SEGURIDAD VIAL

Adaptarse al contexto

Según las estadísticas, el 72% de los siniestros que se producen con lluvia ocurren durante los primeros 30 minutos desde que comienza a llover. Aquí, algunos consejos para saber cómo responder ante las condiciones externas.

Adaptarse al contexto

Tomar conciencia. Cuando empieza a llover, se levanta viento o “baja” la niebla, la conducción debe variar y se debe manejar con mayor precaución, entre otras cosas. Foto: guillermo di salvatore

M&T

Fuente: www.cesvi.com.ar

¿Por qué las estadísticas marcan que la mayoría de los accidentes en condiciones lluviosas se dan en los primeros 30 minutos desde el comienzo de esa condición climática? En parte se debe a que muchos conductores no adaptan su forma de manejo a las variaciones de adherencia y a las condiciones que impone el tránsito en cada momento.

Para mantener los márgenes de seguridad en todo instante, resulta imprescindible verificar continuamente todos los factores que influyen en la conducción, acomodando la velocidad y la actitud según los requerimientos de exigencia.

La técnica se basa en descubrir continuamente los peligros potenciales que pueden concretarse en los próximos 5 ó 6 segundos de manejo, e ir anticipando posibles defensas a efectuar en el caso de que éstos ocurran. Ello reducirá el tiempo de reacción del conductor defensivo y disminuirá la posibilidad de efectuar una maniobra incorrecta.

Comenzó a llover

Cuando la lluvia empieza a caer sobre la calzada, ésta se encuentra en las peores condiciones de adherencia, porque el polvillo que contiene, al mojarse, forma una delgada capa resbaladiza que imposibilita controlar el vehículo, si se transita con una velocidad inadecuada.

Cuando el pavimento se encuentra mojado, la distancia de frenado es más larga; según el estado del pavimento, puede llegar a ser el doble que sobre la calzada seca. Pero además, las condiciones de maniobrabilidad del vehículo para esquivar un obstáculo disminuyen considerablemente, pudiendo perderse el control de la trayectoria fácilmente.

En tal circunstancia, no observe cuál es la velocidad máxima permitida en esa vía, concéntrese en cuál es la velocidad adecuada que le garantice llegar a destino.

La niebla

La niebla es otro factor de alto riesgo. En tal situación, no se detenga nunca sobre la calzada ni en la banquina; si es posible, hágalo en una estación de servicio u otro lugar seguro; caso contrario circule despacio y encienda las balizas. Circule con luz baja porque la luz alta disminuye la visibilidad del conductor, ya que las gotas de agua en suspensión devuelven gran parte del haz de luz emitido.

En resumen, si todos los conductores evaluaran las condiciones externas permanentemente y adaptaran su forma de manejo continuamente, conducir en nuestro país resultaría más placentero y seguro.

El viento

En las rutas argentinas, y más acentuado en nuestra Patagonia, podemos encontrar vientos que mueven literalmente al vehículo de la ruta. Los más peligrosos, sin dudas, son los vientos cruzados que aparecen repentinamente en nuestro recorrido.

Una de las situaciones en donde debemos tener mayor cuidado es en los adelantamientos a vehículos pesados, dado que los mismos nos cortan el viento y cuando salimos de su zona de influencia —si no estamos atentos a esta circunstancia— podemos llegar a sufrir un fuerte movimiento que desemboque en un posible accidente.

Otra circunstancia a la que debemos prestarle atención es a las zonas arboladas, dado que las mismas generan el mismo efecto que los vehículos pesados de cortar el viento y, al finalizar la zona, nos podemos encontrar con la situación de un viento cruzado, produciéndonos el despiste del vehículo o la invasión del carril contrario con el consiguiente riesgo.

Por este motivo, debemos observar e identificar correctamente la ruta, banquinas y entorno, dado que nos permitirá estar atentos como para poder afrontar bien una situación de este estilo.