo nombre.

Por último, Carlos concluyó que “José y Enrique Cococcioni y Umberto Luciani, como tantos otros inmigrantes, vinieron a “hacer la América’ y puedo asegurar que la hicieron y muy bien. La llenaron de hijos, de nietos, pueblos, rutas, escuelas, negocios, sociedades culturales y de ayuda, labraron la tierra y transformaron su industria incipiente. Regalaron toda su fuerza y tenacidad, su honor y su palabra a esta Argentina que los cobijó. Verdaderamente todos hicieron la América y a ellos les estamos muy agradecidos”.

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Los hermanos Cococcioni también tuvieron el cine de Venado Tuerto.

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La familia conserva este jarrón que se hizo en la fábrica de cerámicos de los Cococcioni.

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Los habitantes de Venado Tuerto guardan gratos recuerdos de los hermanos Cococcioni.

UNA GRATA SORPRESA

Carlos dejó librado al destino la posibilidad de comenzar a indagar sobre sus orígenes. Según relató, “había vuelto de unas vacaciones y siempre tenía la idea de volver a ver a mis primos, ya que desde que había muerto mi abuela y mi padre no nos habíamos vuelto a encontrar porque ya no había más vínculo. Hacía como 15 años que no tenía contacto con ellos y paré en Rosario, como destino final de mis vacaciones. Quise ver qué colectivo salía primero, si a Santa Fe o a Venado Tuerto. A los 5 minutos había uno para Venado Tuerto y ahí me fui”.

Y continuó recordando: “A todos mis primos les caí de sorpresa, después de 15 años que no los veía. Toqué timbre en casa de una tía que ya falleció y como iba de lentes y gorrito no me reconoció y me preguntó: ‘A quién busca, joven’. ‘A mi tía’, le respondí. Otro tío muy mayor estaba en la calle y lo encontré leyendo el diario en un bar del pueblo. Cuando le pregunté si sabía quién era me respondió ‘el hijo de Dante’, pero sin darse cuenta que hacía años que no me veía. Ese día estuve seis horas y retomamos el contacto. Luego me nació la inquietud de hacer el árbol genealógico, en donde me faltaban datos y cada vez me generaban más inquietudes y dudas. Después empecé a investigar la historia de la familia y con ellos fui completando los datos que me faltaban”.