EDITORIAL

Los sinsentidos de Gualeguaychú

Los piqueteros y ambientalistas que desde hace casi tres años mantienen cortado el tránsito entre las ciudades de Gualeguaychú y Fray Bentos permitieron pasar a los hinchas de fútbol de la selección nacional. Algo parecido han hecho en otro momento con los simpatizantes de un club de fútbol, en ese caso, con la contraprestación de enarbolar en las tribunas una bandera con consignas en contra de la empresa finlandesa Botnia.

Atendiendo al desarrollo de los hechos, daría la impresión de que la opinión pública y las autoridades políticas nacionales y provinciales se han resignado a convivir con esta situación. Un puñado de militantes piqueteros ha resuelto atribuirse roles estatales y decide quién puede o no transitar por una ruta fronteriza. La “normalización” de esta situación es uno de los rasgos típicos que pone en evidencia nuestra cultura anómica, cultura que compromete, como en este caso, a las propias clases dirigentes.

Mientras tanto, la empresa Botnia sigue funcionado y, a pesar de ser la papelera más controlada del mundo, ninguno de los abundantes informes técnicos ha podido probar que contamine. Por su parte, el gobierno de Uruguay también se ha resignado a convivir con esta realidad, aunque en el caso de ellos todo esto se disculpa porque nunca han tenido la posibilidad de opinar sobre el tema.

Concretamente, el corte a los uruguayos les fue impuesto por una minoría, sentando el gravísimo precedente de que un grupo de personas decide sobre temas que comprometen seriamente la soberanía nacional. No deja de ser patético que la Argentina esté atravesando por esta situación que asombra a los observadores internacionales y nos desprestigia como Nación.

Actualmente, el corte de rutas en Gualeguaychú se ha transformado en una caricatura. Lo que en algún momento fue una movilización de masas hoy es el negocio de “aparatos” publicitarios, fundaciones que viven de este estado de crisis permanente y campo propicio para que una diversa fauna de lunáticos proyecte sus fobias y resentimientos.

Mientras tanto, los turistas argentinos que viajan a Uruguay ya hace rato que han aceptado esta imposición y han optado por ir por Colonia o por Colón. Los intentos de los piqueteros de impedir estos cruces han fracasado en toda la línea, motivo por el cual el objetivo original de bloquear a Uruguay de hecho ha fracasado, no obstante lo cual el corte continúa y no hay señales de cambios.

Curiosamente, hoy los principales perjudicados por el corte son los vecinos de la región, a tal punto que muy bien podría decirse que a esta altura de los acontecimientos se están bloqueando a sí mismos. Lo más grave de todo es que los promotores son impermeables a cualquier razonamiento o negociación. Sus principales voceros han reconocido que un fallo de La Haya desfavorable a sus pretensiones no será aceptado; por su lado, los informes técnicos correrán la misma suerte. Mientras tanto, el Estado nacional contempla impávido cómo un puñado de delirantes lo ha despojado de uno de sus atributos esenciales.