artes visuales

“Vuelo de cabotaje”

Por Domingo Sahda

En fecha reciente fue inaugurada una Exposición de Fotografías en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez (Sala Mayor y Laterales) pertenecientes al fotógrafo Marcos López, cuya actividad en el medio ha sido ampliamente destacada dentro y fuera del país.

La muestra se compone de trabajos en blanco y negro en los cuales el protagonismo esencial está dado por la conjugación luz-sombra acentuada en procura de dramatizar el gesto visual, la mirada del retratado. De manifiesta calidad plástica, estos trabajos portan una particular connotación, deviniendo en su conjunto un ensayo particularizado de tono introspectivo.

La exploración de la mirada del autor recorta la psique del retratado en cuidadas elaboraciones que se suceden, sin mengua de calidad estilística. Este apartado de la colección de fotografías contrasta marcadamente con el resto de las piezas en exposición, de rutilante, agresiva entonación cromática que merodea, a partir de la vulgaridad de la imagen puesta en primer plano, la seducción del impacto visual propio del cartel o “póster”.

Marcos López no hace fotografías inocentes en modo alguno. Cada una de las piezas que se entroncan con el concepto de la reproductibilidad técnica infinita, enmarcadas en los conceptos del filósofo Walter Benjamin, deviene discurso de alto impacto que provoca al espectador, exigiendo del mismo una activación de concepciones políticas, sociales, culturales en torno a aquello que se ofrece a la vista.

Una primaria y engañosa idea de realidad verosímil acompaña a la mayoría de las imágenes expuestas a modo de anzuelo para incautos o para quienes resbalan su mirada por sobre la supuesta exactitud de lo obvio. El doble discurso se enmascara y sólo es develado ante quienes pueden hurgar en las connotaciones socio-culturales de las imágenes a la vista y de los propósitos del autor en ofrecerlas como imagen objeto de culto.

En las piezas fotográficas de formato mayor, la intensidad del color sobresaltado que acompaña a las imágenes del común —algunas de ellas en situaciones o acciones de compleja lectura significativa—, se impone, destacando la relevancia de “aquello que se cita con la imagen” antes que cualquier eventual desafío de índole artística.

Una consciente actitud sesgada de señalamiento y denuncia propia del arte de compromiso ideológico campea en estas obras sin desmadrarse en ningún momento.

Otras obras, las menos en número de las expuestas, cargan con mayor connotación emocional, dirigiendo la atención a cotas de alta subjetivación (“Amanda”, “El Mártir”, “Hospital Buenos Aires”). En otros trabajos, el virtuosismo resbala en superficie remitiendo a escenificaciones de la cultura social cotidiana (“Bar 23 de Enero”, “El Vestuario”). El giro hacia una representación visual de lo directamente reconocible encubre, en su tónica de cultura popular no sofisticada, una solapada mirada desangelada. Un engañoso deleite por lo directamente representado en estas imágenes puede inducir a ambiguas interpretaciones. Un enrarecido aire sopla aquí y allá por entre estas figuras cuya grandilocuencia entorpece lecturas que intenten traspasar la idea de los estereotipos visuales devenidos epicentro de cada escena capturada o construida por Marcos López.

Diana Ficca/Roberto Villanueva

En la Sala de Exposiciones de la Firma Guastavino e Imbert, lugar en el que los múltiples accidentes visuales propios de la arquitectura estilística del lugar dificultan ocasionalmente la apreciación de obras, Diana Ficca y Roberto Villanueva exponen pinturas de formato medio.

Diana Ficca exhibe una colección de trabajos que articulan imágenes de explícita figuratividad asentadas en desoladas arquitecturas referenciadas a la cultura griega mítica. Una cierta idea de misterio por lo ausente que se señala pero no aparece, flota sobre cada uno de los trabajos, en propiedad pinturas-relieve de atenta y controlada realización. La calidad cromática y la insistencia en las texturas táctiles colisionan, por su controlada ejecución material, con la intencionalidad evocativa de lo incierto. La sensorialidad de las texturas ápticas, impecables por sí mismas, compite con la referenciación directa hacia lo innominado, lo sugerido, bloqueando el sentido.

La tensa vitalidad de cada uno de los trabajos a la vista juega conceptualmente con la sugerencia que anida en cada trabajo, diluyendo la dramaticidad.

Los escenarios abiertos, los horizontes infinitos aparecen en impecables tratamientos plásticos, acaso sobrerrelieves de atenta textura, imponiéndose por presencia ante el sentido último del relato visual expuesto en cada caso. La rigidez en la composición en estos escenarios vacíos también pesa a la mirada.

Por su parte, Roberto Villanueva expone trabajos emergentes de diversas vertientes conceptuales y opuesta realización técnico-formal. Una idea de exploración en torno a las imágenes significativas o referenciales anida en esta colección bastante despareja como resolución plástica del cuadro. Una mirada sensorial, primordialmente táctil se opone a otra particular realización de mayor carga conceptual que repite como leit-motiv una imagen preñada de sentido extraartístico (“El nudo”) como conflicto proteico en desafíos y resoluciones, en un camino expresivo-plástico diametralmente opuesto a otra serie (“Botes amarrados”). En este caso, materia e imagen se consolidan en una proposición visual complaciente, decorativa. Una tercera opción aparece en la serie “Cacharros” y una naturaleza muerta. Muchos caminos divergentes como para consolidar un discurso visual homogéneo y diferenciador.

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“Grecia”, de Marcos López.

Foto: Archivo El Litoral

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“Amanda”, de Marcos López.

Foto: Archivo El Litoral

“Vuelo de cabotaje”

Presentación de la muestra “Vuelo de cabotaje”, de Marcos López.

Foto: Pablo Aguirre