Entre mentiras y obscenidades

Lo K, lo Pro-K y lo procaz

La “reinserción” financiera, el cruce de acusaciones de espionaje con el gobierno porteño y un “vuelo VIP” a Montevideo son tres variantes del modelo oficial.

Sergio Serrichio - Corresponsalía Buenos Aires

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A menos de cinco años de lo que el ex presidente Néstor Kirchner consideró “la mejor reestructuración de deuda de la historia”, el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner anunció el jueves que reabrirá aquel canje de papeles viejos por nuevos, seducido por un trío de bancos que a cambio prometió arrimar a las arcas del Tesoro no menos de 1.000 millones de dólares “frescos”.

La apuesta es a un alto nivel de aceptación de los 20.000 millones de dólares sujetos a canje. Sobre eso, el gobierno hará una “quita” nominal de entre el 65 y el 70 por ciento. Pero si a los pagos se agrega parte de los 7.000 millones de dólares de intereses “caídos” durante la mora y un “cupón atado al PIB” para lograr más adhesión, resulta que el kirchnerismo reconocerá entre 5.000 y 7.000 millones de dólares que en 2005 había borrado de un plumazo de los registros de deuda pública.

En este punto, un breve repaso. En 2001, cuando el Estado argentino dejó de pagarle a sus acreedores privados, la deuda pública total rozaba 145.000 millones de dólares. La suma creció en los años siguientes a 193.000 millones y se redujo en marzo de 2005, tras el primer canje, a 126.000 millones. Además, en enero de 2006 el gobierno de Kirchner pagó en efectivo 9.500 millones al Fondo Monetario, en una decisión presentada cual gesta sanmartiniana.

Al 30 de junio de 2009, según datos oficiales, la deuda pública era de 140.634 millones de dólares y si se suman los 5.000 a 7.000 millones que implicará la reapertura del canje, superará con facilidad los 145.000 millones. En menos de cinco años, al cabo de “la mejor restructuración de la historia” y de pagarle casi 10.000 millones al FMI, la Argentina deberá más que antes. Y eso sin contar los bonos adicionales con los que el kirchnerismo celebrará luego la “reinserción financiera”.

La prioridad es endeudarse en bonos en un mercado de capitales repuesto del julepe global. Hasta en eso el kirchnerismo aspira a parecerse al menemismo, que en sus últimos dos años disfrazó la necesidad de hazaña financiera y empapeló el mundo con bonos argentinos.

Mentiras

El “desendeudamiento” K es así tan sincero como las estadísticas del Indec, según las cuales la inflación es cada vez más baja, la economía esquivó la recesión, el poder adquisitivo de los salarios sube cada vez más rápido (¡27 por ciento en el primer semestre de este año!) y la pobreza y la indigencia no hacen otra cosa que bajar.

Esas mentiras no cuadran con el alto nivel de conflictividad social, que no es producto de ninguna conspiración destituyente. Sucede que en los últimos tres años el país deshizo buena parte de lo que había logrado entre mediados de 2003 y 2006. Un tercio de quienes habían dejado de ser pobres volvió a serlo, y millones más están al borde de la recaída.

Ese drama abarca todo el país, pero montó polvorín en el Gran Buenos Aires, donde viven casi 1.000 personas pobres por kilómetro cuadrado, según un reciente trabajo del laboralista Ernesto Kritz. Un área de 3.700 kilómetros cuadrados, 0,13 por ciento del territorio del país, alberga así 3,5 millones de pobres, de los cuales 1,2 millones son indigentes: no tienen lo mínimo, no ya para guarecerse y abrigarse, sino para comer.

He ahí el núcleo de la bomba de tiempo social, que el gobierno busca desactivar con 1.500 millones de pesos para “cooperativas”. Dinero manejado por intendentes “del palo” con criterio clientelar y para intentar retener el control de “la calle”. En el resto del país, la políti-K es encogerse de hombros y endosar el problema a las provincias, a las que mezquina recursos fiscales pero -eso sí- dio licencia para que se endeuden.

Lo Pro-K y lo procaz

Todo lo anterior -el “retorno” a los mercados de un gobierno que los detesta, el fin del falso desendeudamiento, el falseamiento de la realidad económica y social, el uso clientelar de la desesperación- es pura esencia kirchnerista.

Mezcla de K y Pro-K es el pestilente episodio de espionaje y acusaciones entre los gobiernos porteño y nacional, representados por el jefe político de la Ciudad, Mauricio Macri -hombre PRO si los hay- y el jefe de Gabinete y vocero todoterreno, Aníbal Fernández, respectivamente.

El gobierno porteño, sospechado de actos de espionaje contra un miembro de la comunidad judía, acusa a la Nación de sabotaje, involucra a la Policía Federal en la maniobra y recela del juez de la causa, Norberto Oyarbide, quien tiene en sus manos otros casos sensibles a la piel oficial, pero -videos en algún cabaret de mala memoria mediante- parece vulnerable a la presión oficial.

El caso apesta y cuesta creerle a cualquiera de las partes. Al gobierno porteño, por su tendencia a recurrir a personajes de pasado dudoso. Y al kirchnerismo, porque, como mostró hace poco el ultraoficialista programa “6, 7, 8”, no sólo es capaz de hacer operaciones sucias, sino también de exhibirlas en “la TV pública”.

Lo procaz (palabra que diferentes diccionarios del español definen como “desvergonzado”, “atrevido”, “indecente”, “obsceno”) fue el vuelo de Aerolíneas Argentinas disfrazado de servicio regular que el 14 de octubre pasado llevó a Montevideo, para ver el partido Argentina-Uruguay, al presidente de la empresa Mariano Recalde, a sus amigos Juan Cabandié y Andrés Larroque (miembros de la Cámpora, donde supuestamente “milita” Máximo Kirchner), a Facundo, el menor de los hijos de Moyano, a algunos familiares de jugadores y a unos pocos pasajeros más.

Obscenidades

Obsceno no sólo fue que la “recuperada” empresa estatal, que está dando pérdidas monumentales, use 41 plazas de un avión de 144 para darle el gustito a su presidente y un grupo de amigotes, sino también las reacciones de los protagonistas.

Recalde (hijo del diputado kirchnerista y abogado de la CGT, Héctor Recalde) dijo en el Congreso que el servicio, que incluyó una espera de siete horas en Montevideo, dejó 10.000 pesos de ganancia. Pero en la misma exposición reconoció que Aerolíneas da pérdidas aunque la ocupación promedio de sus vuelos regulares es de 70 por ciento.

Cabandié señaló una “operación” del ex jefe de Gabinete, Alberto Fernández, a quien acusó de “defensor de los intereses extranjerizantes y de las corrientes colonizadoras del siglo XXI”. ¿La evidencia? Alberto escribe notas en “Crítica”, uno de los diarios que deschavó el episodio y propiedad de Antonio Mata, ex socio de Marsans, el ex (o actual, porque las estatizaciones K no son del todo claras- dueño de Aerolíneas.

Larroque, en tanto, acaba de ser designado “director para el Fortalecimiento de la Democracia” en el gabinete de Aníbal Fernández. He ahí la nueva “juventud maravillosa”.

Lo K, lo Pro-K y lo procaz

Hugo Moyano, Néstor Kirchner, Mauricio Macri y Aníbal Fernández.

Gambeta

El reemplazo de una noticia de tapa en la edición de ayer del matutino Crónica generó suspicacias y, según la interpretación de algunos medios, la idea de que hubo un acto de censura. La información publicada en la primera edición, y reemplazada por otra en la segunda, era la de un supuesto “picadito” de fútbol que compartieron Diego Maradona y Néstor Kirchner en Ezeiza. La versión oficial difundida por el gobierno y revalidada por un comunicado del propio diario es que, en realidad, a esa hora Kirchner estaba en Santa Cruz, y que por lo tanto lo que se hizo fue dar de baja “una noticia equivocada”.

/// EL DATO